Algunas afirmaciones con etiqueta de sólidos principios éticos están incompletas, pese a su rotundidad. Les falta un «pero» que aguarda, latente, nervioso, al final de su enunciado para establecer la definitiva opinión de quien las pronuncia. Así, «y
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Un récord del mundo, el de los 400 metros femeninos, presidió para la posteridad del Campeonato la jornada. Con ese estilo entre deslizante y rodante, de una elegancia erguida y sin (aparente) esfuerzo, Femke Bol, el cisne neerlandés, remató la carrera en 49.17. Rompía su plusmarca anterior, también de este año, de 49.24. La posibilidad de que, a sus recientes 24 años (el 23 de febrero), pueda un día bajar de los 49 segundos, se antoja tan real como deseable.
La jornada empezó con una bofetada inesperada para los nuestros. En las semifinales de los 60 vallas, Asier Martínez, que reaccionó en las prohibitivas menos de 100 milésimas (0,93), fue descalificado. Corrió (y ganó) bajo protesta. La reclamación de la delegación española no prosperó. La final se celebró sin el navarro, con el tiránico Grant Holloway derecho al oro (7.29) y Quique Llopis, cuarto, por las milésimas, con 7.53.
Un chico de pueblo, en el sentido más natural, de la definición. Mariano García, alias "La Moto", 26 años, natural de Fuente Álamo (Murcia), es uno de esos productos deportivos más o menos espontáneos de la España interior, también más o menos cercana a la periferia, pero alejada de los focos. Se llevó de cabo a rabo su semifinal de 800 y, claro, se metió por puestos en la final. Entró en la meta poco menos que sonriendo. No por arrogancia, sino por la pura alegría de competir y sentirse pletórico. Campeón del mundo en vigor, en la final dominical huele a oro renovado. Mohamed Attaoui no pudo seguirle en el mismo envite y, pese a su buen crono (1:45.68), no entró por tiempos en esa final (lo mismo que, en la prueba femenina, Lorea Ibarzabal con sus 2:00.73).
En el salto de longitud, el acreditado griego, que cumplirá 26 años el próximo día 18, Miltiadis Tentoglou, campeón de "todo" (olímpico, mundial, europeo), se enfrascó en un interesante duelo con el joven italiano (19 años recién cumplidos) Mattia Furlani. Ambos lograron 8,22. Pero Tentoglou, con un segundo brinco de 8,19, mejor que el segundo del italiano (8,10), impuso su dorada jerarquía. Casi clandestinamente, el jamaicano Carey Mc Leod, con una serie muy inferior a las de los actores principales, acabó, sin embargo, tercero con 8,21. Les dio un susto, aunque no un disgusto.
Bernat ArmangueAP
Tentoglou y Furlani son dos saltadores de infrecuente formato. Frente a la mayor presencia muscular de la mayoría de sus colegas, muestran una traza flacucha. Tentoglou mide 1,87 y pesa 70 kilos. Furlani anda en 1,81 y 65 kilos. Al menos, Tentoglou, fibroso, nervudo, pálido y de barba oscura, una figura de El Greco, ya está formado físicamente. Furlani, en cambio, es todavía un proyecto anatómico. Hijo de madre senegalesa y velocista, y padre italiano y saltador de altura, también él practicó esa especialidad (llegó a saltar 2,17 y ser campeón de Europa Sub-18). Pero la longitud lo llamó con más fuerza y posibilidades. Y ahí está, un soplo de aire fresco. Para el gran público es un hallazgo.
En unos 3.000 abiertos a media docena de puntos cardinales, los ordinales señalaron al británico Josh Kerr (7:42.98), el estadounidense Yared Nuguse (7:43.59) y el etíope Selemon Barega (7:43.64). Adel Mechaal, sexto (7:45.67), siempre fue a remolque de los mejores.
Aún sin medallas, a España le quedan, en el último asalto, aparte de Mariano García, las bazas de Ana Peleteiro en el triple salto, Fátima Diame en la longitud y las de la gente de 1.500: Esther Guerrero, Adel Mechaal y Mario García Romo.
Los números dicen que España obtuvo en el Campeonato de Europa en pista cubierta celebrado en Apeldoorn (Países Bajos) cuatro medallas (un oro, una plata y dos bronces). Por reconocible, el dato arroja certezas. Por analizable, admite matices.
Para empezar, han existido más medallas de bronce que de oro y plata. De hecho, han supuesto la mitad del botín. Todo el bronce ha sumado lo mismo que el oro y la plata juntos. Eso no es favorecedor. Todas las medallas son buenas, pero unas mucho más que otras. A la hora de jerarquizar el medallero, el oro pesa más que el conjunto de platas y bronces. Un país con un único oro irá en el medallero por delante de otros que sólo tengan platas y bronces, por abundantes que sean. España ha logrado, en la historia de los Europeos indoor 35 oros, 50 platas y 40 bronces. El oro, ya se ve, escasea frente a la suma del resto de metales preciosos.
Regresando a la actualidad aún caliente en sus ecos de Apeldoorn, España mejoró el resultado de Estambul2023 (un oro y una plata). Pero empeoró los de Torun2021 (uno, dos, dos), Glasgow2019 (tres, dos, uno) e incluso, a igual cifra, pero menor valor, Belgrado2017 (uno, dos, uno).
Sí mejoró, en cambio, la cantidad de finalistas: 15. Un aspecto positivo, pero que, como todos los demás, en la ausencia de contrastes llamativos (12 en Estambul, 13 en Torun, 13 en Glasgow y 14 en Belgrado), no dice mucho. O dice algo, pero en voz baja. Habla de regularidad, que suena mejor que estancamiento. A Apeldoorn no viajó Jordan Díaz. Ni María Vicente. Y Quique Llopis, con molestias, no pudo correr una final de vallas que le sonreía. Y, en la longitud, Lester Lescay, a pesar de su bronce, y el excelente Jaime Guerra estaban lesionados.
Paula Sevilla, en acción en Apeldoorn.NICOLAS TUCATAFP
Pero, en esencia, presencia y potencia, enviamos a Apeldoorn lo mejor del arsenal, con una figura mundial como Ana Peleteiro, porque Europa se adapta más a nuestras hechuras, y la pista cubierta, aunque nunca faltan estrellas, no es el campo en el que se vuelca la mayoría. En el Mundial de Nangjing (China), los próximos días 21, 22 y 23, habrá más que en Apeldoorn. Pero donde abundarán hasta la saturación será en el Mundial a cielo abierto de Tokio, en septiembre.
La pista cubierta, el atletismo de bolsillo, es un escenario orientativo más que referencial a la hora de extrapolar sus resultados a la pista al aire libre. Dura muy poco y está plantada en unas fechas impropias. Es la versión invernal, recortada en el programa, de una actividad de verano. Y aunque ello exhibe la riqueza de un deporte capaz de expresarse con belleza en cualquier estación y en cualquier marco, sugiere más que afirma.
Y esta vez ha sugerido que el atletismo español sigue siendo, en conjunto, una potencia media europea, lo que se traduce en una pequeña potencia mundial. Es, por esencialmente joven y multirracial, un atletismo atractivo y asomado al futuro. Se reconoce incompleto porque sigue siendo deficitario en numerosas modalidades, femeninas y masculinas: los lanzamientos, la pértiga, la altura (un desierto vertical sin Ruth Beitia)...
Attaoui, durante el 1.500 del Europeo indoor.Peter DejongAP
Pero, tierra de mediofondistas sostenidos y renovables (García, Ben, Attaoui, Canales), va ganando enteros en la velocidad. La existencia de tres vallistas de alta gama, Quique Llopis, Asier Martínez y el prometedor Abel Jordán, también con molestias en Apeldoorn, supone una muestra representativa.
En una mezcla de ilusión y consagración, lo mejor del Europeo, aparte, naturalmente, del oro de Peleteiro, llevó el nombre de Paula Sevilla con una prestación que va más allá de su bronce en los 400. Una recompensa resumen de la magnífica actuación individual y colectiva de nuestra gente, todo un ejército compacto, en la prueba. Procedente de la velocidad, sobre todo de los 200, sus 50.99 igualaban el récord de Sandra Myers de 1991. Esa marca vale, al aire libre, otra por debajo de los 50. Myers mantiene 49.67 desde, también, 1991. Bajar de los 50 segundos es cruzar la gran frontera internacional. Aguarda a Paula.
Hace una semana, dos hombres tomaron posesión presidencial de, en sus distintos ámbitos, un par de primeras potencias mundiales con rango de imperios. Donald Trump y Florentino Pérez gobiernan hoy, cada uno la suya, la Casa Blanca.
Aunque distintos, no les faltan similitudes. Son de la misma generación. Pérez cumplirá 78 años el 8 de marzo. Trump, 79 el 14 de junio. Durante unos meses compartirán los 78. Sus mandatos expirarán en 2029, cuando cuenten más de 80, una edad que proyecta incertidumbres en todos los órdenes de la vida. Para empezar, en el sucesorio.
Vienen de mandatos entrecortados, en dos tandas. Hegemónicos, carecen de rivales que puedan discutirles. A Trump, en el Partido Republicano. A Pérez, en el madridismo sociológico. Aunque claro vencedor, Trump ha vuelto al Despacho Oval con un 50% de popularidad. El mismo que, "grosso modo", recibe Florentino. Sin dejar de sentir los colores locales, la mitad de España es madridista por vocación, juegue quien juegue. La otra mitad, antimadridista por principio, mande quien mande. Trump tiene de su parte doctrinal las dos Cámaras del Congreso (el Senado y la Cámara de Representantes). Florentino, los compromisarios y las Peñas. En toda autoridad sin oposición anida una pulsión autoritaria.
Uno y otro son multimillonarios, sobre todo Donald ("Dolard"). Representan una concepción empresarial de la política y el fútbol. Eso no es nuevo. Una nación no deja de constituir una gran empresa. En cuanto al fútbol, hace tiempo que, en manos de países (los famosos "clubes-Estado"), magnates y oligarcas, supone un negocio tanto o más que una pasión. Que se lo digan al Madrid, que, según las cuentas de 2023-24, se ha convertido en la primera entidad futbolística que supera los 1.000 millones de euros de ingresos (1.045,5). Pertenece a los socios. Pero ya veremos en qué desemboca esa idea accionarial, aún sin definir, que aventura Pérez. Como en la granja de Orwell, algunos socios podrían llegar a ser más iguales que otros.
El Palco del Bernabéu
Trump y Pérez personalizan la completa invasión de la plutocracia en dos escenarios que nunca le han sido ajenos. En el Gabinete de Trump abundan los ricachones. En el adinerado ecosistema de Pérez, el equivalente gubernamental sería la Junta Directiva. Pero es el Palco del Bernabéu. Un escaparate. Un catálogo. Para el orgulloso mantenimiento de sus destinos históricos, Estados Unidos ha buscado en Trump a "un hombre fuerte". El Madrid, en Pérez, a "un hombre inteligente".
Donald, en las colosales dimensiones de todo cuanto contiene y significa su país en el Globo, y Florentino, en la hipérbole de lo que importa el Madrid en el fútbol internacional, practican un populismo triunfalista y complacido. Tosco en uno, elegante en otro. Trump pretende anexionarse Groenlandia. Pérez, tragarse a la UEFA.
Trump ha adoptado como himno propio una canción del 79, su edad en junio: "Y.M.C.A" (Village People). Florentino debería agenciarse una del 73, cuando tenía la edad actual de Mbappé, y dedicada a Kylian: "Eres tú" (Mocedades).
"Toda mi esperanza eres tú, eres tú. Todo mi horizonte eres tú, eres tú. Así, así, eres tú."