El Valencia ha cerrado el fichaje del extremo del Alavés Luis Rioja, una operación deseada por Rubén Baraja desde el final de la pasada temporada y que llevaba todo el verano congelada. Se ha activado tras aclararse el futuro de Giorgi Mamardashvili, que se convertirá en la venta del verano que esperaba Peter Lim para dar luz verde a otros refuerzos, pero que no dejará de jugar en Mestalla.
El club ultima un acuerdo para la venta del guardameta georgiano al Liverpool por una cifra que rondará los 35 millones de euros. No era la pretendida por Lim, que lo tasó en 40, pero la operación acaba siendo ventajosa para el Valencia. La intención de los reds era firmar al jugador para que no se le escapara pero cederlo al Boremouth esta temporada, algo que la Premier no permite desde este año.
Ahí es donde el Valencia, y el propio Marmardashvili, ha optado por convencer al conjunto inglés para quedarse en Mestalla a cambio de rebajar el precio del fichaje, al que habrá que sumarle variables que siguen negociándose.
La luz verde a esta operación ha hecho también se acepte abonar el Alavés 1,5 millones de euros, más un millón en variables, y firmar a Rioja por tres temporadas. El futbolista ha llegado este mediodía a Valencia y, aunque no ha viajado con el equipo a Vigo, podría hacerlo en las próximas horas. Si así fuera, se daría el curioso caso de que se enfrentaría al Celta en dos jornadas consecutivas de Liga con la camiseta de dos equipos.
Rioja se suma como refuerzo a Rafa Mir y Dani Gómez, que llegaron cedidos de Sevilla y Levante, y a Tárrega, recuperado del Valladolid. Baraja celebró la llegada del futbolista para “apuntarlar” las bandas, pero es consciente de que cada incorporación es difícil porque el club “prioriza la economía”.
“A veces no puedes firmar a siete jugadores por 50 millones de euros, pero sí que el club te dé alternativas y variantes, detalles o pequeños fichajes que hagan aumentar la competencia. Porque cuantas más armas tengamos, mejor”, argumentó un entrenador que, aunque espera que el club lo diga públicamente, sabe que el objetivo es la permanencia.
Que nadie se tome muy en serio la comparación, pero cuando ayer Salvador Gomar llegó a la Federación y se cruzó con el presidente de la Asociación de Futbolistas Españoles (AFE), David Aganzo, debió de sentir algo parecido a lo que, en la Nochevieja de 1958, con la orquesta tocando Guantanamera y Batista saliendo por piernas de Cuba, sintió Michael Corleone al abrazar a su hermano Fredo. «Sé que has sido tú, me rompiste el corazón... ¡Me rompiste el corazón!». El personaje interpretado por Al Pacino expulsaba así la rabia por la traición de su hermano, que casi le cuesta la vida, y aunque a Gomar y a Aganzo no les une parentesco alguno, el valenciano sintió en ese momento algo parecido a la traición, una traición que no la va a costar la vida, sólo faltaba, pero sí, según su entorno, le costó las elecciones a la Federación Española de Fútbol, ganadas ampliamente por Rafael Louzán (90 votos contra 43 de un total de 138 asambleístas, pues faltaron tres: dos jugadores profesionales, Toni Lato (Mallorca) y Pedro Alcalá (Cartagena), y un entrenador, Javier Calleja (Real Oviedo). Hubo, además, un voto nulo y cuatro en blanco.
Para saber más
Sostienen en la candidatura de Gomar, la derrotada, que en la reunión que mantuvieron con AFE la semana pasada les prometieron varias cosas, entre ellas una vicepresidencia deportiva, tener peso en la Junta Directiva y algunas vías de ingresos nuevas para poder financiarse mejor. Siempre según esta versión, Aganzo y su entorno les dieron a entender que sus votos (aproximadamente 25) serían para él, para Gomar, y lo hicieron con frases, digamos, implícitas: «Brindaremos con cava o con champagne». Desde AFE eran rotundos ayer a preguntas de este periódico: «Eso es totalmente falso».
Lo que sí parece obvio es que ese número de votos (en torno a 25 o 30) es lo que le ha dado la presidencia de la Federación a Louzán, gallego de 57 años, frente a Gomar, dejando en las paredes de la Ciudad del Fútbol varios sentimientos: de euforia en algunos trabajadores que abrazaron el rochismo tras ser desterrados por Luis Rubiales, de alivio en muchos cargos intermedios por lo que supone de continuidad, y de miedo en algunos otros, que veían la opción de un cambio rupturista.
Louzán tenía de su lado a muchas territoriales, algunas de mucho peso como Cataluña o Madrid, y también a LaLiga, apoyo explicitado antes y después por Javier Tebas. Gomar contaba con Andalucía, Castilla La Mancha y Asturias, entre otras, así como varios árbitros y entrenadores. Sin embargo, no fue suficiente. El fútbol volvió a elegir el barro que supone un presidente, ya electo, que tiene sobre sí una condena de siete años de inhabilitación para cargo público por un delito que es tan feo como grave: la prevaricación.
Javier Tebas, presidente de LaLiga.EFE
Se trata de una actuación en la construcción de un campo de hierba artificial en la localidad de Moraña. En la sentencia del Juzgado número 3 de Pontevedra, ratificada por la Audiencia Provincial, se recoge que la Diputación que él presidía pagó, en 2013, 86.311 euros por unas obras de mejora que ya habían sido realizadas en 2011, y a Louzán le atribuye la responsabilidad in vigilando como presidente del organismo (lo fue durante 12 años).
Esa inhabilitación para cargo público es, pues, la gran sombra que se cierne sobre Louzán. Según los estatutos de la Federación, en su artículo 19.4, uno de los requisitos para ser presidente es «no estar inhabilitado para desempeñar cargos públicos». Esa frase no hace referencia alguna al carácter firme o no de la sentencia, argumento al que se agarra Louzán (que su sentencia no es firme pues está pendiente de recurso) para justificar su idoneidad. Además, los asesores del nuevo presidente también ven hueco para pelear en el carácter público o no del cargo de presidente de la Federación, cuya definición jurídica es la siguiente: «Una entidad asociativa privada, si bien de utilidad pública». Sea cual sea el resultado de todas estas aristas, el ruido no va a desaparecer de la Federación en los próximos meses.
David Aganzo, presidente de la AFE.EFE
Primero porque el Gobierno, a través del Consejo Superior de Deportes (CSD), está estudiando si denuncia de oficio a Louzán ante el TAD (Tribunal de Arbitraje Deportivo) ahora que ya es presidente y que incumple claramente ese artículo 19.4 de los estatutos federativos. Y segundo porque el próximo 5 de febrero, el Tribunal Supremo debe decidir sobre el recurso que ha presentado contra la sentencia que le condena. Ocurre que, según fuentes jurídicas, un porcentaje altísimo de esas apelaciones ante el Alto Tribunal terminan con la ratificación de la sentencia, que pasaría a ser firme.
Si eso ocurre, entonces ya sí debería abandonar el cargo y habría nuevas elecciones, pero se celebrarían con esta misma Asamblea. De modo que habrá que estar atento para ver a quién elige Louzán como vicepresidente primero, pues ese nombre será, probablemente, su sucesor, y se presentaría a esos próximos comicios. Si no hay otro candidato (Gomar no lo será), ese hombre o mujer designado por Louzán sería presidente hasta 2028 y el fútbol español, de un modo u otro, seguiría caminando sobre el barro.
No hay quien lo ponga en duda: el Barça va a descansar en Lamine Yamal y en los goles de Lewandowski. Lo harán rodeados de Raphinha, de Dani Olmo, de Fermín y de otro puñado de canteranos novatos, pero siempre será él quien silencie los estadios e intimide a los rivales. Lo sabe y ayer, durante algunos minutos y con la carga anímica que lleva a la espalda tras la agresión a su padre, le costó liberarse. Su equipo sólo se volvió incisivo cuando se vio con el marcador, y el juego en contra, y él pudo deshacerse, por un instante, de la sombra pegajosa de Jesús Vázquez. Lamine pareció no haber pisado Mestalla hasta que en el último balón del tiempo añadido en la primera parte rescató un centro de Balde al segundo palo y le sirvió el gol a Lewandowski para los azulgrana salieran del ahogo. Mostró el delantero polaco un acierto que la afición azulgrana espera mantenga esta temporada impulsado por su complicidad con Hansi Flick.
Fue una reacción para golpear a un Valencia que se fue creciendo a medida que el equipo de Hansi Flick dudaba. Le dio el alemán la sala de máquinas a dos chavales, Casadó y Bernal, a sus 17 años, para que dirigieran el juego a las bandas donde Ferran y Lamine debían ser puñales y Raphinha, como enlace, y el polaco recoger las ocasiones. El plan apenas se dibujó. Tuvo el Barça más dominio y fue acorralando a los hombres de Baraja, que salían airosos pese a una defensa juvenil con Mosquera y Yarek y aún con la retaguardia cubierta por Mamardashvili. En dos jugadas intervino Yamal y un solo caracoleo en el área. Tampoco lo hizo el resto del ataque. La espesura en las ideas hizo que los valencianistas nunca se bajaran del partido. Pese a la falta de recursos y de inversión, jamás bajan los brazos. Había espacios para recuperar y correr, sólo había que intentar eligir bien.
Diego López lanzó a la carrera a Rafa Mir, que se apoyó el Hugo Duro antes de correr al área para rematar al primer palo un balón que olía a gol. Después fue Almeida quien le ganó el duelo a Casadó y su centro paralelo a la línea de fondo evitó Cubarsí que se paseara por el área buscando embocador. Hasta un cabezazo rozó el larguero. Mientras, Mamardashvili era un espectador que tan solo salvó un disparo.
Buscaba el Valencia un gol del que le privó Ter Stegen con una mano extraordinaria que enmendó un error de Cubarsí. Sabían los locales que tenían que tumbar a este Barça noqueado y lo logró con un centro de Diego López a la cabeza del 9 valencianista, que voló solo en el área. Era el minuto 44 y el momento en que el partido enloqueció. Casadó se animó con un lanzamiento en un barullo en el área que Yarek sacó bajo palos y después fue Cubarsí quien le devolvió el favor a su portero sacando en la línea de gol un remate de Hugo Duro.
En un alargue eterno parecía que el Valencia podía aguantar la ventaja en el marcador. Apareció Balde, renqueante por un golpe, y Lamine Yamal para servir a Lewandowski el empate. El paso por el vestuario electrificó al Barcelona. El abrazo de Hansi Flick a Lamine y Raphinha en la pausa de hidratación debió reproducirse en la caseta, porque ambos volvieron al campo con una marcha más. El campeón de Europa se plantó el área y estrelló en el guardameta georgiano un disparo que no tuvo tiempo de armar. Si hubiera podido hacerlo, habría acabado en la portería.
El brasileño se lanzó y le sacó un penalti por atropello a Mosquera. Una jugada gris que protestó Mestalla y que Lewandowski, pese a la estirada de Mamardashvili, envió al fondo de la red con un lanzamiento extraordinaria. Cogió aire el Barça, que se encontró también con el 'perdón' de la segunda amarilla a Cubarsí, y otra vez un endiablo Yamal lanzó a la carrera a Ferran para que se estrellara con el cancerbero valencianista.
Regreso de Pedri
Incapaz de cerrar el duelo, Hansi Flick no quería jugársela al intercambio de golpes y enmendó su propio once. Buscó el orden de Eric García en la medular y, sobre todo, la jerarquía de Pedri para catalizar el ataque. Recuperado el canario de su lesión en la rodilla en la Eurocopa, necesita el alemán que se active para alimentar las revoluciones de su ataque. El Barça , con una alta expectativa de mejora y el 1-3 erró Casadó, salió muy vivo de un duelo pegajoso e incómodo ante un Valencia que sigue librando cada batalla con una alarmante falta de recursos.