“No te entiendo”, le espetó a Thierry Futeu el entrenador del equipo contrario al final de su partido más reciente en el Chartres francés. Con los golpes y el cansancio a cuestas, el pilier emprendía el viaje para acudir a la convocatoria de la selección española. “Si me llaman, siempre voy; es mi país y, si me necesitan, tengo que representarlo”, le explicó.
Así, en una tensión latente entre su club profesional y el equipo nacional, se encuentran buena parte de los leones que juegan en el país vecino. Amenazados con no ver renovado su contrato allí si suman demasiadas ausencias. “A veces te dicen que sí, pero tienes que elegir”. Y en la temporada más difícil para la selección, cuando ha habido coincidencia de partidos Futeu, también conocido como Tití, ha escogido a España. Ha disputado todos. Con el uno a la espalda.
Asentado en la titularidad, Tití formará este domingo en la melé en el encuentro contra Rumanía por el tercer y cuarto puesto del Campeonato de Europa (Estadio Civitas Nuevo Vivero de Badajoz, 17:15). Un choque con cierto sabor a revancha porque, tras ser derrotados en Madrid, los rumanos denunciaron la alineación indebida de Van den Berg que privó a los españoles de la plaza ganada para el Mundial. “Es un partido diferente, como un derbi, muy picante, con contacto bestial, con mucho nervio y agresividad”. En el mismo escenario Georgia y Portugal disputarán la final a las ocho de la tarde.
Futeu ya brilló, saliendo desde el banquillo, en aquella victoria sobre Rumanía en febrero del año pasado. Cuando abraza el balón y arranca, aunque el rugby obligue, no parece deseable plantarse delante. Él baja el centro de gravedad y arremete sin miramientos. Percute hasta que consiguen derribarlo. Tan pronto como puede, vuelve a la carga. Una metáfora de su trayectoria, comparable a a una carrera de obstáculos. “Nunca pensé que llegaría a ser profesional”, confiesa, aunque a continuación admita que nunca dejó de perseguir ese sueño.
Nacido en Camerún en 1995, llegó al deporte oval por un malentendido. Tenía 14 años y sus compatriotas vibraban con el estrellato futbolístico de Samuel Etoo. Un amigo le habló de que un equipo buscaba jugadores. Se presentó dispuesto a probar fortuna en el balompié. “Llegué el primero y vi una pelota muy rara, me dijeron que era rugby. Me gustó por el ambiente y porque era un niño muy inquieto, me gustaba pelear en la calle, iba mucho con mi estilo”, recuerda por teléfono desde la concentración de los Leones.
Cuatro años más tarde, ya con el rugby entre ceja y ceja, atravesó durante tres meses el norte de África para llegar a Marruecos, donde un amigo le había prometido una oportunidad en su deporte favorito. Era mentira. Decidió seguir hacia Europa. El 28 de mayo de 2014 saltó la valla de Melilla. Aquel inmigrante sin papeles era el proyecto de un deportista de élite hecho a sí mismo.
De Melilla fue trasladado a Málaga, y luego a Miraflores de la Sierra, donde fue acogido por la ONG Movimiento por la Paz. Como no podía trabajar, se dedicó a “entrenar, entrenar y entrenar”. Buscó equipo por Internet, empezó en uno de rugby a XIII integrado mayoritariamente por policías. Pasó por otras escuadras madrileñas y, gracias a sus condiciones (1,85 y unos 115 kilos), le llegó una verdadera oportunidad en Alcobendas, en la División de Honor. Piso compartido, dinero de bolsillo y, sobre todo, preparación profesional.
La residencia legal en España, obtenida en 2019, le abrió las puertas de la selección. “La primera vez, cuando sonó el himno, empecé a recordar todo, a la gente que me había ayudado cuando lo necesitaba. Y me dije que tengo que dejarme la vida por un país al que llegué ilegalmente, me acogió y me da la oportunidad de representarlo. Fue un honor y una alegría total”.
En su relación con nuestro país persiste, sin embargo, una paradoja. Ha sido 23 veces internacional con España pero no ha obtenido la nacionalidad. Según el reglamento, eso no le impide alinearse pero -entre otras cuestiones prácticas- obliga a trámites más complejos en los desplazamientos. Un primer intento desde la Federación fue desaconsejado con el argumento de que el rugby no es deporte olímpico. “Me dio mucha rabia”, afirma Futeu. Hace semanas solicitó la carta de naturaleza, la vía de urgencia que el Gobierno ha usado con los futbolistas Ansu Fati y Laporte o los jugadores de baloncesto Mirotic y Lorenzo Brown.
Su físico y su mejoría llamaron la atención del Stade Français, de la primera división francesa. Emigró a París en la temporada 2019-20. No se consolidó en la primera plantilla, buscó acomodo en categorías más modestas y ahora mira de nuevo hacia arriba. “Quiero volver al máximo nivel”, anuncia, aunque sea consciente de que competiría con fichajes de renombre por ocupar una de las cotizadas plazas de extranjero.
Con la selección ha disfrutado de la euforia y ha sufrido el desencanto. Gavin van den Berg, el jugador –en la actualidad imputado– cuyos papeles falsificados motivaron la descalificación de España, fue paradójicamente el sucesor de Futeu como pilier izquierdo en Alcobendas y había llegado a la selección como tercera opción para ese puesto. “Yo mismo le pregunté, él me dijo que no había problema, que todo estaba correcto”.
Aunque se sintió herido “por los muchísimos sacrificios que había hecho”, Thierry Futeu trató de encajar el contratiempo deportivo. Cree que habrá otras ocasiones. Pero no para todos. “Me dolió muchísimo más por mis compañeros veteranos, que habían vivido esto dos veces”.
Sin esos veteranos y tratando de ofrecer rodaje y experiencia a jugadores de la cantera española, la selección se ha movido dentro de lo esperado en este Campeonato de Europa. Dos victorias con cierta dificultad ante los rivales más fáciles (Países Bajos y Alemania) y dos derrotas con fases esperanzadoras de dominio frente a los más complicados (Georgia y Portugal). Rumanía ayudará a completar el diagnóstico. “Es un equipo que ataca más o menos bien pero al que le cuesta defender. Si dominamos delante, en la touche, en el ruck, podemos hacerles daño”, analiza Futeu.
“Volveremos a rugir”, promete finalmente el delantero a los aficionados, a los que agradece su apoyo y avisa del muy alto nivel de los jóvenes leones españoles. Pese a su compromiso, tampoco ha olvidado a Camerún y allí ha enviado material cedido por clubes madrileños y la FER para ayudar al desarrollo del rugby. Comparte Tití en todas direcciones las enseñanzas de su largo viaje vital al norte. “Nunca hay que bajar los brazos y siempre hay que ayudar a los demás cuando lo necesitan”.