El mundo del ajedrez mundial se ha visto impactado por un niño al que califican ya de prodigio. Se llama Faustino, vive en Barcelona y con solo 10 años acaba de ganar al número 1 de este deporte.
Faustino llevaba tiempo queriendo enfrentarse con él y este fin de semana no dejó pasar la oportunidad en un campeonato online de partidas ultrarrápidas de un minuto. Gracias a su habilidad innegable a pesar de su corta edad supo aprovecharse de los errores de su rival, el noruego Magnus Carlsen, gran maestro de ajedrez noruego y el número uno del mundo del ajedrez a nivel mundial.
Faustino logró una victoria histórica en 48 movimientos que acabó celebrando con un divertido baile. Faustino Oro tiene 10 años, es argentino y en su país ya le llaman el Messi del ajedrez. Fue su padre quien le enseñó a jugar durante el confinamiento derivado de la pandemia de Covid-19.
Y desde entonces su trayectoria parece no tener techo. Desde hace unos meses toda su familia se ha trasladado a Barcelona para potenciar su talento y cumplir su sueño de convertirse en Gran Maestro.
Hace unos meses, contaba en una entrevista en EL MUNDO que no le asustaba que le llamasen el Messi del ajedrez. “No siento presión, me gusta”, decía. Su padre aseguraba que el joven entiende el ajedrez “de forma distinta y calcula muy bien”. “Uno de sus profesores decía que sabe intuitivamente dónde van las piezas. También encuentra jugadas raras, imposibles, con una facilidad increíble”, añade.
Él mismo considera que su talento es “innato”, aunque reconocía que al principio no le atraía la idea de jugar al ajedrez ya que pensaba que era aburrido. Hasta que llegó la pandemia y comenzó a jugar, al principio viendo vídeos de Youtube porque le parecía “difícil”, pero pronto comenzó a superarse a sí mismo hasta convertirse en lo que es hoy en día.
Además de jugar al ajedrez, Oro tiene su propio canal de Youtube, Faustichess, y juega al ajedrez tanto en vivo como en Internet.
En 2003, el doctor Joe Verghese, neurólogo y geriatra del Albert Einstein College of Medicine de Nueva York, se propuso un experimento para ver qué actividades de ocio servían de barrera contra la demencia. Reunió a más de 450 participantes de más de 75 años, los dividió en dos grupos y a unos les propuso actividades mentales como la lectura o los juegos de mesa (ajedrez, damas y cartas) y a los otros, actividades físicas como el baile o las caminatas. La conclusión cinco años después fue muy interesante: quienes jugaban a juegos de mesa al menos una vez por semana sufrían un 74% menos de riesgo de demencia.
Esa investigación, publicada por el New England Journal of Medicine, sirvió como punta de partida para otros estudios y para decenas de iniciativas en varios países, entre ellos, España. En ciudades como Málaga, Burgos, Mérida o San Sebastián se van tejiendo vínculos entre asociaciones contra el párkinson o el alzhéimer y clubes de ajedrez para utilizar los tableros como armas.
"No hay evidencia científica sobre el ajedrez en una patología en concreto, pero está comprobado que ayuda a la memoria o la concentración. Nosotros vemos cómo los usuarios que juegan al ajedrez mejoran en actividades diarias, por ejemplo recuerdan con más soltura los pasos para hacer un café", explica Alberto Toval, creador de la escuela de ajedrez Chesscul, que realiza talleres semanales en las asociaciones de párkinson, alzhéimer y esclerosis múltiple de Málaga.
"Soy ajedrecista de competición y fisioterapeuta. En mis prácticas de la carrera en centros de mayores vi que la mayoría de actividades estaban centradas en la parte física y no en la cognitiva. Luego, un amigo mío, José Antonio Sánchez, empezó a juntar a un montón de gente a jugar al ajedrez en el centro de mi ciudad, en la calle Larios, y todo eso me inspiró para crear Chesscul. El pasado abril reunimos a muchos usuarios de la provincia, más de una veintena, e hicimos un torneo. La acogida de la iniciativa ha sido muy buena porque también ayuda a la socialización. A muchos el ajedrez les sirve para escapar de la soledad", añade.
El caso de Lifländer
En 2017, un periodista finlandés del diario Imatralainen descubrió la historia de su compatriota Vilho Lifländer, un enfermo de alzhéimer de 94 años que continuaba jugando con habilidad pese a olvidar hechos muy recientes. Años antes, la revista Neurocase hablaba de un caso parecido, en este caso de un jugador británico que siguió moviendo fechas hasta su fallecimiento pese a que en la autopsia hallaron evidencias de un alzhéimer avanzado.
Se han documentado numerosos ejemplos que asumen el juego de las 64 casillas como una medicina contra las enfermedades neurodegenerativas, pero no se ha realizado ninguna investigación tan específica. En la mayoría se junta el ajedrez con otros pasatiempos -en Estados Unidos, con los puzles, en Europa, con las cartas, en China, con el mahjong...- y, aunque hay herramientas como la escala FAST y la escala GDS, medir el avance de este tipo de dolencias es muy complicado.
Un taller de Chesscul en MálagaChesscul
"Es el problema de siempre: ¿cómo cuantificar nuestro trabajo? Puedes seguir el avance de la enfermedad en una persona que recibe ayuda, pero no puedes saber cómo estaría sin esa ayuda", comenta Álvaro Fernández, gerente de la asociación Parkinson Burgos que lleva a cabo una iniciativa parecida a la que tiene lugar en Málaga. De hecho, el pasado abril, para el Día Mundial del Párkinson, también organizaron una competición que llenó de tableros el patio del Monasterio de San Juan.
"Nosotros empezamos con el tenis de mesa. Un club de aquí, de Burgos, nos ofreció dar unas clases a los usuarios, funcionó muy bien y pensamos en otras actividades que pudieran ser útiles. Cada vez es más evidente que las actividades cognitivas son la base para retrasar el avance de la enfermedad y por eso tiramos por el ajedrez", recuerda Fernández, que ya tiene a unos 50 pacientes interesados en el juego. Con la ayuda del Club Deportivo En Jaque han enseñado a mover las piezas a muchos, aunque las opciones del ajedrez no se quedan ahí. "El tablero se puede utilizar para ejercicios de memoria. Quitar un alfil y preguntar dónde estaba. O, mucho más difícil, retirar todas las piezas del tablero e intentar recordarlas. Es una estimulación cognitiva magnífica", finaliza.
La octava partida del Mundial de Ajedrez fue de las que no se pueden escribir mientras las piezas siguen bailando. Las alternativas se sucedieron durante cinco horas y, hasta el último instante, era demasiado aventurado predecir cómo acabaría la lucha. Terminó en tablas, por lo que el marcador refleja un empate a cuatro. Llevamos cinco empates seguidos, pero nadie se podrá quejar del espectáculo ofrecido este miércoles por los dos grandes maestros (4-4 en el cómputo general).
En Singapur estamos viendo la lucha entre un optimista casi suicida y un pesimista sin miedo a probar nuevas experiencias. Esa contradicción constante entre las personalidades de ambos genera una mezcla explosiva, cuando otras circunstancias lo permiten. En otro rasgo insólito por parte de un campeón, su sinceridad en las ruedas de prensa nos permite conocer con inesperada fidelidad el estrés casi insoportable que sufre un gran maestro de élite.
Ding Liren reconoció que el aspirante lo volvió a superar al comienzo de la partida, durante el cual se sintió muy nervioso e incómodo. Luego, un día más, consiguió darle la vuelta a la tortilla y fue el chino quien, sin darse cuenta de la magnitud de su ventaja, no atinó con las mejores jugadas para ganar. «No fue una partida demasiado perfecta», reconoció el campeón del mundo, a quien le vendría bien ver el vaso medio lleno para no conformarse a veces.
«Pensé que no era demasiado peligroso»
Y si a Ding hay que agradecerle que se tome sus comparecencias ante la prensa como si fuera una reunión de Alcohólicos Anónimos, a Gukesh Dommaraju no se le puede negar una valentía pocas veces vista a este nivel, aunque también sea consecuencia de un optimismo indómito. En la octava partida, cuando lo peor para los dos parecía haber pasado, el indio pudo concluir el choque con unas nuevas tablas por repetición de jugadas. Era, de lejos, la decisión más sensata. En su lugar, el más joven de los dos finalistas hizo una jugada inferior, arriesgadísima, porque suponía la pérdida de otro peón, pero era la única vía para mantener la lucha viva.
Un titular rondaba la cabeza de este cronista en esos momentos: «Gukesh da ejemplo y pierde». Por suerte para él, el karma o lo que quiera que le ayuda en esos momentos le dio la fortaleza necesaria para regalar a los aficionados unos minutos más de alegría, sin ningún disgusto final para los protagonistas. El jovencísimo gran maestro no parecía darle importancia: «Pensé que no era demasiado peligroso y que tenía algunas oportunidades. Sí, juzgué mal la posición», reconoció a los periodistas.
La objetividad es vital para triunfar en el ajedrez. Evaluar bien es una de las cualidades esenciales, porque no se puede jugar del mismo modo con ventaja o cuando hay que defenderse. Gukesh peca siempre de optimista y Ding suele ver su posición con malos ojos. Si alguno corrige ese pequeño desajuste, estará muy cerca de ganar el título.
Ding, durante la octava partida del Mundial.FID
La partida también tiene otras lecturas. El nivel de precisión descendió hasta casi el 90%, que no es demasiado alto para ellos. Es verdad que cuando no se afrontan riesgos se cometen menos errores y las tablas son inevitables. Esta vez el empate fue fruto casi del azar, un accidente probablemente justo para dos gladiadores que olvidaron ponerse el peto antes de saltar a la arena.
Gukesh tuvo otro detalle: agradeció a sus ayudantes las ideas que le han permitido conseguir ventaja al principio de la mayoría de las partidas. En este caso, su séptimo movimiento dejó con la boca abierta a otros grandes maestros, incluido su compatriota Vishy Anand, pentacampeón del mundo. El reconocimiento a sus segundos añadía de forma implícita una autocrítica: pese a esa ventaja, él había sido incapaz de rematar las oportunidades concedidas, a excepción de la tercera partida.
Para Ding, la asignatura pendiente sigue siendo la gestión del tiempo, aunque cuando los minutos son más escasos suele encontrar un conejo salvador en la chistera. Las partidas de ajedrez tienen tres fases: apertura, medio juego y final. Si fueran tres asaltos, el indio suele ganar el primero, el chino el segundo y el tercero acaba casi siempre con resultado nulo.