El 27 de abril de 2023, Javi Guerra (Gilet, 2003) llevaba un minuto en el campo, 55 en Primera, cuando soltó un zapatazo a la escuadra del Valladolid que encarriló en el minuto 90+3 la salvación del Valencia para locura de Mestalla, que vio en ese chaval espigado de zancada elegante a un redentor. Nadie en el fútbol europeo le perdió de vista desde entonces. Comenzó el interés de grandes clubes y se convirtió en internacional Sub-21. Hubo muchos focos sobre él y, con ellos, aparecieron también algunas sombras. Casi dos años después, aquel chaval tímido y discreto es un futbolista más maduro, ha convivido con la exigencia de quienes le encumbraron, con la soledad de la crítica, y vuelve a emerger justo cuando más se le necesita. Guerra es esencial para este nuevo Valencia de Carlos Corberán que huye de la quema, a pesar de que nadie olvida que podría haber llegado hoy a Mestalla vestido con la camiseta del Atlético de Madrid.
El pasado verano, por 25 millones, con alguno más en variables porque el 30% iría al Villarreal, la presidenta del Valencia, Layhoon Chan, le abrió la puerta hacia el Metropolitano y nadie pareció escandalizarse. Porque así actúa Peter Lim y porque Guerra se había ensombrecido casi al mismo ritmo que su mentor, Rubén Baraja. Tras su irrupción, también había sido un jugador indiscutible en el primer tramo de la temporada 23/24, con un arranque estelar con tres goles y una asistencia. No parecía haber nadie mejor que Pipo, una leyenda en el centro del campo, para guiarle. Sin embargo, en la fase de pulido del diamante algo falló.
En diciembre Javi Guerra salió del once y no volvió hasta marzo. Entró en un bucle que arrastró hasta el pasado mes de diciembre. Entraba y salía de las alineaciones titulares, pero no parecía un jugador decisivo. También el Valencia se desdibujó y si vivió cómodo fue por las rentas de la primera vuelta.
La llamada del Atlético -también hubo de la Real Sociedad– fue la atendida por el club en ese contexto, y también por el jugador. «No tenía presiones para irse ni quería irse, pero en el Valencia todos saben quién decide», explican fuentes presentes en aquellas conversaciones, que fueron muy rápidas. Pese al acuerdo entre clubes, poco se llegó a hablar con el futbolista porque se reactivó la operación que los rojiblancos habían iniciado en paralelo por el Chelsea por Gallagher, que finalmente fue la que cuajó.
Guerra se quedaba en el Valencia lo que, según su entorno, llevó con naturalidad, sin que eso despistara su rendimiento. Aún así, cambió su papel y eso sí que afectó. El Valencia arrancó esta temporada mal, muy mal, y, en ese contexto, apareció el «estrés» por dar el 200% en cada partido sin conseguir que el equipo ganara. Otra vez a entrar y salir del once para lograr lo que parecía imposible. «Tenía falta de confianza en sí mismo porque el entrenador dudaba», explica su entorno. Si a otros se les perdonaban los errores, a él no. Su listón era más alto por las expectativas generados. Sin ganar y hundidos en la tabla, fueron días de reflexiones y de una decisión en diciembre: acabaría la temporada en el Valencia. «No iba a dejar al equipo tirado en esta situación». El Oporto le buscó el último día, según desveló el director deportivo, Miguel Corona. Pero se quedó. Ya había cambiado algo: Corberán.
Más balón, más regates y más disparo
«Dos charlas con le han servido para llevarlo a lo más alto. Se siente respaldo y se está viendo», explican. Con el nuevo técnico sólo se ha perdido diez minutos de los seis partidos de Liga y en todos ha sido titular, lo que le ha llevado a LaLiga a incluirle entre los candidatos a mejor sub-23 del mes de enero. Con Corberán, dispara más, regatea más y es más protagonista con el balón. Eso sí, recupera algo menos, cosa que el entrenador no le afea. Le quiere para otra función en la que el futbolista se siente más feliz.
El Atlético será un examen ante los ojos de Simeone, porque Guerra estará, como todos, en el mercado este verano. Tiene contrato hasta 2027, una cláusula de 100 millones y el Villarreal cobra un pellizco de 100.000 euros por cada diez partidos oficiales que juega. Desde abril de 2023, se frotan las manos.