La memoria, repleta de recuerdos exitosos, niega que hubiera un Rafa Nadal así, perdido, errático, amenazado en una primera ronda de un torneo sobre tierra batida ante un adversario fuera del Top 100 de la ATP, pero lo hubo. El sufrimiento que padeció este jueves ya lo había vivido. Años atrás todo eran episodios más livianos, anecdóticos, pero incluso en sus mejores tiempos Nadal tuvo algunos malos estrenos que se olvidaron con el paso de los días y de los partidos. Esta vez, en su debut en el Masters 1000 de Roma, una mala noticia y una buena: los fallos realmente le pusieron contra las cuerdas y, al mismo tiempo, tuvo la capacidad de levantarse y sobrevivir.
Ante el belga Zizou Bergs venció por 4-6, 6-3 y6-4 en una remontada sufrida que le obligó a jugar casi tres horas: dos horas y 47 minutos. Finalmente estará en la próxima ronda, ante Hubert Hurkacz, noveno del mundo, y lo hará con la lección aprendida. Su físico mejora cada semana, está más rápido que en Barcelona o Madrid, pero ya no le permite victorias plácidas.
Tampoco ayudó el rival. Al contrario que en sus primeros partidos en el Godó o el Mutua Madrid Open, cuando se encontró a jóvenes temblorosos con la bandera blanca en la mano, en Roma Nadal se topó con un currante del tenis con ganas de disfrutar del momento. De 24 años y habitual del circuito challenger, Bergs supo interpretar el escenario. En la pista central del Foro Itálico, ante una leyenda, no tenía absolutamente nada que perder, así que… ¿Por qué no jugar un rato?
Su derecha hizo daño a Nadal, más su desparpajo, y en el primer set parecía encaminado a la victoria. La manera en la que remontó un break inicial en contra -del 3-1 al 4-6- sorprendió a todos los presentes y obligó al público italiano a volcarse en levantar el ánimo del español. Sin Jannik Sinner y Carlos Alcaraz, su eliminación hubiera sido un drama para el torneo. Pero, para alivio general , algo cambió.
La reacción de Nadal
En el primer juego del segundo set, Nadal levantó la mirada hacia las gradas y advirtió al juez de silla: “¡Allí, allí, una ambulancia!”. A un espectador le acababa de dar un golpe de calor. Y a partir de ahí el partido fue distinto. Durante la parada para que los médicos atendieran al aficionado -que se recuperó sin problemas-, Nadal estuvo analizando sus problemas con su entrenador, Carlos Moyà, y tras la reanudación fue otro jugador.
De un primer periodo nefasto, con sólo tres golpes ganadores y 16 errores no forzados, pasó a un tenis más sólido, más efectivo. Tampoco llegó a brillar, pero con el oficio le bastó para llevarse el triunfo. En el tercer set, de hecho, vivió varios juegos en el alambre, con tres bolas de break en contra, y supo salvarse. A Bergs, antes disfrutón, se le empezó a agriar el carácter y acabó rompiendo una raqueta, mala señal. Igualmente una enseñanza para Nadal de cara al muy cercano Roland Garros. Otrora podía permitirse partidos desafinados, especialmente en los arranques de los torneos, pero ahora necesita entonarse desde el primer juego.