Tres años después, el líder de Honda saldrá desde la primera posición de la parrilla con Fabio Quartararo y ‘Pecco’ Bagnaia muy atrás
El debate era lícito, incluso obligado: ¿Cuál es el nivel de la nueva generación? Después de las retiradas de Valentino Rossi, Jorge Lorenzo y Dani Pedrosa y de la lesión de Marc Márquez era imposible ponderar a Fabio Quartararo y ‘Pecco’ Bagnaia, su velocidad, su precisión, su valentía. Ahora el regreso de Márquez ha resuelto la duda. Pese a los dos años de lesión, de sus dolores en el brazo derecho, el seis veces campeón de MotoGP sigue siendo más rápido que los jóvenes y apenas ha necesitado un par de días para confirmarlo.
Este sábado, en su segunda clasificación después de tres meses de parón, Márquez consiguió la pole, el primer puesto en la parrilla. No importó que el circuito fuera a derechas, es decir, que exija más a su brazo maltrecho. No importó que su Honda sea con diferencia la moto más lenta del Mundial. Con la lluvia como amiga, el español volvió a la posición de honor .
Fue en mayo de 2015 cuando Carlos Alcaraz visitó París por primera vez y se estrenó en Roland Garros. Tenía 12 años recién cumplidos. Como campeón de un torneo alevín en España, fue invitado al Longines Future Tennis Aces, un Roland Garros sub-13 oficioso, y junto a uno de sus primeros entrenadores, Carlos Santos, vivió la experiencia completa: jugó en unas pistas situadas a los pies de la Torre Eiffel, conoció la Philippe Chatrier y pudo ver la victoria de Novak Djokovic ante Rafa Nadal en unas pantallas gigantes instaladas en el Campo de Marte. Entonces cayó en semifinales ante un rival chino, Xiaofei Wang, que venía de derrotar a Holger Rune y que le desesperó: Alcaraz, raro en él, llegó a discutir con el juez de silla. Entonces ya soñaba con ganar algún día Roland Garros, el Roland Garros de verdad. Este domingo (14,30 horas, Eurosport) en la final ante Alexander Zverev tendrá la primera oportunidad de cumplir ese anhelo.
«Aquella fue la única vez que vine a París antes de debutar ya en el torneo grande [en 2020, cayó en el clasificatorio]. Fue muy bonito: jugar abajo de la Torre Eiffel, vivir la experiencia de un partido internacional... Recuerdo coincidir con Holger, por ejemplo. Guardo muy buenos recuerdos», explica Alcaraz que nunca ha escondido la importancia de Rafa Nadal en su formación y, por lo tanto, la influencia del Grand Slam parisino.
«Con este torneo siempre he tenido un feeling especial, está claro. Cuando era pequeño salía corriendo de clase para encender la tele y ver Roland Garros. Coincidía muy bien en horas, ya estaba acabando el curso... Vi muchos partidos. Por supuesto veía siempre los de Rafa y muchos otros», rememora el actual número tres del ranking mundial que, aunque triunfó antes en el US Open y en Wimbledon, ambiciona escribir por fin su nombre en la lista de campeones que decora la Philippe Chatrier. «1925. René Lacoste», se puede leer en las paredes exteriores y la enumeración va avanzando hasta que hay un momento que parece que se ha atascado. «2005. Rafa Nadal», empieza y luego, ya saben, medio estadio pintado con el mismo nombre.
Aquellos partidos en Tarbes
«Su sueño siempre ha sido ganar Roland Garros. Se ha criado viendo a Rafa, en su entorno siempre estábamos con Roland Garros en la boca y, es más, en su club sólo teníamos pistas de tierra batida», recuerda Kiko Navarro, entrenador de adolescencia de Alcaraz junto al propio Campos, quienes guiaron sus pasos antes que lo hiciera su actual técnico, Juan Carlos Ferrero. El ex entrenador del español incide en un detalle curioso. Aunque su juego se adapta a todas las superficies, hasta que tenía 14 o 15 años apenas había entrenado sobre cemento, mucho menos sobre hierba. Entonces en el Club de Campo de El Palmar sólo había tierra batida.
«Teníamos 13 pistas y todas eran de tierra. Luego con su tío abuelo Paco conseguimos convertir una de esas en una pista rápida. Creo que por eso nunca le fue muy bien en Le Petits As», analiza Navarro y nombra el otro torneo francés que encaró Alcaraz durante su formación. Cada enero, en Tarbes, cerca de Pau y de los Pirineos, se disputa una especie de Mundial sub-14 oficioso y el español estuvo dos veces, en 2016 y en 2017. La primera vez sólo ganó un partido y la segunda, tres. «Su formación en tierra le perjudicaba entonces», finaliza el ex técnico de Alcaraz que rememora sus aspiraciones infantiles.
Los dibujos con el trofeo
En un Campeonato de España sub-10 le entrevistaron por primera vez en su vida y reconoció que Roland Garros era su mayor deseo. Luego, dos años más tarde, con más partidos vistos, en otra entrevista añadió Wimbledon a la ecuación. «Sí, sí, en las primeras entrevistas hablaba de Roland Garros», asegura Josefina Cutillas, la psicóloga que ayudó a Alcaraz en sus inicios, de los 8 a los 16 años, con una anécdota: el hoy tenista solía dibujar y se retrataba a sí mismo levantando la Copa de los Mosqueteros. Cutillas guarda algunas de esas pinturas para la historia, aunque aseguran que no verán la luz si el tenista no lo pide expresamente. Quizá nunca haga falta: este domingo mismo puede convertir aquellos dibujos en realidad.
Enfrente, Zverev, un tenista ante el que ha perdido más partidos (cinco) de los que ha ganado (cuatro), pero que ha sucumbido ante él en los últimos meses. En cuartos de final del último Masters 1000 de Indian Wells, Alcaraz venció por 6-3 y 6-1. Entre las armas del alemán para ganar Roland Garros, su saque agresivo, la potencia con el revés y las ganas de levantar por fin, a los 27 años, un Grand Slam. Entre los argumentos del español, todos los recursos tenísticos que existen, un físico capaz de aguantar cinco sets al máximo y, sobre todo, el sueño de cuando era un niño.
Brandon Nakashima alucina. «¡Nakashima, aquí, aquí!», le gritan unos niños después de su derrota y el estadounidense le pregunta a su acompañante: «¿Me llaman a mí?». El ambiente de club salva al Trofeo Conde de Godó de lo que podría ser un desastre. Las entradas están agotadas desde hace meses, las gradas de la pista central continúan más o menos llenas y en los pasillos todavía hay chavales entusiastas pidiendo fotos. Pero el entusiasmo ha desaparecido.
Una semana atrás, en su presentación, el director del torneo, David Ferrer, se declaraba «feliz» por la posible presencia de Rafa Nadal y Carlos Alcaraz junto a otro Top 10 del mundo, Andrey Rublev. Ahora los tres ya no están y tampoco hay jugadores españoles que mantengan los ánimos. Por primera vez desde 1989, con Ivan Lendl en pista, este viernes no hubo ningún tenista local en los cuartos de final en otra muestra de la crisis que se amaga detrás de la explosión de Alcaraz.
Sin contar a Nadal y su recuperación, no hubo nadie que respondiera a la baja del número tres del ranking ATP. Alejandro Davidovich, llamado a ser su compañero en la Copa Davis e incluso en los Juegos Olímpicos de París 2024, perdió en tercera ronda ante Dusan Lajovic, el número 59 del mundo y al resto tampoco se les podía exigir su presencia en cuartos de final. Lo intentaron Roberto Carballés y el veterano Roberto Bautista, pero cayeron justo antes ante Stefanos Tsitsipas y Cameron Norrie. Jaume Munar estuvo en segunda ronda y los otros tres españoles, los tres clasificados por invitación, Dani Rincón, Albert Ramos y Martín Landaluce, perdieron en primera ronda.
La preocupación crece entre los organizadores del torneo que atisban una dependencia de Alcaraz que no sufrían con Nadal, pues este estuvo acompañado del propio Ferrer, Nicolás Almagro, Tommy Robredo o Pablo Andújar. En el horizonte sólo se atisba el crecimiento de Landaluce y la semana pasada, en el torneo clasificatorio, un único español, Oriol Roca, de 30 años, tuvo opciones de meterse en el cuadro principal.