El brasileño Gabriel Medina, tres veces campeón del mundo, sale disparado de una ola de cinco metros, aparece al otro lado y completamente en vertical, como si levitara por encima del agua, hace el símbolo de la victoria. Ha ganado: el oro en shortboard es suyo. Pide un 10 porque su ejercicio ha sido sublime y le dan un 9.9, la mejor puntuación de la historia de los Juegos Olímpicos, pero se lleva otro premio.
Desde un barco cercano, Jerome Brouillet, fotógrafo de la agencia AFP, capta el momento. “Pam, pam, pam, pam”. Ya está. La mejor foto de estos Juegos de París y seguramente la mejor foto deportiva del año.
“Las condiciones eran perfectas, las olas eran más altas de lo que nadie esperaba. Yo estaba en el barco junto a otros seis fotógrafos y no podía ver a Medina, que estaba dentro de la ola. De repente apareció, hice cuatro disparos y uno de ellos fue este”, explica Brouillet que se ríe de quien asume que fue Photoshop o Inteligencia Artificial y resta mérito de su toma: “No fue una fotografía difícil. Sólo había que calcular el momento y el lugar por dónde Medina saldría de la ola. Ha tenido repercusión, pero estoy seguro que mis compañeros fotógrafos, con los que estaba en el barco, no la recordarán la semana que viene”.
La viralización y sus motivos
“Me sorprendió la repercusión, en redes sociales he tenido muchas interacciones”, añade Brouillet, cuya instantánea apareció casi de inmediato en centenares de medios de comunicación del mundo, entre ellos en la retransmisión en vivo de la ESPN, por lo que tuvo mucho impacto en Estados Unidos.
El gesto tranquilo de Medina, consciente de su victoria tiene fuerza, pero el valor de la fotografía reside en su apariencia engañosa: el surfista parece que está de pie en tierra firme, la tabla también está recta e incluso la cuerda aparece completamente horizontal.
Hubo unos minutos, en segunda ronda, ante Naomi Osaka, en los que Iga Swiatek pareció mortal. Desafinaba con sus golpes, incluso defendió una bola de partido en contra. Fue un espejismo. La número uno del mundo levantó este sábado su cuarto Roland Garros en una final sin discusión, sin competencia, sin historia. Ante la italiana Jasmine Paolini, Swiatek dominó con un 6-2 y 6-1 en sólo una hora y cinco minutos de juego para elevarse todavía más en la historia. Ya suma más títulos en París que Arantxa Sánchez Vicario, Monica Seles o Serena Williams y por encima sólo tiene a cinco mujeres: Chris Evert, Suzanne Lenglen, Steffi Graf, Adine Masson y Margaret Court. Las alcanzará.
Más allá de sus 23 años, excelente motivo para pensar en más éxitos futuros, Swiatek se encuentra ahora como dominadora única del circuito. Nadie la puede parar. En pistas duras corre peligro ante tenistas más altas y fuertes que ella, pero en tierra batida nadie resiste ante su velocidad y la velocidad que imprime a la bola.
"Casi me eliminan en segunda ronda, así que gracias a todo el mundo por apoyarme. Ha sido un torneo muy emocional para mí", comentaba muy nerviosa la polaca después de cerrar el partido, enviar unos mensajes por el móvil y recibir el trofeo de manos de Evert y Martina Navratilova. Mientras, su rival, Paolini, pasaba por el trago de la mejor manera posible. "Han sido los mejores días de mi vida, era muy difícil intentar ganar hoy a Iga en esta pista", comentaba también clasificada para la final de dobles de este domingo. De alguna manera para Paolini este sábado su éxito ya era estar allí. Fuera del Top 25 del mundo hasta su explosión este año, la italiana era una rival ideal para la enésima exhibición de Swiatek.
Menuda y rápida como la polaca, en el intercambio de iguales tenía muchas opciones de perder. Sus argumentos tenísticos flaqueaban ante Swiatek, pese a su actitud. Porque, en su debut en la final de un Grand Slam, la italiano saltó decidida y sorprendió. En el segundo turno de saque de la polaca, se encontró con una bola de break y la aprovechó. El público de la Philippe Chatrier, que temía otro paseo de Swiatek, otro partido breve, se frotaba las manos. Por fin una final disputada, espectacular, larga. Pero desde ahí la número uno arrambló con todo. Ganó el siguiente juego, y el siguiente y el siguiente y así hasta 11 consecutivos para llevarse la final y su cuarto Roland Garros.
Quedarán los recuerdos, a ellos y a los aficionados, de los tres partidos que jugaron juntos en los Juegos Olímpicos de París y de su complicidad fuera de la pista, pero sobre todo quedará el ejemplo: así se da un relevo. Rafa Nadal, con sus 22 Grand Slam y todo lo demás, vio cómo Carlos Alcaraz empezaba a dominar el tenis, el US Open, Wimbledon, incluso Roland Garros como hacía él, y no dudó ni un segundo: "¿Jugamos juntos?". Mil ejemplos hay en el tenis, ¡en la vida!, de reemplazos traumáticos, por una competitividad mal entendida o simplemente por envidia, y esto fue lo contrario.
Nadal le tendió la mano a Alcaraz y durante unos días, menos de los esperados pero suficientes, ambos aprendieron juntos. Cuánto le servirá en el futuro a Alcaraz en su ascenso del tenis lo visto y oído de Nadal en la Villa, en los entrenamientos, en los encuentros. Perdieron, perdieron ante una pareja de dobles de verdad, dos ex números uno de la especialidad, Rajeev Ram y Austin Krajicek, por 6-2 y 6-4 en cuartos de final del torneo olímpico, pero quizá lo aprendido valga más que un oro, que ya es decir.
Antes de la derrota de los españoles, el ruso Daniil Medvedev perdió contra el canadiense Félix Auger-Aliassime y a su pasó por la zona mixta de Roland Garros dejó una frase para el recuerdo: "Podría jugar también los dobles, pero me molesta que haya tanta gente en la pista". Eso mismo les pasó a Nadal y Alcaraz ante Ram y Krajicek. Con muy pocos entrenamientos juntos y escasísima experiencia en la disciplina del más joven, los estadounidenses se abalanzaron sobre la red y los españoles no supieron cómo empujarlos hacia atrás. En cada juego el esquema era el mismo: Nadal y Alcaraz en el fondo de la pista y Krajicek y Ram delante, esperando para volear, para machacar, para ganar. No servía tirarles fuerte, costaba horrores colarles un sólo globo... no había manera.
Un intento de proeza
Hubo instantes de desesperación, especialmente de un Alcaraz acostumbrado a inventarse decenas de 'winners' en sus partidos de individuales. El reciente campeón de Wimbledon y Roland Garros lo intentaba, lo intentaba y lo intentaba y pocas veces acertaba. Además desde el primer juego Krajicek y Ram fueron a buscarle cuando estaba en la red y eso todavía le puso más nervioso. Los estadounidenses no le tenían miedo, querían que fallara golpes a los que no está acostumbrado y lo hizo.
Sólo hubo unos minutos en los que todo fue posible porque Nadal y Alcaraz son Nadal y Alcaraz. En el segundo set, después de ser avasallados por sus rivales, con 6-2 y 5-4 en el marcador, les robaron tres bolas de break y les pusieron a todo el público de la Philippe Chatrier encima. Ahí el brazo de los expertos doblistas se encogió: sólo en la Copa Davis hubo alguna manera un ambiente tan eléctrico. Pero su veteranía primó y el encuentro se acabó.
Para la historia, un oro que se pierde, pero para el medallero español otro oro que cobra fuerza. La derrota del dobles aligera la semana de Alcaraz que si hubiera seguido adelante en los dos cuadros habría tenido que enfrentar 12 partidos en ocho días. Con molestias en el muslo y el peso de los últimos 'grandes', podría derrotarle el cansancio o incluso una lesión. Ahora, más con la mencionada derrota de Medvedev, el camino está libre. Hasta la final individual no encontrará a un adversario capaz de amenazarle y si puede descansar el único objetivo ya debe ser su triunfo.
Deslumbra el empate entre Jannik Sinner y Carlos Alcaraz en los Grand Slam de este 2024, dos para cada uno, ni para ti ni para mí, pero detrás de ese brillo aparece una conclusión: el dominio del italiano esta temporada es innegable. Después de sus tres Masters 1000 y su consecuente ascenso a lo más alto del ranking mundial, Sinner cerró este domingo el circuito ATP con otro título, su primera Copa de Maestros, para situarse varios pasos por encima del resto.
Su puntuación en la lista así lo insinúa -ha alcanzado los 11.830 puntos-, pero lo confirma su tenis, tan rotundo, tan perfecto. En su evolución queda aprendizaje en la tierra batida y la hierba, donde le supera Alcaraz, pero en pista dura no hay nadie capaz de desafiarle y es la superficie en la que se juegan más torneos a lo largo del año. Si además se añade un techo, a resguardo de los elementos, su juego robótico se antoja imposible de desprogramar, de desconectar, de desenchufar.
Este domingo en la final de las ATP Finals ante Taylor Fritz su victoria por 6-4 y 6-4 en una hora y 24 minutos llegó como por inercia: no había otro desenlace posible. Después de ganar todos los partidos del torneo sin ceder ni un sólo set, Sinner iba a vencer, tenía que vencer y sólo faltaba saber cuándo tardaría en lograrlo. Fritz, un buen tenista en el mejor momento de su carrera, un jugador con un estilo parecido al del italiano, sólo pudo desesperarse ante lo irremediable. Desde que lo lograra Ivan Lendl en 1986 nadie se había llevado la Copa de Maestros sin perder ningún periodo.
Sinner sacó a las líneas como nunca -hasta 14 aces con un 71% de primeros-, atacó con su resto como nunca, atizó con su derecha como nunca -28 golpes ganadores- y se movió por la pista como si estuviera por casa porque realmente estaba por casa. Apenas permitió una bola de break a Fritz, que resolvió con soltura, y en cambio tuvo múltiples ocasiones para romper el servicio del estadounidense. En cuanto lo consiguió se acabó cada periodo hasta el triunfo final.
Fiesta en Turín
El público del Inalpi Arena de Turín, en un ambiente vibrante, estalló en una celebración histórica en una muestra de la paradoja de la Copa de Maestros. Lo reconocía Álex Corretja, campeón en 1998, en la previa: "En España no apreciamos suficiente el Masters porque no solemos ganarlo". Mientras en España el torneo de campeones ha pasado desapercibido por culpa del resfriado de Carlos Alcaraz y de la cercana despedida de Rafa Nadal en la Copa Davis, Italia lo ha vivido como una llegada a la Luna.
Después de muchas décadas de prácticamente no existir en el tenis mundial, Sinner ha elevado a su país a la más exclusiva élite y eso se notaba este domingo en las gradas. Además de la mercadotecnia del actual número uno, había pancartas y un fervor que demuestra que es ídolo nacional y lo será durante muchos años. Si su positivo por dopaje este año supuso una zozobra hoy el camino vuelve a ser recto hacia arriba, hacia el cielo.
Y ahora, amenaza en la Davis
De hecho, ese ascenso a héroe de Italia choca con el momento histórico que vivirá España a partir de este martes. El sorteo de la Copa Davis situó a Alcaraz, Nadal, Bautista y compañía entre rivales asequibles, pero en la final, si no hay sorpresa, amanecerá en todo momento Sinner. El presente es llano, con Países Bajos en cuartos de final y Alemania -sin Alexander Zverev- o Canadá en semifinales, pero el futuro es tan alto como el Monte Rosa.
Sólo el cansancio podría atenazar al número uno, aunque parece inmune. Esta temporada ha jugado 76 partidos, de los que ha ganado 70, 16 de los cuales fueron ante jugadores en el Top 10 del ranking ATP. Si hubo un mal momento de este año fue su derrota en cuartos de final de Wimbledon ante Daniil Medvedev, pero se rehízo renunciando a los Juegos Olímpicos y encarando un otoño en el que además se le ve más fresco que sus adversarios. Después de toda la temporada aparece una conclusión: el dominio del italiano es innegable.