El atleta extremo alemán Savas Coban ha establecido un nuevo récord mundial de resistencia después de completar la asombrosa cantidad de 86 ultramaratones en la misma cantidad de días en Perú.
Recorrió un total de 5.170 kilómetros con más de 100.000 metros de desnivel, a través de todas las zonas climáticas y regiones que el país sudamericano podía ofrecer, sin días de descanso tampoco.
Coban emprendió su “sueño” personal el 13 de noviembre del año pasado, llevando solo lo básico y completamente solo y regresó a Lima el pasado martes (7 de febrero) con una emotiva bienvenida por parte de amigos y simpatizantes.
“Si quieres algo tan desesperadamente, nada puede detenerte”, dijo. “Entonces, no importa cuánto dolor tuviera. Algunos días tuve dolor todo el día, me sangraban los pies. Pero no me detuvo. Tuve que hacerlo. No fue solo por diversión. Este es mi sueño, es mi pasión y por eso tenía que llegar hasta el final”.
En su recorrido, en el que cubría 60 kilómetros diarios, solo paraba de noche para comer y dormir. Ni quiera los extremos contrastes, de los picos nevados de los Andes con unas temperaturas muy bajas,a la dureza del desierto atravesando la selva amazónica, han sido capaces de parar a este titán, que ya piensa en su siguiente reto.
Nada más sentarse en la sala de prensa del Aufschalke Arena, el seleccionador italiano, Luciano Spalletti, tomó la palabra. «Ha habido demasiada diferencia con España en frescura y brillantez. Es la base. Si no tienes la forma física de los demás, no puedes tomar las decisiones con la misma velocidad y tiempo de reacción. Si tienes enfrente a un rival con esa calidad técnica, vas a perder lucidez y cualquier posibilidad de reaccionar. Ellos tenían rápidas las piernas más allá de la calidad técnica, con esa velocidad de Lamine Yamal. Los tiempos de reacción son diferentes y eso te lleva a equivocarte en pases fáciles. Pero la raíz es la forma física».
Las piernas de la selección española, el equipo que más ha corrido tras estas primeras dos jornadas, es una de las comidillas de la Eurocopa. Los jugadores de Luis de la Fuente han recorrido 235,03 kilómetros, seguidos muy de cerca precisamente por Italia (234) y lejísimos, por ejemplo, de Croacia, el otro equipo con el que ha jugado, que apenas suma 149,24 kilómetros. Entre los cinco jugadores que más han corrido hasta ahora hay dos españoles: Fabián Ruiz (23,7 km) y Rodrigo (23,4), tercero y cuarto respectivamente.
España es el conjunto que más balones recupera (82) y el que más faltas ha hecho (32). Y todos estos datos no van acompañados de la exuberancia ofensiva de antaño. Por ejemplo, suma apenas un 51,5% de media de posesión entre los dos partidos (es la 14ª del torneo) y ha realizado 89 ataques, por los 153 de Alemania, la otra selección que está recibiendo más elogios. Los jugadores presumen de estos datos. «Sabemos que con balón somos buenos, pero si apretamos y le ponemos ganas, si trabajamos como equipo sin balón, podemos recuperarlo pronto», decía Cucurella tras el segundo choque.
Así las cosas, las miradas se vuelven hacia Carlos Cruz (Móstoles, Madrid, 1986). Él es el preparador físico del equipo, y atiende a EL MUNDO con un punto de timidez: «Es que no me gusta hablar», se disculpa en las bambalinas de la zona de prensa que la Federación tiene en Donaueschingen. Trabajó en las categorías inferiores del Madrid y lleva muchos años con Luis de la Fuente. «Estamos en condiciones normales, no superlativas. Estamos bien», explica quitándose importancia, algo que ocurre durante toda la charla. Sonríe cuando se le recuerdan todos los datos que hablan de una locomotora.
«Tenemos 26 jugadores y 26 estados de forma diferentes», cuenta para explicar que, a la llegada a la concentración, a todos los futbolistas se les realizaron una serie de pruebas, entre ellas unos análisis de sangre. A partir de los resultados de esos análisis, «buscamos equilibrar, buscar los estados óptimos en la recuperación. La competición nos va a ir poniendo en forma. Lo importante es que recuperen bien y a partir de ahí, trabajar», cuenta en un tono didáctico. Hay una cosa muy importante. La selección, su staff, tiene a su disposición los últimos avances tecnológicos. Los sistemas de tracking (un software que detecta los movimientos del jugador, su intensidad, su relación con otros compañeros y con el balón), los chalecos GPS (para medir los esfuerzos y las distancias, el gasto calórico, etc...) y la Inteligencia Artificial. Pero...
Cucurella, en una pugna con Chiesa.AP
«Pero la comunicación con el jugador es lo más importante. Es una comunicación subjetiva, no apoyada en datos, pero yo me fío más de lo que me dice un jugador sobre cómo se siente, si está fatigado o no, que de lo que me dicen las máquinas», sorprende Carlos, un chico delgado, inquieto, que estos días, junto a los médicos y a la nutricionista, Toscana Viar, tiene una obsesión: «Estamos haciéndoles tests de hidratación a los jugadores, para ver qué nivel de hidratación tienen, también antes y después de los partidos». De ahí sale una dieta y unos niveles de ingesta de líquidos mínimos para cada futbolista. Nada queda al azar en un equipo profesional. Y menos en este que aspira a ganar la Eurocopa.
De nuevo insiste Cruz en que no está España en un nivel superlativo. «Estamos bien. En virtud de nuestro modelo de juego, los jugadores, que son fantásticos, están haciendo lo que pedimos. El objetivo principal es el resultado, pero queremos conseguirlo a través del juego», cuenta. Y Laporte, que sabe de esto, lo corrobora. «Es nuestro ADN. Nosotros no somos un equipo que sepa esperar, somos un equipo de presionar, de correr mucho, de ser generosos en el esfuerzo. Es lo que nos pide el entrenador y lo hacemos», reflexiona.
Términos técnicos
Carlos, hacia el final de la conversación, descubre algunos de esos términos que para los profanos suenan a coreano. «Vamos recopilando datos de los jugadores todo el año y vemos el crónico agudo de ese estado físico del jugador». Eso, el crónico agudo, viene a ser... Es mejor no intentar explicarlo, porque el jardín es de los severos, y Carlos pone cara de que tampoco es fácil explicárselo a un profano.
«Tenemos jugadores con 5.500 minutos en la temporada y otros con 1.200. Por eso la comunicación con ellos es importantísima. Son muy buenos técnicamente, son muy buenos tácticamente y son muy buenos también físicamente», concluye, diciendo que no están pensando en los octavos, sino en llegar bien al partido ante Albania. Pero Luis, su jefe, es más explícito. «El próximo partido nos permite refrescar un poco al equipo».
Dos Titanes se escaparon del Olimpo para aterrizar en Riad y reclamar su época en el mundo del boxeo. Dos furias históricas, campeones del mundo, que se volvían a encontrar bajo los rayos ficticios del Kingdom Arena, el espacio de los reyes. Solo uno podía reinar en la tierra y fue el indiscutido e imbatido campeón de los pesos pesados.
Oleksander Usyk es un Dios del boxeo (23-0-0). Así lo estimaron los jueces de la contienda de manera unánime por 116-112. Una decisión quizás sorprendente. Al menos para Tyson Fury (34-2-1), que no quiso comparecer tras ver como el árbitro levantaba el brazo del ucraniano tras escuchar el veredicto. "He ganado, soy atleta, no juez", respondió Usyk a la pregunta del presentador sobre la decisión.
Lo cierto es que fue una pelea igualadísima. En la que los boxeadores llevaron hasta el límite sus estrategias para ganar el combate. Usyk exhibió una gran movilidad y entradas rápidas al pocket con salidas igual de veloces. Golpes al cuerpo para abrir la guardia del británico y conectar luego, generalmente, con su poderosa izquierda.
Fury quiso siempre mantener la distancia con rápidos jabs y luego buscando su poderoso uppercut, a veces al cuerpo, a veces al mentón. Pero lo cierto es que le costaba conectar más puñetazos que al ucraniano. A mitad de la contienda iban 60/49 golpes acertados para Usyk.
Usyk rezando tras finalizar la pelea.Frank AugsteinAP
Sorprendió el desarrollo de la misma. Comenzó como se esperaba, con algo más de dominio del púgil británico y luego con el ucraniano recuperando terreno a medida que pasaban los asaltos. Sin embargo, Fury se guardó energía para discutir el final de Usyk, con un vigor inusitado para un hombre de casi 130 kilos en la báscula.
Quizás la pelea se le escapó en la efectividad y en los asaltos centrales. No llegó ninguna caída, pero fue Usyk quien más veces conectó con el mentón y con el ojo derecho de Fury, que acabó muy hinchado al finalizar el combate. El ucraniano movió sus poco más de 100 kilos hasta el último asalto, en el que el británico le buscó desesperadamente, pero no le encontró.
Cabreo de Fury
El combate terminó para Usyk como empezó, arrodillado y rezando. Muy devoto el púgil ucraniano, pero este combate no se lo dedicó a su difunto padre sino que fue a su madre. "Le dedico la victoria a mi madre que se preocupa mucho por mi y me lo dio todo", comentó en el micrófono del presentador de la velada.
En mitad de su entrevista se coló Daniel Dubois, el contendiente con el que rechazó pelear por el cinturón de la FBI, para permitir la revancha de Fury. Revancha que no se llegó a dar por, según el ucraniano, su preparación y su familia. "Me he preparado muy bien, Mi mujer me ha ayudado, mi hijo me ha ayudado, que justo hoy ha ganado un cinturón de judo y me ha dicho después: "Papá, tu eres el siguiente".
Dubois pidió pelear contra Usyk, que retiene los cinturones de la CMB, AMB, OMB, y parece que el ucraniano, ahora sí, va a conceder el deseo al púgil británico. Se diría que todo queda, de nuevo, entre Ucrania y Reino Unido. O entre la Tierra y el Olimpo. Pero Usyk, el Rey de los Titanes, reina en ambos lugares.
Scottie Scheffler podrá dormir hoy tranquilo, al lado de su chaqueta verde y su mujer Meredith, en los últimos días de su embarazo. Lo único que podría haber cambiado el curso del segundo Masters en las vitrinas del americano, hubiera sido una venida adelantada del primer hijo de la pareja, cuyo nacimiento estaba previsto para finales de mes. Scheffler ya advirtió que fuera como fuera en el torneo, si está circunstancia sucedía, abandonaría de inmediato el Masters.
Afortunadamente no fue así y el tejano ganó con apabullante facilidad en una jornada final que controló de principio a fin, sin encontrarse ni un solo momento de zozobra. Cuatro golpes bajo el par (68) fueron suficientes para cerrar con -11, y disfrutar de todo el reconocimiento de camino a la bandera del último hoyo. Desde el PGA Tour respiran tranquilos, el máximo exponente actual del Circuito Americano, defendió el honor frente a la amenaza de los 13 jugadores del LIV golf. Su triunfo supone el tercero de la temporada tras Bay Hill y The Players para el indiscutible número uno del mundo.
Scheffler arrancó con birdie en el hoyo 3, marcó dos tropiezos en el cuatro y hoyo siete, que no tardó en recuperar con tres hoyos de aciertos consecutivos del ocho al 10. A estas alturas el único que parecía con suficiente empuje como para pelear la victoria, era el sueco Ludving Aberg, un inexplicable caso de un jugador novato que esta semana competía en el primer torneo del grand slam de su vida, aunque su templanza parecía a la de todo un veterano con miles de tiros pegados en Augusta National. Aberg cerró los primeros nueve hoyos con -3, pero en el hoyo 11 sufrió los rigores del Amen Corner, con una bola al agua y un caro doble bogey. Game over. Fue el momento que Scheffler necesitaba para despegarse y sentenciar el Masters con birdies en el 13, 14 y 16. A Aberg (-7) le queda el consuelo de convertirse en el mejor debutante en la historia del Masters, ninguno había terminado entre los cinco mejores del torneo.
Jon Rahm, con +9 cuajó su peor Masters de Augusta de los siete que lleva disputados, tuvo que esperar en el club un par de horas antes de colocar a Scheffler la chaqueta verde, que hace un año le impuso el norteamericano al español. Rahm extiende su racha de sequía precisamente al Masters de 2023, aunque el de Barika quita hierro al asunto: "a ver, no nos volvamos locos, que tampoco era yo Tiger en el 2000. En este deporte, algo pequeño puede hacer que ganes o que no, no estoy preocupado... ya llegará", comentaba.
A quién deberían sacar a hombros si los rectores de Augusta National lo permitieran es a José María Olazábal, el jugador de 58 años no solo pasó el corte, una ronda de par hoy le dejó empatado con Jon Rahm en el puesto 45º de la clasificación y con unas sensaciones de juego olvidadas ya en la carrera del dos veces ganador del Masters. "Esta semana de drive ha sido de las mejores en mucho tiempo... en años y no te estoy diciendo uno y dos. Yo tenía mis sospechas de lo que estaba haciendo mal y me las han confirmado el trabajo con Butch Harmon, así que he salido de dudas. Ahora, lo que me está costando es la bajada del swing, pero después de tantos años es normal".
En este Masters extraño, atípico, Tiger Woods terminó en última posición de los que habían pasado el corte, y la peor actuación de su carrera en el torneo que ha logrado ganar hasta en cinco ocasiones. Scheffler pareció el único en imponer cordura en el primer major del año, todavía sin noticias de una posible unificación y paz en el golf mundial.