El español Carlos Alcaraz contó este martes una anécdota sobre la forma en la que se motiva en las horas previas a sus partidos y reveló que siempre escucha y canta “muy fuerte” junto a su cuerpo técnico las canciones de la película Rocky, en particular Eye of the tiger de Survivor, tras clasificarse para los cuartos de final del Masters 1.000 de Miami.
“Siempre me acuerdo de las películas de Rocky, de todas las canciones de Rocky. Cada día de partido, en el coche pongo tres canciones de Rocky, como Eye of the Tiger“, aseguró Alcaraz al acabar su partido de octavos contra Tommy Paul.
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“Las cantamos con mi equipo, cantamos muy fuerte, es algo que me motiva mucho”, agregó en la mesa de Tennis Channel, dueña de los derechos en Estados Unidos, con una sonrisa.
Alcaraz ganó por 6-4 y 6-4 contra Tommy Paul y se citó con Taylor Fritz en los cuartos de final. Vengó con una gran actuación la derrota que Paul le había infligido el pasado verano en Montreal, en el único precedente.
“La clave fue que no ataqué todo el tiempo. Lo hice bien en la red, bien con la derecha, con el revés, con el servicio, hice un partido muy completo”, dijo.
“Hoy estaba más relajado, en Montreal estaba más nervioso. Estoy feliz con la forma en la que jugué, lo pasé bien, sonreí todo el tiempo”, prosiguió.
Destacó además que tiene un buen vínculo de amistad con Paul fuera de la pista y se mostró convencido de que van a jugar “muchas más veces” juntos en los próximos años.
En la biografía de Carlos Alcaraz queda un capítulo por explicar. Su idilio con el tenis se ha narrado muchas veces: del niño que jugueteaba con la raqueta todo el día por las pistas de la Real Sociedad Club de Campo de Murcia al adolescente que asombró al mundo. Su ascenso siempre se narra directo, sin paradas, de la infancia al éxito. Pero no fue así. Durante unos meses, Alcaraz quiso dejar el tenis y dedicarse a otro deporte.
Lo recuerda Alfredo Sarriá, entrenador y coordinador de su club, ahora rebautizado como Carlos Alcaraz Academy: "Carlos tenía 13 años, cambió de categoría, se quedó sin grupo de entrenamiento y en muchas clases estaba solo. Estuvo una temporada así. Al mismo tiempo había empezado a jugar al fútbol sala, era el pichichi del equipo y los compañeros de la escuela le iban a animar. Recuerdo que decía: ‘Quiero dejar el tenis y pasarme al fútbol sala. Aquí ganó un punto, miro alrededor y no hay nadie. En el fútbol sala estoy con mis amigos’. Por suerte, su padre le animó a seguir y, bueno, el resto es historia".
Las dudas de adolescencia de Alcaraz hoy no son más que una anécdota, pero demuestran una máxima: necesita estar arropado. Más allá de lo tenístico, que revalide su título de Roland Garros, el Grand Slam en el que debuta este lunes ante Giulio Zeppieri, depende de que sienta el amor de los suyos. En un circuito repleto de jugadores que viven en Montecarlo o Dubai y viajan con sus entrenadores y, como mucho, sus parejas, Alcaraz todavía reside en El Palmar y moviliza a todo su entorno para los torneos.
Un paseo por Roma
Su hermano Álvaro es su sparring; su amigo íntimo Fran Rubio se ha incorporado este curso a su equipo como fisioterapeuta; sus padres no fallan en su palco; y en las gradas, siempre que pueden, animan sus colegas. Estuvieron muchos en Barcelona, donde fueron los más ruidosos, otros pocos en Montecarlo y estarán todos los que puedan en la Philippe Chatrier si todo va bien. En su entorno aseguran que su reivindicación en el documental de Netflix ‘A mi manera’ se entendió mal: no eran ganas de fiesta, eran ganas de seguir en su mundo. El tenis le exige una vida solitaria, pero él se resiste. Más importantes que las noches en Ibiza, eran las mañanas en el piso de sus padres, donde todavía duerme, aunque se ha comprado una casa cerca. "Nunca se sabe qué pasa en el futuro, pero a corto plazo es imposible que se vaya a vivir a otro sitio", comentan. La semana pasada en el Masters 1000 de Roma, de hecho, una de las cosas que más disfrutó Alcaraz fueron sus visitas al Coliseo y la Fontana di Trevi junto a dos amigos.
Roberto RamacciaEFE
"Los tenistas se acostumbran a viajar desde pequeños y algunos generan pronto un desapego, pero Carlos siempre ha necesitado ese vínculo con los suyos. Cuando estaba fuera, llamaba a familiares y amigos cada día. Tuvimos que trabajar su marcha a Villena para entrenar con Ferrero como una renuncia personal, aunque no dudó en hacerlo", analiza Josefina Cutillas, psicóloga deportiva de Alcaraz durante su adolescencia en Murcia, que añade: "Ha humanizado el deporte de élite. Tiene muchas cosas a su alcance, pero sabe que su felicidad no está en otro sitio que con su gente".
El mismo peluquero de siempre
Esta misma semana, Alcaraz ha pasado un par de días en El Palmar, lunes y martes, donde apenas tuvo tiempo de nada. Ni tan siquiera sacó un hueco para cortarse el pelo. En algunos hoteles caros en los que se hospeda e incluso en torneos como Wimbledon, el actual número dos del mundo cuenta con servicio de peluquería, pero él sigue recurriendo a un vecino, Víctor Martínez, al que conoce desde hace años. "No es mi cliente, es mi amigo. Voy a su casa a cortarle y también a sus hermanos Álvaro y Jaime. Iba a ir al Mutua de Madrid, pero como al final no jugó hubo que esperar. Por eso en Roma llevaba el pelo tan largo. Nos veremos cuando vuelva de París", cuenta Martínez que empezó con la estética masculina como hobby cuando trabajaba en El Pozo.
CHRISTOPHE PETIT TESSONEFE
"A veces le da por raparse y antes me pedía más degradados, pero en el tenis se llevan cortes más clásicos. En el fútbol es lo más normal, pero en el tenis queda agresivo", analiza quien ha podido ver en directo a Alcaraz en varias ocasiones, como en una Copa Davis. Cuando recibe visitas así, el tenista suele seguir una tradición: él pone las entradas, claro, pero también invita a la cena.
Carlitos, Carlico o Charly
"Carlos siempre va a jugar muy bien en Barcelona y en Madrid porque allí siempre tiene a muchos amigos en las gradas. En otros torneos es más difícil, en Roland Garros se intenta, pero escuchar a los suyos en casa le da un punto más de motivación. Sabe que piden permisos en el trabajo, que se pegan una paliza en coche, que se pagan el hotel y él responde", proclama Sarriá y concluye con una cuestión esencial que flota alrededor de Alcaraz y su gente: ¿Cómo le llaman?
De toda la vida, en su casa le han llamado Carlitos para diferenciarlo de su padre, pero últimamente los amigos le animan a base de gritos de "¡Vamos, Charly!". Por Carlitos responde -así todavía le reclaman muchos-, pero él mismo se autoproclama Charly cuando se anima en voz alta. "Lo de Charly se lo pusieron en Villena cuando se fue a entrenar con Ferrero y muchos amigos le llaman así ahora. En su casa siempre era Carlitos, o mejor dicho 'Carlico', que eso de Carlitos es muy fino para lo que hablamos nosotros en Murcia", concluye el coordinador de la Carlos Alcaraz Academy sobre el jugador que a partir de este lunes buscará su segundo Roland Garros consecutivo.
Alejandro Davidovich, en el corazón de París, mandando a dormir al público francés: "Night, night", la icónica celebración de Stephen Curry, para cerrar su victoria ante el local Arthur Cazaux. En la ronda posterior del Masters 1000 galo caería ante Alexander Zverev, pero quedará el gesto. El español despidió su mejor temporada con todas sus virtudes: un tenista visceral, belicoso, enérgico... y con todos sus defectos. A sus 26 años, ya ha ascendido hasta el número 14 del ranking mundial, ha firmado triunfos de mérito ante rivales como Taylor Fritz, Jack Draper o Andrey Rublev, y ha estado cerca de levantar su primer título ATP. Pero todavía le falta un paso.
Este 2025 disputó cuatro finales -el ATP 250 de Delray Beach y los ATP 500 de Acapulco, Washington y Basilea-, y en las cuatro perdió, a veces con drama, con hasta tres bolas de campeonato desperdiciadas. Además, en ninguno de los Grand Slam alcanzó los cuartos de final. Capaz de aguantar a cualquier adversario en los días buenos, en los malos los nervios todavía le anulan.
"Este año me he entregado más al tenis, ha cambiado mi visión de la vida", comentaba a EL MUNDO durante el pasado Roland Garros, antes de detallar los cambios realizados para mejorar. De su Málaga natal se mudó a Montecarlo para contar con mejores compañeros de entrenamiento, dejó a su entrenador de toda la vida, Jorge Aguirre, en busca de nuevas ideas, y también contrató a otro preparador físico, otro fisioterapeuta y hasta a otro mánager. "Antes decidían por mí, ahora decido yo. Antes no era mi vida y ahora sí lo es. Hago lo que me gusta y nadie me juzga por lo que hago. Estoy tranquilo, estoy feliz y estoy en paz conmigo mismo", aseguraba a este periódico sobre su nueva versión.
Polémica en la Davis
Aún podría intentar disputar los dos torneos que le restan a la temporada, los ATP 250 de Metz y Atenas, aunque es poco probable que lo haga por las molestias físicas que arrastra. La única cita en la que podría volver a verse este curso es la Final a 8 de la Copa Davis, que se disputará del 18 al 23 de noviembre, pero España no le ha convocado.
En la lista del capitán David Ferrer sólo hay oficialmente cuatro convocados -Carlos Alcaraz, Jaume Munar, Pedro Martínez y Marcel Granollers-, y el quinto puesto parece que no será para él. El seleccionador suele premiar a quienes estuvieron en citas anteriores y, por eso, es más probable que llame a Pablo Carreño.
La relación entre Ferrer y Davidovich siempre ha tenido altibajos, y la renuncia del segundo mejor tenista español a disputar la eliminatoria previa ante Dinamarca, en septiembre, parece haber terminado de enfriarla. "Ahora no es momento de hablar de Davidovich", dijo el capitán en la Cadena SER tras la victoria ante el conjunto danés, y después le negó un puesto en la Final a 8. "Estando 18 del mundo [ahora 14], creo que merecía estar entre los cuatro mejores del país", lamentó luego el tenista en Marca. Justificó su ausencia por los problemas físicos sufridos durante el año y se autodescartó para una convocatoria de última hora.