Sarina Wiegman (La Haya, 55 años) es una leyenda de los banquillos que ha hecho de los grandes torneos su reino. En él se ha colado esta vez otra mujer, Montse Tomé, dispuesta a poner un lunar en la asombrosa carrera de la neerlandesa. La de esta tarde en Basilea será su quinta final consecutiva desde 2017, lo que la convierte en referencia indiscutible de los banquillos del fútbol, femenino y masculino. Nadie ha logrado un hito similar en la era moderna, aunque sólo alzó dos títulos.
Su meteórica carrera contempla equipos masculinos como el Sparta de Rotterdam, donde fue ayudante para completar sus prácticas en los cursos de entrenador y convertirse en la tercera mujer en Países Bajos en conseguirlo. Esa experiencia, en medios y competitividad, quiso conducirla al fútbol femenino para que empezara a parecerse al que ella había conocido como jugadora en Estados Unidos. Sarina obtuvo la licencia UEFA apenas seis meses antes de que la Federación de su país le entregara el control de la selección femenina. Faltaba medio año para la Euro que se organizaba allí en 2017. Y Wiegman la ganó.
Después llevó a Países Bajos a disputar la final del Mundial de Francia en 2019 ante la poderosa Estado Unidos de Megan Rapinoe. Fue en 2020 cuando decidió dar el salto a Inglaterra para ponerse al frente de las lionesses y liderarlas a ser campeonas de la Eurocopa 2022 y después subcampeonas del mundo en 2023. Ahora afronta el reto de mantener el cetro europeo mientras, con 17 partidos en fases finales europeas, rompe el récord de 15 que compartían la inglesa Hope Powell y la alemana Tina Theune.
Pocos cambios, pero significativos
En esta ocasión no ha sido precisamente un paseo. Wiegman vio cómo Inglaterra perdía su primer partido contra Francia y sufría para superar a Suecia en cuartos y a Italia en semifinales. «Casi la matamos dos veces en este torneo. Sin duda, la hemos envejecido», reconocía Ella Toone. La supervivencia de las británicas hay que buscarla en el carácter competitivo de la seleccionadora, que de niña decidió cortarse el pelo como un chico para que la confundieran con su hermano gemelo y poder jugar al fútbol.
Fue la primera neerlandesa, hombre o mujer, que alcanzó los 100 partidos con la selección nacional. Formada bajo el aura de Johan Cruyff, como toda su generación, ha despertado elogios entre colegas como Louis van Gaal. «Tengo mucho respeto por Sarina. Para los hombres, todo está dado. Lo suyo es más difícil».
Wiegman acerca el balón a Bronze durante la semifinal ante Italia.
Como entrenadora está en pleno proceso de rejuvenecer a un grupo establecido en la cima y, por tanto, sometido a una exigencia extrema. De él se bajó la portera Mary Earps, retirada, y en mayo la segunda capitana, Millie Bright. Ahora el debate lo generan el buen momento de suplentes como Chloe Kelly o la joven de 19 años Michelle Agyemang, ambas decisivas ante Suecia e Italia pero a las que Sarina no dará la titularidad ante España. «Tengo un plan», advierte la seleccionadora, que conmueve a las futbolistas gracias a su apasionada dialéctica. «Las charlas antes de los partidos nos motivan», dice Toone.
Su carácter, y sus resultados, la propulsaron incluso en la quiniela de la FA para cuando llegase el momento de sustituir a Gareth Southgate al frente de los Three Lions. Hubiera sido otro hito en su trayectoria, pero la decisión final fue Thomas Tuchel. Por si alguien pensaba que su tiempo en Inglaterra había terminado, el CEO de la FA, Mark Bullingham, dejó claro que no piensan permitir que Sarina cambie de aires, pase lo que pase hoy. O ella o Montse Tomé se convertirán en la octava mujer en un banquillo que gana una Eurocopa. Desde 1997, ninguna selección campeona la ha dirigido un hombre.