Un mes, sólo un mes, un mes exacto, ¡menudo mes! Hace un mes, el 8 de febrero, Paula Sevilla se presentó en el Campeonato de Madrid de pista cubierta con el gesto torcido. Velocista de siempre, especialista en los 200 metros, por ser castellano-manchega no le habían dado plaza para su distancia y sólo le permitían participar en los 400 metros. El doble de sufrimiento, el doble de agonía… ¿Para qué correr? A sus 27 años, se planteó quedarse en casa. De hecho, iba a quedarse en casa. Pero a última hora decidió probarse.
En las distancias cortas, los 100 metros, siempre se había visto eclipsada por amigas suyas como Maribel Pérez y Jael Bestué y, en el fondo, sabía que algún día tendría que probar con alargar sus sprints. Lo que ocurrió sorprendió a todo el mundo, sobre todo a ella. De repente, una cuatrocentista de clase mundial. En su debut registró una marca estratosférica, 51.79 segundos, y se convirtió en la segunda mejor española de siempre sólo por detrás de Sandra Myers. ¿Había sido casualidad? Imposible.
Un mes después, sólo un mes, un mes exacto, Sevilla se colgó este sábado su primera medalla internacional: bronce en los 400 metros del Europeo indoor. Con la inocencia de quien todavía no sabe por qué es tan buena, la española se atrevió a retar
"Correr no es una pasión para nosotros, correr es doloroso, pero nos proporciona un futuro mejor para nuestras familias", resume Patrick Sang, el entrenador de Eliud Kipchoge, cuando EL MUNDO le pregunta el motivo del éxito de los corredores kenianos. En la historia de los Mundiales de atletismo, Kenia es el segundo país en el medallero, sólo por detrás de Estados Unidos, pese a sus 47 millones de habitantes -como España- y su falta de infraestructuras. Aquí no hay centros de alto rendimiento, ni sistema de becas, tampoco hay gimnasios. Hay escasez de todo, desde el agua potable a las mismísimas zapatillas para correr. Entonces, ¿Por qué ganan tanto? Precisamente por eso.
Ganan porque lo necesitan. Ganan porque es su oportunidad. En el país hay jóvenes de clase media, especialmente en Nairobi y Mombasa, que cuentan con numerosos caminos para construir su porvenir, pero en las zonas rurales del Valle del Rift no hay muchas más salidas. En el libro 'Correr con los kenianos', el fisiólogo Yannis Pitsiladis, quizá el científico que más ha investigado el atletismo keniano, también asume que la pobreza es la clave del éxito: "La clave es el afán de triunfar. Para un niño de Kenia que va caminando al río a recoger agua o acude corriendo al colegio, si no acaba siendo atleta tampoco tiene demasiadas oportunidades. Por supuesto, también son necesarios otros factores, pero ese afán es la fuerza que los impulsa".
A 2.500 metros de altitud
¿Y cuáles son esos otros factores? En primer lugar, la altitud. Nacer y crecer alrededor de los 2.500 metros, en una planicie sobre un valle, proporciona a los corredores de la zona una ventaja innegable. Sus cuerpos están acostumbrados a la falta de oxígeno, su sangre es única, pero si necesidad y altitud fueran los únicos ingredientes también habría múltiples campeones de Bolivia o Perú, de Nepal o de otros países africanos como Ruanda o Lesoto. Hay más.
NN RUNNING TEAM
"El ugali, nuestro secreto realmente es el ugali", determina Laban Korir, liebre de Kipchoge en una broma clásica a los periodistas que buscan porqués. El ugali, una especie de gachas elaboradas con harina de maíz, no es milagroso, pero sí tiene algo que ver. En el campamento del NN Running Team en Kaptagat un cartel sorprende. Lejos de los complejos planes de nutrición que se suelen ver en Europa o Estados Unidos, el menú para todo el año de Eliud Kipchoge y compañía es de una sencillez absoluta.
Para desayunar, un día pan y otro, fruta y huevos duros. Para comer, arroz, alubias, patatas y col ¡cada día! Para merendar, nada o porridge. Y para cenar, ugali acompañado de carne de cabra o ugali acompañado de huevo y leche. En definitiva, carbohidratos limpios y algo de proteína, nada de grasas ni de azúcar. Sólo algún día se dan un capricho y un corredor hace chapati, que consideran una delicia, pero no son más que frisuelos salados. Kipchoge dice que Faith Kipyegon, doble campeona olímpica de 1.500 metros, es la mejor cocinera de chapatis y Kipyegon asegura que ese honor le corresponde al propio Kipchoge.
Campeones desde hace décadas
La mezcla resulta perfecta, altitud, pobreza y ugali, pero igualmente no resuelve el enigma. Las dietas de otros países en desarrollo también se basan en lo mismo y tampoco hay dinero para comprar pizzas o Nutella. "Al final el secreto del atletismo en Kenia es esto", asegura Geoffrey Kamworor, subcampeón mundial de los 10.000 metros en 2015, y señala el lugar donde está: el centro de entrenamiento de Kaptagat. "El atletismo es parte de nuestra tradición". Y ciertamente. Correr no es sólo parte de la vida de muchos niños kenianos, que acostumbran a hacerlo descalzos y con una técnica perfecta, correr también es lo que hacen sus ídolos. Pese a la amenaza del fútbol -especialmente de la Premier-, el atletismo en el valle del Rift es el deporte rey, parte de su cultura, algo único.
NN RUNNING TEAM
Desde los primeros campeones, en los Juegos de México 1968, Naftali Temu, Kipchoge Keino y Amos Biwott, la referencia de corredores como Kipchoge o Kipyegon, la existencia de los centros de entrenamiento y las muchas carreras locales forman un ambiente ideal para el desarrollo del talento. En los últimos años, con la llegada masiva del dinero de los maratones comerciales, el dopaje está distorsionado ese contexto, pero sería absurdo atribuir tan histórico éxito a las trampas. Los mejores corredores del mundo guardan secretos, pero no son más que la tradición, la alimentación, la altitud y la necesidad, sobre todo, la necesidad.
En 2008, el día después de que el Barça le metiera seis goles al Atlético en el Camp Nou, un niño se presentó en su colegio de Vic con la camiseta de su equipo. No era azulgrana y en su espalda no se leía Messi, Eto'o o Henry; era rojiblanca, en la espalda aparecía Agüero y se pueden imaginar las burlas. «Me daba igual, ganase o perdiese el Atlético yo me ponía la camiseta», explica Kevin Fernández, coordinador del Unió Esportiva Vic y seguramente el único colchonero de Vic, que este jueves disfrutará de un premio a toda una vida de pasión solitaria
En primera ronda de la Copa del Rey, el equipo de su pueblo, el Vic, de Liga Élite catalana, la sexta división española, contra el equipo de sus amores, el Atlético (19.00 horas, TDP). «Es el partido de mi vida, con una foto con el Cholo seré feliz para siempre», reconoce quien desvela una curiosidad: las entradas online para el partido se han vendido desde un ordenador con el escudo del Atlético.
«Soy socio no abonado desde hace siete años. De pequeño me gustaba mucho Fernando Torres y gracias a él empecé a seguir al Atleti, a coger este sentimiento. Después llegó un momento en el que no dormía si perdía el equipo, en cada cumpleaños me regalaban camisetas... Ahora voy al Wanda cuatro o cinco veces cada temporada», comenta Fernández que fue jugador del Vic, entrenador del Vic y ahora es su coordinador. Si debe decidir entre Atlético y Vic, mejor no responde.
El coordinador, Fernández, posa para EL MUNDO.Pedro SaladoAraba
«Muchos me preguntan a qué equipo animaré, pero es un partido para disfrutar, es el partido más importante de la historia del Vic», proclama el coordinador que asegura que todo funcionará. El campo, el Estadi Hipòlit Planàs, llenará hasta gradas supletorias para un aforo de más de 7.000 personas y el césped artificial está impecable, instalado hace sólo tres años. Se han vendido entradas por 35, 50 y 75 euros, muchas de las cuales a los propios jugadores.
El sueño de Diaby
«Cada jugador podía comprar 12, pero yo he conseguido 18. Pagando, eh. Y aún estoy pendiente de si consigo más para unos amigos que vienen de Francia», apunta Seidou Diaby, delantero del Vic, que repite una frase del coordinador, Fernández: «Es el partido de mi vida». «Sé que puede ser mi momento. Tengo 27 años, pero contra el Atlético me verá mucha gente, será una gran oportunidad», explica el goleador de familia senegalesa que todavía sueña. ¿Y si aún puede ser profesional? Criado en el club de su ciudad, el Mataró, desde niño quiso dedicarse a la pelota y todavía hoy se agarra a esa ambición.
«Cuando tenía 17 o 18 años ya grababa vídeos de mis jugadas y los enviaba a diferentes países. Me llamaron de Noruega y me fui allí, al Fram Larvik, un equipo de la tercera división de un pueblo llamado Torstrand. Me costó, la verdad. Era un fútbol muy físico y el clima era muy duro. La liga se paraba en las épocas de más nieve y en uno de esos parones me fui a Inglaterra. Un primo mío [Bambo Diaby] que juega en el Sheffield de la Championship, la segunda división inglesa, me consiguió varias pruebas y lo intenté. Luego estuve en el Gran Tarajal de Fuerteventura, en Francia...», relata Diaby.
Seidou Diaby, antes del entrenamiento.Pedro SaladoAraba
Trabajador en una fábrica de material hospitalario en Mataró, aún sigue en el camino de ser futbolista, cueste lo que cueste. La temporada pasada, por ejemplo, no vivió un descenso, ni dos, vivió tres descensos y pese a ello no desiste, no desiste, no desisten. No pudo salvar ni al Granollers, con quien empezó el año, ni al Etoile Maritime francés, que le llamó en invierno, ni a su Mataró, pero igualmente ahí sigue. «Cuesta aceptarlo, te planteas cosas, pero hay que seguir», anima Diaby que celebra el actual momento de su Vic.
El técnico forestal, el biólogo...
Líder absoluto de la Liga Élite catalana frente a históricos como el Palamós, goleó al Sporting de Mahón para hacerse un hueco en la Copa del Rey. Con más de 100 años de historia -fue fundado en 1922-, su techo siempre ha sido la Tercera división, la actual Segunda RFEF, aunque guarda en sus libros otros partidos frente a grandes. En la Copa del Generalísimo del curso 1951-1952 se enfrentó al Barça, que también visitó la ciudad para un amistoso la inauguración del Estadi Hipòlit Planàs en 1986.
«Es el partido más importante de siempre del Vic. Estamos en una burbuja, en un sueño. Debería ganar de mucho el Atlético, pero me llevaré el gusto de defender a Sorloth, a Julián Álvarez, a Rodrigo de Paul, al que juegue», reconoce Gil Bertrana, central, segundo capitán y técnico forestal.
A 70 kilómetros al norte de Barcelona, Vic vive de su industria agroalimentaria, de la carne, de los embutidos, aunque pocos jugadores están relacionados. Algunos han estudiado Administración y Dirección de Empresas (ADE) e incluso otro defensa, Joan Castanyer es biólogo con un máster en genética y luce en su palmarés un bronce en la Olimpiada Española de Biología.
Gil Bertrana posa para EL MUNDOPedro SaladoAraba
«También hay quien trabaja en un almacén. Somos un grupo normal de jóvenes que jugamos juntos a fútbol. Llegar a las diez de la noche a casa después de los entrenamientos es un esfuerzo, pero ante el Atlético vamos a disfrutar de la recompensa», finaliza Bertrana, antes de jugar el partido de sus vidas.
En la menuda pista 9 de Roland Garros todo se oye y por eso cuando Paula Badosa replica a su equipo el público se entera. «Millor no em diguis res!», reclama, es decir, «¡Mejor no me digas nada!». Su entrenador, Pol Toledo, le había pedido que arriesgara con el revés, ella había arriesgado con el revés y la pelota casi acaba fuera del recinto. El error no impediría la victoria de la española este jueves ante la kazaja Yuliya Putintseva por 4-6, 6-1 y 7-5 y su pase a tercera ronda, pero sí confirma una certeza: el tenis tiene una revolución pendiente.
Pese a que los técnicos pueden dar instrucciones desde las gradas a las mujeres desde 2020 -antes podían hacerlo bajando a la pista- y a los hombres desde 2022, la comunicación es mínima en casi todos los casos. En la Philippe Chatrier, Nenad Zimonjic, nuevo entrenador de Novak Djokovic, le lanzaba una indicación y él miraba a su palco, ponía la oreja, cerraba un poco los ojos y se concentraba para entender algo que seguramente no entendía. Tampoco importó mucho. Al final ganó por 6-4, 6-1 y 6-2 a Roberto Carballés, pero quizá la propuesta de Zimonjic le habría ahorrado algún esfuerzo.
«Es un poco decepcionante para los que amamos este deporte y lo consideramos muy táctico. Imagínate poder dar indicaciones a un ajedrecista durante una partida. La permisión del 'coaching' durante los partidos no se está aprovechando en absoluto. Actualmente sólo se dicen cosas genéricas, palabras de ánimo, pero podría servir para mejorar aspectos específicos. Podría cambiar el juego totalmente. Estoy seguro que llegará», apunta en conversación con EL MUNDO el analista Craig O'Shannessy, impulsor del cambio que vendrá.
Como experto en táctica, trabajó con Djokovic entre 2017 y 2019 y en los últimos años ha impulsado una empresa de análisis que colabora con varios torneos y federaciones. Hay alguna compañía más, como la que dirige el ex tenista argentino Franco Davin, pero su papel todavía es secundario. Todos los entrenadores les reclaman las estadísticas en directo, la mayoría las observan durante el partido, pero raro, muy raro, es quien las utiliza para aconsejar a su pupilo. «Formamos la primera generación de analistas y, de momento, nuestro trabajo se utiliza para explicar qué ha pasado, a posteriori, no para cambiar lo que está pasando. Para mi el futuro es que haya un analista en cada palco y que éste directamente dé instrucciones al jugador», expone O'Shannessy, muy optimista con el porvenir de su oficio.
Las reticencias del circuito
Porque el tenis, un deporte atado a las tradiciones como pocos, todavía reniega de la importancia del 'coaching'. En primer lugar porque estuvo prohibido durante décadas y quien se saltaba la norma estaba muy mal visto, sobre todo en los países anglosajones. Y en segundo lugar porque es muy difícil que funcione. Son dos o tres segundos de intercambio, normalmente entre los ánimos del público, y el jugador no siempre está receptivo.
«Una indicación puede ayudar a ganar un partido, pero esa comunicación tiene que estar trabajada. Más que palabras, deben ser gestos. Por ejemplo, tocarte el hombro izquierdo si quieres que saque por la izquierda, indicarle con las manos que juegue más largo o que haga más dejadas. Hay jugadores que no hacen ni caso y entrenadores que no saben controlar sus emociones y ponen más nervioso a su pupilo», señala Javi Fernández, responsable de la Tennis Group Academy de Marbella y actual técnico de Mario González, jugador de la quinta de Carlos Alcaraz que intenta hacerse un hueco en el circuito.
"Lo más aconsejable es que animen"
«Hay muy poco tiempo y el jugador está concentrado, por eso el coaching durante el partido es complicado. Lo más aconsejable es que los entrenadores animen, que transmitan su apoyo al jugador, pero que no den muchas instrucciones. Si no, puede llegar lo que llamamos parálisis por análisis. Si en tres segundos indicas al tenista que juegue más profundo, que ataque más al revés y que salte más en el saque, lo normal es que luego cometa una doble falta. Como mucho una indicación y si puede ser comunicación no verbal, mejor», añade Miguel Crespo, doctor en psicología y entrenador de entrenadores como responsable del Departamento de Educación de la Federación Internacional de Tenis (ITF), que pese a todo cree que «el tenis evolucionará en ese sentido», más si vuelven a cambiar las reglas.
Stefanos Tsitsipas, este miércoles, en Roland Garros.CHRISTOPHE PETIT TESSONEFE
Ahora los entrenadores pueden hablar, pero sólo cuando el tenista está en su lado y no en todos los torneos. Los Grand Slam acceden, pero algún Masters 1000 todavía se resiste. «Shut up!», es decir, «¡Cállate!», le exigía Stefanos Tsitsipas a su padre, Apostolos, este miércoles en pleno partido ante el alemán Daniel Altmaier, que también terminaría ganando. Realmente el tenis tiene una revolución pendiente.