Pérez de Vargas se enfrenta a un disparo de Vujovic.Piotr HawalejAP
Cuando nos hallábamos todavía bajo la impresión de los 11 guiris iniciales del Madrid en el partido contra el Villarreal, se nos echó encima el Mundial de balonmano, que durará hasta el 29. Se trata, obviamente, de una competición por equipos naciona
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"No hay quinto malo" en los toros. En el deporte, en el atletismo, sí, según las expectativas. Dani Arce reunía la mayor parte de los pronósticos para hacerse con la medalla de oro en los 3.000 metros obstáculos. Llegaba con la mejor marca europea del año (8:12.28) y había producido la impresión más consistente en las semifinales. Es un atleta grande, corpulento, no da la imagen enjuta del especialista en obstáculos. Pero es potente y con una notable fuerza terminal.
Cuando el italiano Osama Zoghlami, nacido en Túnez, se escapó desde el principio con un tranco suicida, fue quien dirigió las operaciones de captura. Nadie le echó una mano. ¿No era el favorito? Pues que se comportara como tal. Era el más interesado. Zoghlami fue atrapado con el toque de campana, Dani encabezaba el estirado grupo. No llevaba buena cara, pero la zancada seguía siendo larga.
La cara y la zancada fueron empeorando progresivamente. En la última recta, Dani era un corpachón bamboleante. Estuvo a punto de caer tras superar el postrer obstáculo. Delante de él, las medallas ya se las jugaban otros. Cayeron del lado del francés Alexis Miellet (8:14.01), su compatriota Djilali Bedrami (8:14.36) y el alemán Karl Bebendorf (8:14.41).
El español, exhausto de cuerpo y destrozado de mente, acabó quinto con 8:16.70. Permaneció largo tiempo de bruces en el suelo, inmóvil, consciente de que había fallado a todos, empezando por él mismo. Pero había luchado con todas sus energías y no mereció reproche alguno.
Otra posible, casi segura, medalla voló al limbo de las ocasiones perdidas cuando Yulenmis Aguilar, otro de esos nombres cubanos acogidos por la antigua Madre Patria, no se clasificó para la final de lanzamiento de jabalina. Debutante internacional con su nueva bandera, traía la segunda mejor marca de las participantes (63,90). Se quedó en 57,27, en decimotercera posición, a una de, pese a todo, meterse en la pomada. No está curada del todo de una lesión de hombro y, al parecer, ha estado tres días con fiebre. El fiasco tiene justificación, pero no consuelo.
Mario García Romo no levanta cabeza esta temporada. Con 3:44.30, no entró ni por puestos ni por tiempos (le faltaron una y dos centésimas para superar cualquiera de los dos últimos cronos) en la final de los 1.500 del miércoles. Sí, por fortuna, Adel Mechaal e Ignacio Fontes, recalificado al reconocérsele perjudicado por un atleta que había caído delante de él. Jakob Ingebrigtsen es inabordable. Pero tras él se extiende una tierra virgen.
Una de las marcas del Campeonato corrió a cargo de la polaca Natalia Kaczmarek en los 400 metros. En una lucha cerrada con la irlandesa Rhasidat Adeleke, cerró el crono en 48.98, registro líder mundial del año. Adeleke (49.07) bajó amplísimamente de los 50 segundos, la frontera de la gran clase internacional. Al borde se quedó la imponente neerlandesa Lieke Klaver (50.08). No está en su mejor forma.
Como en el Viejo y Salvaje Oeste, en el Viejo y Salvaje adoquinado del Viejo y Salvaje Tour de Flandes, dos jóvenes pistoleros frente a frente: Tadej Pogacar (26 años) y Mathieu van der Poel (30). Pero no hubo duelo. El más joven mató de lejos, con el rifle, no con el revólver. Y Van der Poel no fue segundo, sino tercero de un grupito formado también por Mads Pedersen (segundo), Wout van Aert (cuarto) y Jasper Stuyven (quinto). Pogacar conquista su segundo Tour de Flandes y su octavo Monumento. Es su victoria número 92. Antes de ella, ya era el heredero de Eddy Merckx. Ahora, a partir de ahora, desde ahora mismo y más que nunca hay que empezar una cuenta atrás en una suma adelante para saber de una vez por todas si Poggy superará a Eddy.
¿Cómo encontrar palabras nuevas para glosar la gesta de este muchacho? Imposible. Habrá que recurrir a las viejas, a las de antes, a las de estos últimos años. Por un lado, están gastadas por repetidas. Por otro, recién abrillantadas por la misma razón. Pogacar las renueva en los mismos términos deslumbrantes, a la vez que las amontona unas sobre otras, sin fatigar. Aunque conocidas, les proporciona un sentido nuevo.
La carrera, claro, tuvo muchos nombres a lo largo de sus 269 kilómetros y sus 23 tramos para la tortura de los adoquines y las cotas. Pero resumiéndola en Pogacar la explicamos de sobra. Él la rompió de verdad, él la manejó, él la remató. Para ganar en Flandes hay que ser un purasangre retinto en percherón. Pogacar es un purasangre virado a purasangre aún mayor, aún mejor.
Él saltó a 56 kilómetros de la llegada. Le respondieron Van der Poel y algunos más. El neerlandés, que se cayó sin, al parecer, consecuencias en una montonera a 126 de la llegada, sería siempre el primero en reaccionar. Cuando Pogacar, en el segundo paso del Viejo (y Salvaje) Kwaremont, desencadenó su primer huracán, iban por delante, a poco más de un minuto, gentes ilustres: Ganna, Trentin, Ballerini, Benoot, Küng, Hermans...
Pogacar celebra su victoria en Flandes.ERIC LALMANDAFP
A lo largo de los ataques posteriores del esloveno en el Paterberg, en el Koppenberg, cortos muros alfombrados de granito, en el mismísimo infierno, unos y otros, éstos y aquéllos, fueron entrando, saliendo, retrasándose, renovándose en un rosario cambiante de héroes sufrientes. Todos los episodios terminaron con Pogacar en solitario y los cuatro perseguidores, exhaustos en su desesperación, tratando en vano de echarle el guante, la red.
Las heridas van minando la fortaleza. "Omnes vulnerant, postuma necat". Todas hieren, la última mata. La última herida que Pogacar infligió a los otros, la que los mató y remató, fue en el definitivo paso del Paterberg. Coronó con 24 segundos de diferencia. Le quedaban 13 para la meta, en solitario y con viento en contra. Todavía la aumentó hasta el minuto, en una demostración inigualable que convirtió a cuatro lobos salvajes en cuatro lobeznos domesticados. No comieron de su mano porque no la vieron ni la olieron.
Que el dios Flandes salve al rey. ¿A cuál? ¿A Merckx? ¿A Pogacar?