Con sólo 21 años y en los inicios de su carrera, tendrá este sábado en Nueva York su gran oportunidad. “Me gustaría vivir de esto, emanciparme”, dice aún sin sponsors ni otras ayudas. El boom del boxeo femenino le favorece
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¿Quién será la gran estrella de los Juegos de París? Sólo Biles opta al trono que dejó vacío
Hace tres años, en el Ariake Gymnastics Center de la bahía de Tokio, Simone Biles se retiró al vestuario, se puso encima un enorme albornoz blanco y salió a anunciar al mundo entero que se retiraba de los Juegos Olímpicos. Iba a ser la estrella, tenía que ser la estrella, pero ya no podía ser la estrella. Con su decisión construyó un enorme debate sobre la salud mental en el deporte de élite, la presión de la competición, la incomprensión pública, incluso el efecto a largo plazo de los abusos sexuales, pero también dejó un enorme vacío.
Si en Múnich 1972 el rey fue Mark Spitz; en Montreal 1976 la reina fue Nadia Comaneci; en Los Ángeles 1984, Carl Lewis; en Barcelona 1992, el Dream Team; en Atlanta 1996 lo fue Michael Johnson; y en Pekín 2008 reinaron Michael Phelps y Usain Bolt; en Tokio 2020, Biles tenía reservado el trono. Y sin ella nadie ocupó su sitio. "No quiero ser una estrella, no he nacido para ello", llegó a proclamar el nadador estadounidense Caeleb Dressel, que se colgó cinco medallas, el que más, y pocos meses después cayó en una profunda depresión.
Hoy los Juegos Olímpicos de París 2024 arrancan con el puesto de máxima estrella, de leyenda, de emblema todavía vacante. ¿Quién será el mayor o la mayor protagonista? Quién sabe, aunque la aspirante mejor situada vuelve a ser quién era: Biles. Apenas se recuerda, pero después de su catarsis de mareos y lágrimas, la gimnasta estadounidense se apuntó al último día de competición en Tokio para ganar un bronce en la barra de equilibrios, su peor aparato, y dejar escrito un mensaje: "Volveré".
Desde entonces la cuatro veces campeona olímpica en los Juegos de Río 2016, ha vivido todo un proceso de curación que pasó por no competir dos años, acudir a terapia para evitar esos temibles twisties y, entre otras cosas, recibir una medalla de honor de manos de Joe Biden o casarse con el jugador de la NFL Jonathan Owens. A mediados del 2023 regresó con tanto éxito que dominó el último Mundial. A partir del martes 30 -el domingo será la clasificación-, en el Bercy Arena de París encontrará la competencia de otras gimnastas como la brasileña Rebeca Andrade, amiga suya, compañera de entrenamientos, pero principalmente dependerá de ella misma.
Si sostiene todo el peso que tiene sobre sus hombros no sólo ganará, también reinará. Si no lo hace, hay pocas candidaturas más. De hecho, la otra que más reluce también tiene nombre de mujer y concretamente nombre de mujer estadounidense: Katie Ledecky. La nadadora tiene en sus brazos y en sus piernas un récord de los que quedan en el recuerdo: si vence en las tres distancias que disputará se convertirá en la deportista con más oros de la historia de los Juegos.
Dueña ya de siete, sumará 10, uno más que la ucraniana Larisa Latynina, mito de la gimnasia antes de Biles. En su contra su timidez y su apuesta absoluta por el fondo, las pruebas menos espectaculares de la natación. A sus 27 años y después de 12 en la élite -en Londres 2012 ya ganó un oro-, Ledecky ha abandonado los 200 metros y los relevos cortos para situar todas sus opciones en los 400 metros que disputa mañana, los 800 metros y los 1.500 metros. En la piscina no hay nadie con su historial, pero podrían surgir nuevas estrellas.
El público local espera que triunfe Leon Marchand, especialista en mariposa, y en los 100 metros libre se vivirá un duelo eléctrico entre el rumano David Popovici y el chino Pan Zhanle, ambos recientes plusmarquistas mundiales. Necesitarán volar y derrochar carisma para saltar las fronteras de su propio deporte, pero podrían hacerlo.
Como podría hacerlo el velocista Noah Lyles en el tartán del estadio de Saint Denis o como ya ha hecho Eliud Kipchoge, leyenda haga lo que haga en el maratón. En realidad, lo más probable es que nuevamente el protagonista o la protagonista de los Juegos no estén en el atletismo y la natación y esté en el tenis, con todos los ojos mirando a Carlos Alcaraz o en el baloncesto, con otro Dream Team (Lebron James, Stephen Curry, Kevin Durant, Jayson Tatum, Joel Embiid) en acción y el fenómeno Victor Wembanyama en su casa.
Faltan estrellas, siempre falta alguien, como el maratoniano recientemente fallecido Kelvin Kiptum, algunos rusos sancionados como el nadador Evgeny Rylov o quienes renunciaron, como Kylian Mbappé o Tadej Pogacar, pero unos Juegos Olímpicos no esperan a nadie. Un trono está libre y quien lo ocupe posiblemente será una mujer.
El asalto de Arabia al tenis mundial: 2.000 millones y 90 días para contestar
Ya es sabido: Arabia Saudí quiere adueñarse del deporte a toda prisa. Primero fue la Fórmula 1, con un Gran Premio propio y una oferta para comprar el Mundial. Luego el fútbol, con los fichajes de Cristiano Ronaldo, Karim Benzema o Neymar. Después el golf, con la creación del LIV Golf y el acuerdo con estrellas como Jon Rahm. Recientemente el boxeo, con las últimas veladas de Tyson Fury y Anthony Joshua. ¿Y qué toca ahora? El tenis.
Antes del Masters 1000 de Madrid de mayo, la ATP, la WTA y varios de los torneos más grandes del mundo deben decidir si se venden al archimillonario fondo soberano del país árabe (PIF) o si siguen su propio camino. La primera opción es más fácil: el dinero todo lo simplifica. La segunda opción es romántica: el deporte mantendría su independencia. ¿Qué se decidirá? Nadie sabe. Pero parece que Arabia Saudí se saldrá con la suya.
La vía más idealista es demasiado compleja. Desde hace varios meses, los cuatro Grand Slam trabajan para crear un circuito nuevo llamado Premier Tour que otorgue más importancia a los Masters 1000 y blinde el calendario: habría 14 torneos para los 100 primeros y las 100 primeras del ranking y el resto, los actuales ATP 500 y ATP 250, quedarían reservados para jóvenes y aspirantes. Con ello, se aseguraría a las televisiones más duelos entre los mejores del mundo, se evitaría la actual sobresaturación de partidos, se pondría orden en el actual caos organizativo y se avanzaría en la fusión entre ATP y WTA. El problema, como siempre, es el presupuesto.
Para desarrollar el proyecto se necesitan inversores, que todos los torneos ganen más que ahora y, entre otras cosas, convencer a los jugadores. El circuito masculino genera 270 millones de euros anuales por los 105 millones que genera el circuito femenino y unirlos podría suponer un perjuicio para los tenistas.
Millones para todos
Por eso la oferta de Arabia Saudí se supone vencedora. Según informaba esta semana 'The Telegraph', el PIF ha ofrecido 2.000 millones de dólares a la ATP, la WTA y a los organizadores de torneos para crear un circuito unificado de hombres y mujeres con premios abundantes para todos. Como en el Premier Tour sólo jugarían los y las 100 mejores, se ordenaría el calendario, se multiplicarían los beneficios y se obtendría un deporte igualitario, pero habría una diferencia: los Grand Slam no estarían al mando.
Podrían unirse al proyecto, sí, pero no serían los impulsores y está por ver su importancia en el calendario. El sábado pasado, en los primeros días del Masters 1000 de Indian Wells, el actual presidente de la ATP, el ex jugador Andrea Gaudenzi, se reunió con los responsables de los Masters 1000 para explicarles la propuesta e invitarles a responder lo más rápido posible. La propuesta de Arabia tiene 90 días de caducidad y el tiempo corre.
Ahora es el momento de las negociaciones,. La ATP ya había firmado un extenso patrocinio con el PIF, varios eventos ya tenían empresas saudíes como sponsors y muchas estrellas ya han sucumbido ante los encantos saudíes. Rafa Nadal, embajador del país, es el gran ejemplo, pero Novak Djokovic, Carlos Alcaraz, Daniil Medvedev, Jannik Sinner y Holger Rune también habían aceptado jugar un torneo de exhibición allí el próximo otoño.
En realidad, en el tenis, de momento, sólo ha aparecido una voz realmente contraria a Arabia Saudí. Craig Tiley, el responsable del Open de Australia, era el ideólogo del Premier Tour y ahora su proyecto, su figura e incluso su Grand Slam están en riesgo. Arabia Saudí siempre ha querido un Masters 1000 y si acaba montando su propio circuito organizará un torneo en invierno, cuando el clima allí es más aceptable. Si eso ocurre, el evento de Melbourne podría volver a perder su relevancia, su prestigio, su cartel. En definitiva, como le pasó antes a otros deportes, el tenis está ahora en la encrucijada: o venderse a Arabia Saudí o seguir su propio camino.