Momentos 2022
Baloncesto femenino
La estrella del baloncesto y defensora de los derechos LGTBI fue condenada en Moscú por tráfico de drogas pese a tener prescripción médica, y fue liberada diez meses después a cambio del mayor traficante de armas del mundo
Lo sucedido escapa del tópico de que da para una película porque nadie se la creería. De cómo Brittney Griner, una de las mejores jugadoras de baloncesto de la historia, acaba detenida en Moscú por contrabando de marihuana, y liberada como moneda de cambio de Viktor Bout, ex teniente coronel del ejército ruso, conocido como el mercader de la muerte, por ser uno de los mayores traficantes de armas del mundo.
Griner, como otras muchas jugadoras de la WNBA, llevaba dos vidas paralelas, una en Rusia y otra en los EEUU. Su palmarés dos veces campeona olímpica y del mundo le daba para ser una de las jugadoras mejor pagadas de la NBA femenina, con los Phoenix Mercury, lo que supone menos de 200.000 euros anuales. Por eso pasaba los inviernos ganando un millón de euros metiendo canastas en Rusia para el UMMC Ekaterimburgo, para el que ya ha ganado cuatro euroligas.
Hacia allí se dirigía desde Nueva York el 17 de febrero cuando fue detenida por las autoridades rusas en el aeropuerto de Sheremetyevo, justo una semana antes de la invasión de Ucrania. Durante tres semanas no se supo nada de Griner. Hasta que el Servicio Federal de Aduanas emitió imágenes de su detención y un comunicado: «Un perro detectó la posible presencia de sustancias estupefacientes. La inspección aduanera del equipaje de mano que transportaba la ciudadana estadounidense confirmó la presencia de vaporizadores con líquido de un olor específico». Era aceite de cannabis. Dos cartuchos de vapeo con 0,252 y 0,45 gramos, que además consumía por prescripción médica en Estados Unidos, pero que es ilegal en Rusia. «Con las prisas lo metí accidentalmente en la maleta», se disculpó la jugadora.
Daba igual. Todo parecía indicar que el Gobierno ruso la estaba esperando, y no es fácil pasar desapercibida en un aeropuerto para una mujer negra de 2,06 y un 51,5 de zapato. No hacía falta trabajar en los servicios secretos rusos para saber que Griner, además, es lesbiana y activista por los derechos LGTBI en un país en el que brillan por su ausencia. Aún no había sido condenada y la agencia estatal rusa TASS, citando a funcionarios del gobierno no identificados, ya ponía sobre la mesa de Joe Biden el nombre de Bout, quien desde 2012 cumplía una condena de 25 años por conspirar para matar estadounidenses, adquirir y exportar misiles antiaéreos y brindar apoyo material a una organización terrorista.
El presidente de los EEUU acusó a Rusia de «detención ilegal» y pidió la liberación «inmediata» de Griner. Pero Rusia tensó más la cuerda haciendo desaparecer a la jugadora hasta agosto. Se supo que estaba en una colonia penitenciaria IK-1 a unos 70 kilómetros de Moscú y que sólo podía hablar con su abogado. Compareció ante los tribunales, como una prueba de vida, para ser condenada a nueve años de cárcel por posesión y contrabando de drogas. Simple formalismo. Al día siguiente el ministro de Exteriores Seguéi Lavrov propuso oficialmente un intercambio de prisioneros. Rusia quería a Bout. Pero Biden pedía a cambio un prisionero más, Paul Whelan, un ex marine y empresario de Michigan encarcelado en Rusia desde 2018 por espionaje. A lo que Putin respondió pidiendo otro preso, el checheno Vadím Krásikov, mientras empeoraba las condiciones para Griner, trasladándola un centro IK-2 en la República de Mordovia, una especie de campo de concentración denunciado por Amnistía Internacional por torturas y otras violaciones de derechos humanos.
La pívot de 31 años tuvo que sobrevivir, como de niña al bullying en el cole por su altura, o de adolescente al abandono de su padre, un sheriff del condado de Harris y ex veterano de Vietnam que la empujó a irse de casa al ser incapaz de encajar su homosexualidad.
Tampoco era su primera detención. En 2014 acabó en el calabozo y con lesiones junto a su pareja, otra jugadora de baloncesto, Glory Johnson, acusadas de violencia doméstica. Aún así se casaron, y dos semanas después Johnson dio a luz mellizos por fecundación in vitro. Ocho meses después se separaron, y ahora está casada con Cherrelle Watson, clave en el proceso de liberación de Griner.
El mundo del baloncesto estadounidense se pasó la temporada mostrando su apoyo a la jugadora. Sus iniciales BG y su dorsal, el 42, estuvieron en todas las canchas de la WNBA. En la tercera vista del juicio, Griner sacó entre los barrotes una foto del All-Star de este año en el que todas las jugadoras llevaban su nombre y dorsal en la camiseta. En las finales de la NBA los Celtics y los Warriors salieron a calentar con camisetas con el lema: «We are BG».
El pasado 8 de diciembre fue puesta en libertad. También Bout. Nada más bajarse del avión, Griner anunció que en mayo volverá a las canchas: «Tengo la intención de jugar al baloncesto para las Phoenix Mercury y poder decir gracias en persona a aquellos de vosotros que me defendisteis».