Cuando jugaba en la Universidad de Kansas, un año después de llegar a Estados Unidos y dos después de empezar a jugar al baloncesto en su natal Yaoundé (Camerún), Joel Embiid hacía creer a sus compañeros que con seis años tuvo que «entrar en la jungla, matar un león y cargarlo en la espalda hasta mi aldea para demostrar que era un hombre». Eso fue poco antes de comenzar lo que él mismo bautizó como El Proceso. Desde que fue elegido en el número tres del draft del 2014 hasta su debut en la NBA tuvieron que pasar 853 días (más de dos años), dos operaciones de tobillo mediante.
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Eso, las lesiones, han sido la pesadilla del gigante africano, que se ha perdido más de 400 partidos en la liga hasta que esta semana los Sixers anunciaron lo que todo el mundo temía: no iba a jugar más en el resto de la temporada por sus problemas, ahora, en la rodilla izquierda, la misma que también se operó en febrero de 2024 (y mucho antes, en 2017, lo que le impidió ser nombrado rookie del año). Fue después de que el alero de los Warriors Jonathan Kuminga le cayera encima. Quizá en el momento de más dominio de toda su carrera, pues hasta ese día , Embiid había anotado más puntos que minutos jugados, algo que ningún jugador había logrado desde Wilt Chamberlain hace más de 60 años.
Desde entonces, parones, cirugías, descansos, inyecciones y un estado físico bastante precario que, evidentemente, repercutió en su rendimiento. Hasta la alarmante preocupación de ahora. Se diría que todo el futuro de Embiid está en el aire. «Estamos trabajando con expertos médicos para determinar el plan de tratamiento exacto», informó la franquicia de Pensilvania. Pronto se deslizó que incluso valora seriamente intentar el «retiro médico», una decisión que debe tomar un médico seleccionado por la propia NBA y la Asociación de Jugadores, y un mecanismo que le permitiría ahorrarse parte de la boyante extensión de contrato que le firmó hace sólo unos meses: tres años más por 193 millones de dólares (para un total de 301 en cinco). Embiid, que cumplirá 31 años en unos días, asoma como un negocio ruinoso: le deben 248,1 millones durante las próximas cuatro temporadas.
Embiid, en el banquillo de los Sixers.AP
Los Sixers lo hicieron pensando en los cielos alcanzados por el chico que creció formándose para ser profesional del voleibol, pateando un balón de fútbol y soñando con jugar en el Real Madrid (del que es un fanático, hasta viajar a alguna de sus recientes finales de Champions League y celebrar cada triunfo blanco con euforia en las redes sociales), siete veces All-Star y MVP de la NBA en la temporada 2022-2023 -para destronar a Nikola Jokic promedió 33,1 puntos, 10,2 rebotes y 4,3 asistencias, aunque en sólo 66 partidos-, un año después de ser el primer pívot desde Shaquille O’Neal en dominar la liga en anotación. Desde aquel cénit todo ha sido una travesía en el desierto y no sin polémicas, desde su atribulada elección para jugar con el USA Team los pasados Juegos Olímpicos (se había comprometido con Francia) a su sanción de tres partidos este comienzo de curso por empujar a un periodista. Al parecer, el columnista de The Philadelphia Inquirer hacía mención a Arthur, el hermano de Joel fallecido a los 13 años en Camerún en un trágico accidente de tráfico.
Embiid, en acción contra los Raptors.AP
Aquel lejano Proceso, que también incluía al equipo de Filadelfia -estuvo seis años sin pisar unos playoffs-, tampoco culminó en lo colectivo. Pese a las expectativas, no logró no acercarse a unas Finales (como en 2001 con Allen Iverson). Y lo que debería ser presente vuelven a ser cuentas de futuro. Con el curso arruinado (en verano se habían hecho con Paul George), los de Nick Nurse pierden y pierden y ya piensan en el siguiente draft, en la posibilidad de que ahí les caiga ese fenómeno que viene llamado Cooper Flagg. Para eso, la lotería del draft les tiene quedar una de las seis primeras elecciones; si acaban del siete en adelante, será para los Thunder en una acuerdo que se arrastra desde 2020, cuando Al Horford fue enviado a Oklahoma Danny Green.