Hubo unos minutos, en segunda ronda, ante Naomi Osaka, en los que Iga Swiatek pareció mortal. Desafinaba con sus golpes, incluso defendió una bola de partido en contra. Fue un espejismo. La número uno del mundo levantó este sábado su cuarto Roland Garros en una final sin discusión, sin competencia, sin historia. Ante la italiana Jasmine Paolini, Swiatek dominó con un 6-2 y 6-1 en sólo una hora y cinco minutos de juego para elevarse todavía más en la historia. Ya suma más títulos en París que Arantxa Sánchez Vicario, Monica Seles o Serena Williams y por encima sólo tiene a cinco mujeres: Chris Evert, Suzanne Lenglen, Steffi Graf, Adine Masson y Margaret Court. Las alcanzará.
Más allá de sus 23 años, excelente motivo para pensar en más éxitos futuros, Swiatek se encuentra ahora como dominadora única del circuito. Nadie la puede parar. En pistas duras corre peligro ante tenistas más altas y fuertes que ella, pero en tierra batida nadie resiste ante su velocidad y la velocidad que imprime a la bola.
“Casi me eliminan en segunda ronda, así que gracias a todo el mundo por apoyarme. Ha sido un torneo muy emocional para mí”, comentaba muy nerviosa la polaca después de cerrar el partido, enviar unos mensajes por el móvil y recibir el trofeo de manos de Evert y Martina Navratilova. Mientras, su rival, Paolini, pasaba por el trago de la mejor manera posible. “Han sido los mejores días de mi vida, era muy difícil intentar ganar hoy a Iga en esta pista”, comentaba también clasificada para la final de dobles de este domingo. De alguna manera para Paolini este sábado su éxito ya era estar allí. Fuera del Top 25 del mundo hasta su explosión este año, la italiana era una rival ideal para la enésima exhibición de Swiatek.
Menuda y rápida como la polaca, en el intercambio de iguales tenía muchas opciones de perder. Sus argumentos tenísticos flaqueaban ante Swiatek, pese a su actitud. Porque, en su debut en la final de un Grand Slam, la italiano saltó decidida y sorprendió. En el segundo turno de saque de la polaca, se encontró con una bola de break y la aprovechó. El público de la Philippe Chatrier, que temía otro paseo de Swiatek, otro partido breve, se frotaba las manos. Por fin una final disputada, espectacular, larga. Pero desde ahí la número uno arrambló con todo. Ganó el siguiente juego, y el siguiente y el siguiente y así hasta 11 consecutivos para llevarse la final y su cuarto Roland Garros.