Hubo un momento curioso en la celebración del primer Roland Garros de Carlos Alcaraz. Cuando Alexander Zverev lanzó la última bola a la red y su victoria ya era un hecho, el español se rebozó sobre la tierra batida, saludó al alemán, agradeció sus ánimos al público de la Philippe Chatrier y rompió a correr para festejar con su gente. Todos estaban eufóricos, emocionados, entregados. Pero durante unos segundos sólo esperaron.
Tan feliz como estaba,
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Unos 15 minutos después de que Rafa Nadal abandonara la Philippe Chatrier, cuando los aficionados ya desfilaban y abarrotaban el village de Roland Garros, toda la familia del 14 veces campeón seguía en las gradas de la pista central haciéndose fotos, guardando el momento en sus teléfonos. Estaban los habituales, la mujer del tenista, Mery Perelló, su graciosísimo hijo, Rafa, sus padres, Sebastián y Ana María, o su hermana, Maribel, pero también estaban todos sus tíos, incluidos el ex futbolista Miguel Ángel, o su abuela materna, Bel, de 93 años.
La 'àvia', muy unida a Nadal, había acudido de su mano a algunos actos en Mallorca, pero nunca antes se le había visto en un partido, ni tan siquiera décadas atrás, en los inicios del tenista. Tanta era la importancia del día. Tanta fue la emoción vivida. Llegados de Mallorca el mismo día por la mañana -cosas de la huelga de controladores aéreos franceses-, todos acabaron retratándose con los ojos rojos por culpa de las lágrimas, orgullosos, emocionados. ¿Todos? «Nadal press conference now».
El mensaje de la Federación Internacional de Tenis (ITF) llegaba de repente a los periodistas que todavía cerraban sus crónicas en la tribuna de prensa. Mientras los suyos seguían con los sentimientos a flor de piel, Nadal pasaba rápido por la ducha, se cambiaba y llegaba a la sala de prensa antes de dirigirse a su hotel, el Intercontinental de la Plaza de la Ópera. Después de caer ante Alexander Zverev por 6-3, 7-6 (5) y 6-3 en primera ronda de Roland Garros, el español mostraba una actitud muy distinta a la que tuvo tras sus eliminaciones en Barcelona, Madrid o Roma. Entonces, sensible y sentido, hablaba de emociones, de la vida, de lo que vendrá. Este lunes, en cambio, Nadal estaba en «modo competición», como él mismo admitía, con la mente puesta al 100% en el tenis.
"Me gusta el tenis"
«Cuando estás en competición vives el día a día, no puedes pararte a pensar. Cuando pasé el tiempo valoraré un poco más lo que ha pasado aquí», comentaba y se reconocía, más que nada, «decepcionado por perder». «He ofrecido un buen nivel de tenis, me he sentido bien, estoy feliz por eso. Si es la última vez estaré en paz conmigo mismo», añadió.
Nadal, este lunes en rueda de prensa.YOAN VALATEFE
Llegados a este punto, ¿Qué es lo que te empuja a seguir?
En el futuro quiero saber que hice todo lo que estaba en mi mano. Haberlo dado todo es lo que siempre me ha hecho sentir mejor cuando estoy en casa, más incluso que los títulos. No quiero que pase un año, encontrarme bien físicamente y empezar a pensar: '¿Por qué no intenté seguir?'. Estoy aquí, lo estoy intentando y lo intentaré hasta que esté motivado. Me gusta el tenis, me gusta la competición y estoy disfrutando de esta época, viajando a los torneos con mi familia.
En los días previos a su estreno, Nadal ya había rechazado un homenaje oficial de Roland Garros y por eso, al acabar el mismo, sólo hubo una rareza: la directora del torneo, Amelie Mauresmo, bajó a la pista en persona y le pidió unas palabras. El español aceptó el requirimiento, habló unos minutos, agradeció su cercanía al público, se llevó una ovación atronadora y ya encaró los vestuarios. «Soy feliz sintiendo tanto amor en un sitio que he querido tanto», comentó.
El respeto de Zverev
En los últimos años, la afición parisina ya había cambiado su actitud hacia Nadal, no había ni rastro de los abucheos que tuvo que escuchar en sus primeras victorias, pero nada parecido a lo vivido estos últimos días. En los entrenamientos previos a su duelo ante Zverev se desató una especie de locura. La organización decidió colocar una de sus sesiones en la Suzanne Lenglen, la segunda pista, con capacidad para 6.000 personas, y se llenó, pero además cualquier movimiento suyo fue seguido de cerca por centenares de fans. Este lunes, por la mañana, de hecho, en su calentamiento en la pista 4, generó una cola de más de 150 metros para intentar acceder a las gradas. Muy pocos lo consiguieron.
Rafa Nadal en los Roland Garros 2024
Luego, durante el partido, escuchó algún «¡Allez, Rafa!» y muchos, muchísimos «¡Vamos, Rafa!» con marcado acento francés. Con Novak Djokovic, Carlos Alcaraz o Iga Swiatek entre los espectadores, Nadal negó cualquier ejercicio de melancolía con un juego intenso, tan intenso que durante muchos minutos fue Nadal. Si delante hubiera habido cualquier otro rival, incluso más de un Top 10 del ranking ATP, hubiera sufrido más para derrotarle, si lo lograba.
Más allá de un arranque nervioso y de una conclusión fatigada, el español ofreció un segundo set de altura. Zverev, que en cada intercambio le cedía primero el paso a Nadal en señal de respeto, pudo haberse enredado ahí. Algún rastro de inseguridad por su parte habría abierto la puerta al español y su instinto competitivo, pero negó toda opción. «No tengo mucho que hablar. Hoy no soy el protagonista, el protagonista es Rafa», dijo el alemán tras el partido en la habitual entrevista al ganador para echarse a un lado y dejar que ocurriera todo: un público entregado, una familia emocionada y un Nadal disgustado. Todos querían llorar cuando él sólo quería ganar.
Nadie en el tenis femenino se merecía tanto una alegría este 2024 como Jasmine Paolini. La italiana, una jugadora contracultural, absoluta lucha desde sus 1,63 metros, había perdido en sus últimas finales de Roland Garros y Wimbledon y para más inri en el Grand Slam parisino también cayó en la lucha por el título en dobles. Su oro en el dobles de los Juegos Olímpicos de París 2024 ya fue consuelo, pero si había herida quedó cerrada este miércoles con su primera Billie Jean King Cup.
Como referente de Italia, Paolini venció a Rebecca Sramkova por un incontestable 6-2 y 6-1 y aseguró la victoria en la final de su país sobre Eslovaquia por un también incontestable 2-0. En el encuentro previo su compatriota Lucia Bronzetti superó a Viktoria Hruncakova por 6-2 y 6-4 y dejó a Paolini a un paso de la cima. En semifinales, ante Polonia habían superado el principal escollo al título: este miércoles todo parecía más sencillo.
La afición italiana presente en el Martín Carpena de Málaga se lanzó a una celebración que puede ser muy larga. Si entre 2006 y 2013 la generación que encabezaba Flavia Pennetta ya sumó cuatro títulos, ahora con Paolini habrá indudablemente más alegrías. A sus 28 años, después de mucho trabajo para alcanzar la cima, tiene varias temporadas de éxitos por delante. Como la tienen sus compatriotas.
En la Copa Davis, después de la victoria de este miércoles de Alemania sobre Canadá por 2-0, este jueves le toca el turno a las mejores eliminatorias de cuartos de final, con el duelo entre Estados Unidos y Australia -con Taylor Fritz y Alex de Miñaur sobre la pista- y especialmente con la ronda entre Italia y Argentina. El número uno del mundo, Jannik Sinner, entrará en acción bien acompañado por Lorenzo Musetti, pero enfrente tendrá la pelea de Sebastián Baez o Francisco Cerúndolo.
Uno más y ya van cinco. Hace unas semanas Carlos Alcaraz se abría en Netflix en un documental llamado ‘A mi manera’ sobre su camino para ser el mejor de la historia. El trabajo no es lo único importante en la vida, proclamaba, como tantos otros de su generación. Es una reivindicación muy humana: quiere ascender al Olimpo de tenis y hacerlo comiendo las marineras de su madre y yéndose unos días a Ibiza con sus colegas. Pero muchos no lo entendieron. El argumento en su contra se puede resumir con una reflexión de Carlos Moyà: "Es una opción viable si quieres ganar Grand Slam a corto plazo, pero a largo plazo es más complicado, porque esto es una carrera de fondo". Nadie sabe qué pasará de aquí a 2034, a 2036 o 2038, pero de momento la única certeza es que el método de trabajo de Alcaraz funciona. Uno más y ya van cinco.
A su edad ninguno de los grandes de la historia había ganado más títulos ‘grandes’ y apenas un par mostraban los mismos números. Uno de ellos, de hecho, exactamente los mismos números. Pero exactamente, exactamente.
¿Imaginan quién? Después de ganar cuatro Roland Garros, Rafa Nadal venció en Wimbledon 2008 y levantó así su quinto Grand Slam con 22 años, un mes y tres días. Este domingo, Alcaraz, lucía exactamente la misma edad: 22 años, un mes y tres días. La coincidencia les une, como tantas otras cosas, y demuestra que ambos son prodigios. Merece un repaso a las leyendas que ya se quedan por detrás en la lista de Grand Slam: cuatro tiene Manolo Santana, Guillermo Vilas o Jim Courier; tres tienen Gustavo Kuerten, Andy Murray o Stan Wawrinka. Merece un repaso a la edad que tenían los otros mitos del deporte a estas alturas.
Novak Djokovic, por ejemplo, tenía 24 años, ocho meses y siete días cuando venció en el Open de Australia de 2012 y colocó en su vitrina la quinta copa. Roger Federer también tenía 24 años, aunque en su caso con un mes y tres días al ganar su quinto Grand Slam, el US Open de 2005. Sólo hay un caso semejante a los de Alcaraz y Nadal: Bjorn Borg, que celebró la ‘manita’ con 22 años y cinco días. Pete Sampras, Boris Becker y Mats Wilander, también ejemplos de precocidad, ya lo hicieron a los 23, y otros tuvieron que esperar mucho más, como Jimmy Connors o Ivan Lendl, hasta los 26 o André Agassi, hasta los 29.
El difícil reto del ranking
De momento, la manera de Alcaraz es exitosa, no queda duda, e invita a pensar en un futuro de dominio, lo que le falta. Mientras en tierra batida parece imbatible, igual que en hierba, le queda el asalto a las pistas duras como tarea pendiente para finalmente abalanzarse sobre la superioridad. Por delante de Jannik Sinner después de haberle derrotado en sus últimos cinco enfrentamientos, incluidas ya tres finales -los últimos Masters 1000 de Pekín y Roma y este Roland Garros-, es una anomalía que esté tan lejos suyo en el ranking ATP.
Pese a su triunfo en París y a la sanción de tres meses que frenó al italiano, Alcaraz continúa con 2.030 puntos de desventaja y tiene por delante, el mes que viene, la defensa de Wimbledon. Sólo si también retiene la corona y continúa la racha podrá plantearse un asalto al número uno alrededor del US Open. Es lo que le toca viendo su rendimiento en Grand Slam. Uno más y ya van cinco.