El danés atacó en la penúltima ascensión, a falta de 30 kilómetros, para sentencia la general y sumar su tercera victoria de etapa. Landa, segundo
Los colosos se citan de lejos y de cerca. En este ciclismo de fuegos artificiales, de reyes insaciables, no hay competición que sea una tregua. Si Tadej Pogacar hace historia y roba en Flandes el honor de los especialistas tras arrasar en París-Niza y Andalucía y Jaén antes; si Primoz Roglic no atisba el ocaso y domina la Tirreno y Cataluña… Ahí avisa Jonas Vingegaard, tirano en la Itzulia.
Se sube el danés a la ola de los que no dejan ni las migajas. Ya no mira sólo al Tour, que será la verdadera batalla allá en julio. En las carreteras del País Vasco, donde la afición aúlla a los héroes, el del Jumbo Visma completó una nueva exhibición en solitario en la etapa reina con final en Eibar: fue su tercer triunfo parcial, el que redondeaba la general, el que le colocaba la txapela, el que une a O Gran Camiño y a la contrarreloj por equipos de la París-Niza.
Vingegaard, el primer danés en conquistar la Vuelta al País Vasco, escoltado en el podio finalmente por Mikel Landa y Ion Izagirre, releva a Daniel Felipe Martínez en el palmarés. Un ataque brutal en la subida a Izua, la penúltima del recorrido, todavía a 30 kilómetros de meta, acabó con lo que se daba. Enric Mas intentó seguir la rueda del menudo escalador, pero no fue capaz. Landa había cedido antes. Después, la persecución del grupo que se formó por detrás, lejos de entenderse, fue incapaz de recortar nada al del Jumbo, que bajaba arriesgando, sin especular, segundo hace dos años en la Itzulia. James Knox (Soudal Quick-Step) fue segundo en Eibar a 47 segundos.
Son lecciones a fuego. La competitividad heredada, la mentalidad ganadora cuando ya el talento no acompaña a borbotones como antaño. Necesitó España de un desenlace de esos sólo aptos para valientes para acabar con la oposición de Finlandia y seguir con vida en este Preolímpico que es una auténtica trampa. Fue Willy Hernangómez el héroe, una noche para el recuerdo la suya, otra vez con esta selección que siempre saca lo mejor de él, completamente desequilibrante siempre pero sobre todo en la recta de meta de puro infarto. Tras el sofocón, este domingo aguarda en la final la Bahamas de los NBA con un sólo billete para París en juego en la Fonteta. [74-81: Narración y estadísticas]
Aunque pudiera parecer lo contrario, a España le iba la vida en el envite. Era la final antes de la final, por mucho que al rival le faltara Lauri Markannen y no posean los susijongi más estrellas que su colectivo, su descaro y el entusiasmo de los 2.000 aficionados presentes en Valencia. Con eso les bastó para desplumar a Polonia sin ser favorita el miércoles. Un aviso. Como su puesta en escena, sin arrugarse, adaptándose sin complejos al criterio arbitral, que era sorprendentemente benévolo con cualquier tipo de contacto. Como su segunda parte feroz que inundó de angustia la noche.
Desde el comienzo todo fue incómodo para la selección (que no contó con Juancho, pese a que realizó el calentamiento), a le que costó desperezarse cuando comprobó que ninguna canasta iba a resultar sencilla, que la cosa sólo iba a ser posible desde el celo defensivo y la intensidad. Una antideportiva a Rudy provocó un parcial de 9-0 para los de Lassi Tuovi, que se vinieron arriba peligrosamente.
Fue Brizuela el primero que tocó a rebato, el que espabiló ofensivamente a España. Y pronto le tomó el testigo Lorenzo Brown. Consciente de lo que representa en este equipo, de que pocos son tan capaces como él de generar puntos, de que es esencial. El nuevo base del Panathinaikos enhebró 11 puntos hasta el descanso, dando oxígeno al resto, que se dejaba la vida en la otra canasta, labor silencionsa de Gabuba o López-Aróstegui. Finlandia sólo anotó 10 puntos en el segundo parcial y seis fueron dos triples algo desesperados de Maxhuni. Y los de Scariolo, que apenas cometían faltas, se iban a sentir por primera y única vez superiores.
El retorno de vestuarios trajo de vuelta la principal seña de identidad finlandesa, los triples compulsivos como arma mortal. Encadenaron tres y España respondía con los puntos en la pintura de Willy (ocho seguidos, 12 en el cuarto), siempre bien servidos por Lorenzo. Pero no hincaba la rodilla Finlandia, otra vez on fire con un triple de Madsen y un mate a la contra del jovencísimo Muurinen, una de las sensaciones del torneo. Hasta el punto de dar la vuelta a absolutamente todo, el marcador (59-56 tras un 12-0) y las sensaciones de la batalla. Había provocado un cortocircuito en España y un ataque de nervios en la Fonteta.
De nuevo la defensa. Insoportable encajar 29 puntos como en el tercer parcial. Y la personalidad. La zona finlandesa se había convertido en un rompecabezas y no había más alarmas por desatar. Lo inesperado fueron dos triples de Alberto Díaz, al rescate de nuevo el del Unicaja, con el corazón y el pecho siempre por delante. Se mantuvo España en ese alambre hasta el regreso de la primera unidad, pero todo era ya una absoluta agonía, triple por triple, dos púgiles completamente desatados.
En el mismo abismo, apareció el temple de Willy Hernangómez. Siempre tan señalado defensivamente, al madrileño no le tembló el pulso en la resolución. Una canasta y dos tiros libres después de una temporada en el Barça en la que hizo aguas desde el 4,70. Todo eso mientras los osados finlandeses no acertaban esta vez con sus lanzamientos como flechas. Fue un cara o cruz de dos minutos en los que se impuso la calidad, la experiencia y hasta el empuje del ambientazo en la Fonteta. Todo eso (y mucho más), hará falta este domingo ante Bahamas para no faltar a la cita olímpica dentro de unos días en París.