Estaba Jon Andoni Pérez Alonso, Bolo, planificando la luna de miel con su mujer por los Estados Unidos tras casarse aquel verano del año 2000 cuando recibió una llamada agridulce. Tenía que cancelar su viaje porque debía incorporarse a la pretemporada del equipo antes de tiempo, al Rayo Vallecano le había ‘tocado la lotería’. “Fue una sorpresa, la verdad, porque habíamos hecho una buena liga, pero terminamos entrando en Europa por el Fair play”, explica a EL MUNDO el protagonista.
Hace justo 25 años, el Rayo Vallecano consiguió plaza europea en el sorteo que realizó la UEFA entre equipos con menor número de tarjetas, mayor respeto a árbitro y rivales y mejor comportamiento de aficionados. Hoy juega ante el Shkendija por méritos deportivos y se estrena en la Conference en el mismo estadio de Vallecas que entonces. O parecido.
El tercer equipo de Madrid estaba en Europa, aunque debía jugar la fase previa ante un equipo andorrano, el Constelació. El total fue de 16-0, 10 goles en Andorra, la mayor goleada a domicilio en la historia europea, y 6 en Vallecas para entrar en la segunda competición continental. “Era un torneo importante con equipazos”, destaca Sergio Ballesteros, otro de los integrantes de esa plantilla. Pero hubo un borrón: la lesión del capitán, Cota, que se partió la tibia en el partido de vuelta.
Iniciaba entonces el Rayo su andadura en Europa que le llevaría por Noruega, Dinamarca, Rusia y Francia. “Fue una compensación de esa luna de miel no disfrutada porque pude ir con mi mujer a esos destinos, el problema es que en todos hacía mucho frío”, recuerda Bolo, el primer goleador europeo de la historia del club vallecano. Un tanto que “tiene grabado” y del que le enorgullece que le recuerden.
Bolo, tras anotar en Molde.EFE
El gol fue precisamente ante el Molde noruego, el equipo con “el estadio más bonito” que han visto los integrantes de aquella plantilla, en el minuto 16 del primer partido del equipo madrileño. “Fue el primer desplazamiento largo y ver ese campo y los fiordos…”, cuenta Bolo. Afortunadamente, ocurrió en septiembre. Visitarían luego Dinamarca a principios de noviembre, donde darían cuenta del Viborg bajo una intensa “tromba de agua” hasta la recordada eliminatoria ante el Lokomotiv de Moscú en dieciseisavos. “Son experiencias brutales: el desplazamiento entre semana, ir al extranjero conocer otros países”, califica Ballesteros.
La expedición del Rayo por Moscú.AP
El chárter del equipo madrileño en el que la presidenta Teresa Rivero invitó a empleados y familiares del club aterrizó en Moscú con -16 grados a finales de noviembre. A la expedición le sorprendió que las madres moscovitas llevaran a sus hijos recién nacidos “en carritos que parecían trineos”. Lo primero que hizo Rivero, como en cada desplazamiento del club, fue ir a rezar a una iglesia. Lo que pediría la mandataria queda entre ella y Dios, pero ese año, curiosamente, el Rayo eliminó al líder de la liga rusa, de la liga danesa y de la francesa.
En Rusia fue una cuestión más de supervivencia, se hicieron hogueras en el descanso en el vestuario para calentar las manos y los pies, que de fútbol. “Éramos muy intensos, defensivamente fuertes atrás y muy verticales, con contras rápidas, Míchel y Mami Quevedo eran muy buenos, pero su calidad era para hacer transiciones rápidas”, recuerda Sergio Ballesteros. El defensa no se olvida como en el vuelo de vuelta fueron comiéndose el caviar a cucharadas y lo rico que estaba ese manjar que nunca ha vuelto a comer.
Los rayistas, tras eliminar al Girondins.EFE
Gesta interrumpida
Así, el Rayo fue pasando rondas, en octavos eliminó al Girondins de Burdeos, hasta encontrarse en los cuartos de final con aquel milagroso Alavés. “Los otros, cuando les tocaba el Rayo se imaginaban un equipo más fácil y se daban cuenta que era muy difícil ganarnos”, cuenta Bolo, pero Ballesteros secunda que los vitorianos no sólo sabían cómo se las gastaban en Vallecas, sino que ese año “eran un equipo muy fuerte”. “Fueron superiores”, concluye el defensa sobre una eliminatoria en la que “apenas tuvieron opciones”.
De hecho, el Alavés llegaría ese año a la final ante el Liverpool en aquel mágico partido de Javi Moreno que no sirvió para conquistar el trofeo. De aquella época, se guardó en la grada de Vallecas el famoso cántico de: “El año que viene Rayo – Liverpool”. “Éramos una familia y gracias a ello conseguimos todo eso”, razona Bolo y Ballesteros habla de “piña”.
Siguen teniendo un grupo de Whastapp de aquella época, “la mejor de mi vida personal y deportiva”, se casó y tuvo a su primer hijo, cuenta Bolo y por la que sigue siendo “del Rayo a muerte”. Ballesteros también la recuerda con mucho cariño, aunque terminara dejando el fútbol porque ya “tiraba más la familia que la pasión por el fútbol”.