Otra historia
El país, independiente desde 2011, logra la clasificación para el Mundial de baloncesto, su primer gran campeonato internacional en cualquier deporte
«Perdona, es que estos días han sido movidos aquí en Juba», se disculpa Ajou Deng y, según las fotos y los vídeos de Instagram, los últimos días han sido más que movidos en Juba, la capital de Sudán del Sur. Cuando su selección de baloncesto aterrizó en la ciudad, una larguísima caravana de coches siguió al autobús toda la tarde, hubo una larga fiesta nocturna en el Estadio Nacional de Fútbol y en los días posteriores, actos de celebración, y más actos de celebración, y más actos de celebración. ¿Qué celebraban? Que por primera vez Sudán del Sur jugará un Mundial de baloncesto. En realidad, que por primera vez Sudán del Sur jugará un Mundial del deporte que sea.
En fútbol nunca ha conseguido estar siquiera en la Copa África y a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 sólo envió dos atletas, el mínimo, ambos invitados. En baloncesto, en cambio, el país con el peor Índice de Desarrollo Humano superó a Egipto, Senegal o Túnez hace 10 días y se clasificó para un torneo donde se medirá a Estados Unidos, España, Serbia o Francia. «Es un hito para nuestro país. Estamos muy orgullosos de que se hable de Sudán del Sur de manera positiva, no sé describir lo especial que es», explica Ajou Deng, el manager del equipo, y el hermano de Luol Deng, ex jugador de la NBA y figura clave, esencial, imprescindible en el éxito sursudanés.
Del exilio al éxito
En su biografía está la historia de su país. Porque los problemas, la realidad y las ilusiones de Sudán del Sur, el país más joven del mundo, independizado de Sudán en 2011, vienen de la larguísima Segunda Guerra Civil de la que huyeron los Deng cuando Luol tenía sólo ocho años. En 1993, cuando su padre salió de la cárcel tras ser encarcelado por su cargo político -era parlamentario-, toda la familia se mudó a Egipto y allí lo pasó ciertamente mal. Bullying en el colegio, racismo en la calle, una difícil adaptación con un consuelo: el baloncesto. A El Cairo también había huido otro compatriota, Manute Bol, el pívot de 2,31 metros que asombró a la NBA en los años 80 y 90, y día a día, mes a mes, éste se convirtió en el mentor en la cancha de los ocho hermanos Deng. Ninguno llegó a encajar en Egipto, pero tenían la pelota.
Y por eso uno de ellos, Luol, previo paso por Londres, acabó convirtiéndose en estrella de la NBA, dos veces All Star y finalista de Conferencia en 2011 con los Chicago Bulls. De no tener nada a una vida de lujos. Aunque siempre le quedó la espina de ayudar en su tierra. Cuando estaba en la cumbre, por la situación en Sudán del Sur, nunca jugó con su selección, compitió con Reino Unido en los Juegos de Londres 2012 y apenas pudo montar un campus anual en Juba. Pero luego… «Su dedicación, conocimiento y pasión explican lo que ha hecho la selección tanto fuera como dentro de al pista», comenta su hermano, Ajou, sobre el trabajo de la Fundación Deng, de la Deng Academy y sobre todo sobre el trabajo de Luol Deng en la Federación de Baloncesto de Sudán del Sur.
Mucho talento, mucha altura
Presidente y seleccionador desde 2019, con sus contactos, especialmente con la ayuda de la Agencia de Estados Unidos por el Desarrollo, logró los recursos para reunir a todos los sursudaneses desperdigados por el mundo y se encontró un equipazo. Varios refugiados en Australia, como Majok Deng, Sunday Dech o Bul Kuol, otros en Europa, como Kur Kuath, actual jugador del Ourense de LEB Oro, y otros en Estados Unidos, como Nuni Omot, en la G League. La genética de la tribu dinka, la de Manute Bol, es decir, con muchísimos centímetros, y una concentración previa de sólo tres días fueron suficiente para conseguir el billete para el Mundial. ¿Y ahora qué?
«Esto es sólo el inicio. En nuestro país hay talento desde hace mucho tiempo. Ahora estamos reconstruyendo la generación que nació en la Guerra Civil», dice Ajou Deng, que asume que en el Mundial el objetivo de Sudán del Sur será lograr una victoria, al menos una victoria. Para ello, la selección quizá cuente con la ayuda del hijo de Manute Bol, Bol Bol, jugador de los Orlando Magic, de Wenyen Gabriel, ahora en Los Angeles Lakers, o de Thon Maker, un ex NBA ahora en la Liga china. «Este equipo no tiene límites», finaliza Deng aún en un ambiente de fiesta. Los últimos días han sido más que movidos en Juba.