Jessica Bouzas (21 años y N.83 de la WTA) dio la primera gran sorpresa del torneo de Wimbledon al eliminar en primera ronda a la vigente campeona, la checa Marketa Vondrousova, sexta favorita, a la que derrotó por 6-4 y 6-2. La española, que ha ganado su primer partido en la hierba de Wimbledon, tendrá que luchar por alcanzar la tercera ronda contra su compatriota Cristina Bucsa, 64ª, o la rumana Ana Bogdan, 57ª.
Hasta este martes, la alemana Steffi Graf había sido la única campeona en perder en primera ronda el año siguiente, cuando fue eliminada por Lori McNeil en 1994. Bouzas nunca había ganado hasta ahora a una jugadora del Top-40 y su único partido en hierba esta temporada era una derrota en primera ronda en un torneo menor en Italia.
“Creo que es uno de los días más importantes de mi vida y de mi carrera”, dijo emocionada Bouzas. “Ella es una de las mejores jugadoras del mundo, por lo que jugué sin presión. Simplemente quería disfrutar del momento y jugar con libertad”. La española no ocultó “estar realmente sorprendida” consigo misma por el partido realizado. “Al principio estaba un poco nerviosa, pero el ambiente es tan bonito aquí que me hizo sentir cómoda. Me sentí como en casa”.
“Break” de entrada
La viguesa comenzó el partido quebrando el servicio de su rival en el primer juego y pese a perder el suyo en el cuarto juego, volvió a tomar ventaja para colocarse 4-3 y apuntarse el primer parcial en 40 minutos de juego. Eso desequilibró a la checa, que en el segundo parcial perdió tres veces el servicio, haciendo imposible la remontada.
Además de las faltas directas (28 por solo 14 de la española), el servicio fue el talón de Aquiles de la jugadora checa, que solo pudo lograr el 55% de los puntos con su primer saque y el 33% con el segundo, un desacierto que se paga en una superficie como la hierba.
Pese a su inexperiencia en grandes citas, Bouzas sorprendió por su gran efectividad, aprovechando las cinco bolas que tuvo para romper otras tantas veces el servicio de su rival.
Vondrousova fue la gran sorpresa de la pasada edición de Wimbledon al convertirse en la primera campeona de la historia del torneo londinense en ganar la prueba sin partir como cabeza de serie.
No existe mejor forma de despedirse que la que empleó el Villarreal para decir adiós a Europa. El equipo de Marcelino se marchó ovacionado por su afición tras llevar al límite al Olympique de Marsella. Estuvo contra las cuerdas el equipo francés, al que su portero salvó de echar por la borda los cuatro goles de renta que traía del Vélodrome ante un conjunto amarillo que hizo un partido sublime, pero al que su mala noche en Francia ha acabado condenando. [Narración y estadísticas (3-1)]
Si el Villarreal no fue capaz de remontar no fue por falta de interés sino de acierto. De haber estado un poco más fino en la definición habría llevado como mínimo a la prórroga a un Olympique que, pese a arrancar con carácter, se fue diluyendo con el paso de los minutos. Jörgensen, recambio de última hora de Reina en la portería, tuvo que meter la punta de los dedos nada más comenzar el encuentro para desviar un lanzamiento de falta de Veretout.
No tardó el conjunto amarillo, sin embargo, en aplicar el plan que Marcelino había trazado sobre la pizarra. El técnico apostó por un equipo lo más veloz posible para tratar de explotar esas transiciones rápidas que tanto rédito le dan. Sacrificó a Baena para dejarle la banda a Guedes y formar por primera vez un tridente con Gerard y Sorloth. El catalán partía en principio desde la banda pero con libertad para moverse por delante del trío formado por Parejo, Capoue y Coquelin, que se adueñaron totalmente del centro del campo.
Rival acomplejado
Capoue acaparó el protagonismo en un primer tiempo al que al Villarreal únicamente le faltó haber sumado algún otro gol al 1-0 del francés, que irrumpió en el área para cabecear un centro de Kiko Femenía. Sólo dos minutos después se lamentaba tras ver cómo se le marchaba fuera otro remate en el área. Por entonces, el equipo castellonense ya acumulaba méritos para llevar algún tanto más ante un rival acomplejado. Sorloth, un dolor de cabeza para la defensa francesa, encaró a Pau López tras driblar a Balerdi, pero Mbemba apareció en el último momento para cortar.
El Villarreal generaba peligro al contragolpe, pero también haciendo circular el balón con velocidad ante una defensa posicionada. Una docena de disparos firmó antes de llegar al descanso, aunque sólo uno encontró las redes de un Marsella que no se parecía en nada al de la ida y que apenas inquietó en una volea de Kondogbia.
Jean-Louis Gasset había reservado titulares previendo una vuelta plácida, pero tuvo que echar mano de Aubameyang y Harit para tratar al menos de amenazar en la segunda mitad. Ni dos minutos tardaron en hacerlo, en un contragolpe que el gabonés finalizó perdonando lo que no acostumbra, rematando fuera tras quedarse solo ante Jörgensen.
Esperando al VAR
Quien no perdonó fue Sorloth, que superó a Pau López con un potente disparo tras recibir de Guedes. Tan ajustada era la posición del noruego que el VAR necesitó un par de minutos para confirmar que no estaba en fuera de juego, como sí pensaba el árbitro asistente.
Guedes pedía cabeza a sus compañeros mientras sacaba el Marsella de centro, con más de media hora por delante. Y de cabeza llegó el tercero, que pudo firmar Gerard con un remate que salvó Pau López con una gran intervención, pero que llevó la rúbrica de Mosquera. El colombiano conectó el cabezazo picado tras una fantástica asistencia de Baena. La Cerámica gritaba '¡Sí se puede!'.
Y pudo haber sido, porque Pau sacó otra gran mano a tiro de Morales para evitar que el Villarreal empatara la eliminatoria, justo antes de que Clauss acabara con el sueño tras culminar a puerta vacía una maravillosa jugada de Aubameyang.
JAVIER SÁNCHEZ
@javisanchez
Actualizado Sábado,
17
junio
2023
-
23:40En una clasificación marcada por la lluvia, el español saldrá tercero por detrás...
"Esperamos disfrutar de la etapa", había pronunciado Pogacar 24 horas antes, abrochado el tercer Tour de su palmarés en Isola 2000, el de la reconquista. Pero cómo dejar pasar la gloria cuando entre todos la ponen a tu alcance. Cómo tener clemencia cuando eres, indiscutiblemente, el más fuerte. Por las carreteras donde entrena desde su residencia en Montecarlo, en una etapa con cuatro puertos que fue un viaje de placer para él, el líder volvió a levantar los brazos, por quinta vez este Tour, ganando el mano a mano en la meta a Jonas Vingegaard. Una tiranía que necesita explicación, pues, efectivamente, esta vez no fue buscado. [Narración y clasificaciones]
Hace un año, derrotado doblemente días atrás en la contrarreloj de Combloux y el col de la Loze, Pogacar se llevó el triunfo un sábado como éste en los Vosgos. Una despedida agridulce que no tuvo Vingegaard. Había atacado el danés en el último puerto, harto de los movimientos de un Evenepoel que soñaba con birlarle el segundo puesto. Le había pedido una colaboración a Tadej que no encontró y le había llevado hasta el sprint final con relativa comodidad. Y no hubo piedad.
Bajo el sofocante sol de Niza, su Vieux Port abarrotado en la salida, los más valientes hacían cábalas para su última ocasión, tantos y tantos con la cartera vacía a estas alturas. Una oportunidad inesperada en los Alpes Marítimos, donde se auguraba que la batalla entre Pogacar y Vingegaard siguiera viva, el penúltimo episodio de un guion perfecto a la espera de la contrarreloj final del domingo.
Pero todo se acabó más pronto de lo previsto en este Tour por el abrumador dominio del esloveno, que este domingo en la Costa Azul, en este inédito final de Tour que nunca olvidará, celebrará su reconquista, la tercera corona que le iguala a Louison Bobet y Greg Lemond, a solo una ya de Chris Froome. Prometió tregua y así fue por su parte. Pero tampoco iba a perdonar un repóker histórico: el último en lograr algo así fue un sprinter, Kittel, en 2017.
Enric Mas, durante la fuga del día.Daniel ColeAP
Y no había casi nadie entre los necesitados como el Movistar, cinco años persiguiendo una etapa que se resiste (desde Nairo Quintana en Valloire), especialmente en este Tour en el que tanto lo intentaron (sobre todo con Lazkano y con Gaviria en los sprints), en el que bien temprano se quedaron sin ninguna baza en la general con la dimisión de Enric Mas. "Como un niño" dijo el balear que se sentía últimamente, tercero en Superdévoluy, y desde el mismísimo Col de Braus, bien temprano, agresivo en la búsqueda de la escapada del día. Protagonista sin éxito: fue premiado con el premio al combativo y acabó quinto en la Couillole.
Había logrado marcharse Enric pronto, junto a Kelderman y Almirail, aunque en la ascensión al Col de Turini se les unieron ocho peligrosos compañeros, entre ellos el siempre amenazante Carapaz -asegurando matemáticamente su maillot de la montaña para completar un Tour extraordinario- y Marc Soler, liberado por Pogacar. Contaron con el permiso del UAE, aunque ya al final del puerto el Soudal Quick Step tomó la responsabilidad, anticipando sus intenciones finales. Lo había pronunciado Mikel Landa en la salida: "La cuarta plaza está a mi alcance. Joao está muy fuerte, pero la etapa es muy dura hoy y con mucho calor. Voy a probar suerte".
En el Col de la Couillole todo empezó a resolverse. De los fugados, Carapaz y Mas eran los más poderosos y no tardaron en demostrarlo. Y por atrás, Landa culminó el trabajo de sus compañeros con un ritmo al que sólo pudieron engancharse los cinco mejores del Tour. Pero lo del Soudal resultó un suicidio, una jugada nefasta. El zarpazo posterior de Evenepoel, sin demasiada fe, eliminó al vitoriano, que pronto comprobó diluidas todas sus opciones del cuarto puesto por el poderío diésel del Almeida. Mucho peor Carlos Rodríguez: eliminado a las primeras de cambio, perdió hasta su sexta plaza en la general en favor de Adam Yates.
Cuando Remco lo volvió a intentar, Vingegaard dijo basta, sacó toda su rabia de campeón y se marchó en compañía de un Pogacar al que le estaban poniendo entre todos el triunfo en bandeja. Los dos dioses del ciclismo pronto dieron caza a Mas y Carapaz, que no resistieron el ritmo mortal del danés. Y en los últimos metros, exhausto el del Visma, no hubo piedad por parte del líder, que remató a falta de 200 metros. Hubiera sido más humillante no ganar su quinta etapa, la 16ª victoria en el Tour a los 25 años.