En las 29 curvas de herradura del Colle delle Finestre, en sus ocho kilómetros finales de grava sin asfaltar, allá donde hace siete años Chris Froome dejó para la historia una de las exhibiciones más grandes que recuerda el ciclismo moderno, allá, entre Val di Susa y Val Chisone, en los Alpes Cocios, se resolverá el Giro de Italia que nadie acertó a predecir. Camino de Sestriere, ni Primoz Roglic, ni Juan Ayuso, serán dos latinos los que se desafiarán al sol en una de las subidas más bellas y míticas de Europa, 18 kilómetros en total de sufrimiento y pasión.
Para saber más
Isaac del Toro, tanta frescura que cuando le preguntan dice que aquello de Froome en 2018, ese ataque a 80 kilómetros de meta para arrebatar el rosa precisamente a un Simon Yates que sigue en la pelea (tercero en discordia, a 1:21 del liderato, aunque ayer no dio muestras de fortaleza), fue «mágico, apasionante», aunque entonces él era un niño de 14 que soñaba en el desayuno con las grandes gestas de ciclistas que llegaban de Europa, un país, el suyo, ahora apasionado pero sin tradición.
Y el retador Richard Carapaz, 43 segundos de desventaja (dos más perdidos en Champoluc por la bonificación), que se sabe ante una de las últimas opciones de su vida de sumar otra grande (a unir al Giro de 2019), pues estos jóvenes ambiciosos no dejan ni las migajas. Y desafía en la llegada del Valle de Aosta, donde no pudo soltar al Torito, pese a su ofensiva con todo en la quinta ascensión del día, Antagnod: «Mañana (por hoy) será un día diferente. Será algo más largo, más serio. Todos sabemos la dureza que tiene. Todavía queda mucho».
Cima Coppi
No fue un viernes de valientes, pero será un sábado sí o sí para ganar o perder, más de 200 kilómetros desde Verrès, con dos puertos de previa antes de la Cima Coppi (el puerto más alto por el que transitan los ciclistas durante cada edición de la Corsa Rosa), el Finestre que subirá el Giro por quinta vez en su historia, y la meta en Sestriere, a más de 2.000 metros de altitud.
Del Toro salvó el penúltimo día de montaña -la victoria fue para Nicolas Prodhomme, quien resistió desde la numerosa y permitida escapada del día- con una solidez que ya está empezando a dejar de sorprender. Se siente pleno, como si la presión no le afectara, 11 días ya con la maglia rosa. Como si calaran en él los mensajes que le manda desde la distancia su amigo y mentor Tadej Pogacar. Le preguntan si, de sentirse con fuerza, será capaz incluso de atacar en Finestre para coronar su hazaña con una victoria. Y el chico, con un gorro de lana del UAE Team Emirates para resguardarse de un frío que no hace en Champoluc, se queda callado 20 segundos, mira a un lado y a otro, esboza una media sonrisa que desata las carcajadas de los enviados especiales y no pronuncia palabra. «No me asustaré por lo que venga este sábado. Es genial estar en esta posición», celebra después el niño de rosa, que no deja de agradecer a su equipo y bromea con los periodistas: «Tengo las mismas opciones que tenía cuando empecé el Giro. ¿Tú me veías en rosa o no? [niega] Veremos mañana».
Entre México y Ecuador, entre el joven Del Toro y el veterano Carapaz, entre dos latinos que no entraban en ninguna de las quinielas. El Giro en Roma hablará castellano aunque haya estado maldito para los españoles. Pero antes hay que sobrevivir a Le Finestre.