La estrategia de penaltis para la “resiliencia de Inglaterra” y la autodefensa de Southgate: “No todo es puro fútbol”

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Sonaban los primeros acordes de Under Pressure [Bajo presión] de Queen y Bowie sin llegar a la estrofa que podía reflejar lo que pasaba por la cabeza de Gareth Southgate: ¿No podemos darnos una oportunidad más? Todo el fondo inglés del estadio de Düsseldorf se temió lo peor durante algunos segundos. Inglaterra no gana una tanda de penaltis en una Eurocopa desde que lo hizo ante España en 1996, cuando acertó los cinco. Y después sólo lo repitió frente a Colombia en el Mundial de 2018, donde rozó la final. Aquel equipo que también dirigía Southgate no sufrió tanta crítica, porque no tenía a seis jugadores campeones de Champions en once ni preparaba con tanta meticulosidad lo que no es una lotería. Nada de lo que ocurrió desde que el colegiado Orsato decretó el inicio de la segunda parte de la prórroga fue casualidad. Menos aún cuando quedó claro que la clasificación se iba a decidir desde los once metros.

Esta Inglaterra tiene un fútbol ramplón, incapaz de hacer lucir el talento de sus futbolistas que incluso, por momentos, se han estorbado en el campo, y es muy conservadora. Eso es lo que quiere su entrenador, es su plan. No arriesga pero avanza y está en semifinales, a un paso de una final que nunca ha jugado lejos del territorio británico. Sufrió más de la cuenta, pero quedó primera de grupo y se garantizó un camino fácil, aunque acabara con prórroga ante Eslovaquia y penaltis con Suiza. Para Southgate es el camino correcto para ser campeón: agarrarse a todo lo que sea necesario para sacar el resultado. Eso implica cualquier aspecto que pueda dominar.

“No todo es puro fútbol. No siempre lo hemos hecho bien, pero hemos demostrado una resiliencia que tienen otros equipos que han ganado torneos como Italia, España o Francia. Ya tenemos otros atributos”, argumentó tras el partido. “Con Inglaterra era habitual empezar bien, avanzarse en los primeros minutos, y luego caer. No éramos inteligentes. Este grupo es diferente“, añadió. Esa diferencia es que duerme los partidos, “con posesiones más largas”, que si bien no generan daño al rival, impide que se lo hagan. Y también que prepara en sigilo otros aspectos determinantes.

A esa teoría, que enerva a los seguidores, se va a agarrar hasta el final el seleccionador, que lanzó al campo su artillera durante la prórroga pero lo hizo manejando a la vez la tanda de penaltis que se avecinaba. Es una rutina ensayada y pulida durante los últimos años, sobre todo desde el varapalo que fue perder la final en Wembley después de que Pickford parara dos penaltis.

Esta vez estaba todo medido. Southgate había consultado con su asistente una carpeta con información para elegir a los lanzadores. Antes, en los instantes finales, había tenido que renunciar a Harry Kane, pero había puesto en el campo a Toney, un especialista que ni mira la pelota en el golpeo. El resto serían Palmer, Bellingham y Saka, para acabar con Alexander-Arnold. Todos ellos tienen un porcentaje de acierto que roza el 90% cuando la media de un buen lanzador se cifra en el 75%.

Finalizada la prórroga, sólo reunió en una piña a los lanzadores y a los que acabaron sobre el césped pero no estaban designados: Rice, Shaw, Walker y Stones. A ellos les correspondía el papel de ‘padrinos’ de cada lanzador, el encargado de darles ánimo y felicitarles. Walker lo hizo con Palmer, Shaw con Bellingham, Stones con Saka y Rice con Toney. Lo necesiten o no, ése es su papel. El resto de jugadores esperaban en la banda a que el seleccionador forjara ese respaldo.

Nadie más tomó la palabra. No hubo preguntas ni consultas. Esa muestra de que está al mando y le siguen le ha dado crédito entre algunos críticos como el mítico Alan Shearer, comentarista de la BBC, que elogió su forma de anticiparse a los penaltis ya con los cambios: “Hizo que pareciera fácil”.

Mientras, Pickford era aleccionado por el árbitro para que no hiciera su habitual teatrillo de distracción y repasaba la estrategia de lanzamiento de los rivales que lleva siempre en su botella. “Estaba mentalizado para parar uno, es lo que quería”, confesaba después. No es una novedad, sólo se ha perfeccionado pasando del papel que entregaban a los porteros, difícil de manejar con guantes, a imprimirlo en la botella. Además, le funciona. Con el Everton ya había adivinado este año el tiro de Bobby Reid para el Fulham en cuartos de final de la EFL Cup. No todo es puro fútbol.

kpd