Si los cuartos habían resultado pura adrenalina, el sábado de semifinales careció de cualquier emoción. Si la primera semifinal duró poco más de 20 minutos, la segunda ni eso. Si lo del Real Madrid fue un aviso, el Barça elevó la puja a continuación. El clásico regresa a la final copera (10 veces fue así en las últimas 15 ocasiones) con dos púgiles que se retaron para el domingo con sendas palizas. Pocas veces se ha visto tan plenos a los de Roger Grimau esta temporada: tras una increíble sucesión de triples, antes del descanso mandaban por 32 puntos ante un petrificado Lenovo Tenerife. [Narración y estadísticas]
Había sido un arranque igualado, pero hasta Txus Vidorreta se había quedado sin respuesta. Toda la osadía mostrada unas horas antes para despedazar al anfitrión, era ahora parálisis de sus pupilos, ni rastro de los triples de Doornekamp, de la electricidad de Kyle Guy. La defensa del Barça resultó maravillosa. En ese segundo cuarto en el que todo acabó, encajó ocho puntos y encestó 40, para un récord copero: nadie había anotado tanto en un parcial (la anterior marca, 38, era del Madrid en la final de 2018).
Un ejercicio de solvencia coral asombroso. Al descanso, los 54 puntos azulgrana se los repartían entre los 11 participantes, ninguno de ellos con más de siete. Si hubo algún nombre propio, ese fue el de Satoransky, con cinco rebotes y cinco asistencias en su cuenta. Dos contras del checo precisamente fueron el detonante del meneo. A continuación, una brutal lluvia de triples sin respuesta.
El Martín Carpena se entregó a la diversión copera, a prolongar ese maravillosa hermandad de aficiones que es el torneo cada año, de “estar hasta los huevos del Barça y el Madrid”, aunque uno de ellos sea, de nuevo, tras el paréntesis de Unicaja en Badalona, el que vaya a alzar el domingo el trofeo.
No hubo competitividad en la segunda mitad, el Tenerife no se acercó ni un milímetro y el Barça no hizo sangre, con Willy Hernangómez cogiendo confianza y engordando sus números y los entrenadores repartiendo esfuerzos.
Antonio Benito (Tomelloso, 1994) viene de nadar en el legendario Kailua Kona Pier, donde este sábado tomará la salida en el Ironman más famoso y duro del mundo, el Mundial de Hawaii. Ha compartido sesión con «los noruegos», Gustav Iden y Kristian Blummenfelt. «Había que aprovechar la oportunidad, es un lujo», cuenta en conversación con EL MUNDO desde la isla, alucinado él mismo con la revolución de su carrera deportiva, con su salto a la larga distancia del triatlón. «De Tomelloso a Hawaii, es heavy, ¿no?», bromea.
Es uno de los favoritos donde ningún español, ni siquiera Javier Gómez Noya o Iván Raña, ha vencido jamás (Eneko Llanos fue segundo en 2008), pero, al regreso de Hawaii, pase lo que pase, «volveré a ser Antonio el policía», en su comisaría de Lugo. Porque hace no tanto, pese a estar desde los 17 años entrenando con la selección española en el Centro de Alto Rendimiento de Madrid, este manchego no lo tenía tan claro. «Uno quiere vivir del deporte, pero si no llegan los resultados... Si no tienes ingresos hay que generarlos de alguna forma. Me puse a trabajar en el Decathlon dos años, también llegué a dejar el triatlón casi un año, luego me volví a reencontrar... Lo vi un poco negro», admite.
El éxito a Antonio le ha llegado de repente, al dejar la distancia olímpica. Ganó el mítico Zarautz de 2023 «con un mes y medio de cabra», «me cambió el chip», y se aventuró en el mundo Ironman. «Si me dicen esto hace dos años... Va a ser mi tercer Ironman, el primero fue en Cascais hace un año (tercero y por debajo de las ocho horas). Todo ha ido súper rápido, aunque sin saltarme ninguna etapa. Luego fui a Vitoria, gané (7h36:38, récord de la prueba) y conseguí el slot para Hawaii. Y ya estoy aquí», pronuncia, sin presión, pero consciente de que todos le mirarán de reojo: esta misma temporada se ha llevado el Mundial de Larga Distancia de la ITU en Townsville (Australia) y lo celebró en meta con su característico choque de pies. «Hay mucho entreno detrás. Ha tardado en salir casi 10 años [ríe], he tenido que ser paciente. A nivel fisiológico, metabólico, de mis características... mi cuerpo se adapta mejor a la media y larga distancia», explica.
Antonio Benito, durante el Ironman de Vitoria en el que logró la victoria.HOKA
Ha preparado Kona concienzudamente junto a su entrenador, Pablo Dapena, aunque, al contrario que el resto de sus rivales (los favoritos son Sam Laidlow, Patrick Lange, Magnus Ditlev, los noruegos...), él no sea profesional. Cuando le rodeaban las dudas, en plena pandemia, se preparó la oposición de Policía nacional y pasó un año en la Academia de Ávila. «Mi padre siempre nos ha dicho que teníamos que estudiar. Nos ha insistido muchísimo. Y con lo pesado que es... Lloró mucho más cuando aprobé la oposición que cuando me vio ganar en Vitoria. Eso es así», cuenta sin rubor. Porque a Antonio todos le conocen como El Melón, un recuerdo de sus orígenes. «Mi padre es agricultor. Mi madre es ama de casa, pero ahora han estado vendimiando los dos. Somos de Tomelloso, somos de campo. Desde pequeños lo hemos aprendido. Curte. Sé lo que es vendimiar, podar, coger aceitunas, melones... Te da una perspectiva de vida un tanto distinta y capacidad de valorar las cosas. Si eres de campo, ya sabes lo jodido que es... Mirar al cielo cada día a ver si la nube trae piedra o sólo agua. ¡Cómo no vas a tener los pies en la tierra!», explica con orgullo.
Así que, a sus 30 años, con los resultados, la fama y los patrocinios (Hoka, 226, Orbea...) llegando de repente, nada le puede amedrentar, ni siquiera las maratonianas jornadas de entrenamiento, con las tres disciplinas incluidas, después de su turno como policía, ahora en Lugo, antes en Girona. «Si sólo entrenara... Me da rabia y me frustra, hay días que estoy puteadísimo. Pero creo que gracias a la tranquilidad económica que me ha dado el ser Policía están llegando estos resultados y me quita un poco de presión. Hay que adaptarse a la situación y no pensar 'joder, vaya mierda de día, estoy reventado porque he entrenado después de trabajar'», se sincera.
Antonio Benito, nadando en Hawaii.GINES DÍAZEL MUNDO
Para Hawaii ha logrado un permiso por deportista de alto nivel, se ha podido concentrar unas semanas en Lanzarote y realizar las espeluznante sesiones de Heat training con las que ha tratado de simular las condiciones de calor y humedad que tendrá en la isla. «Alguien que no tenga ni idea de triatlón dirá que: '¿Qué hace el loco este en Lanzarote con chubasquero en el rodillo?'. Yo también lo he pensado», ríe al recordar los entrenamientos infernales, hasta cinco días por semana, en los que ha llegado a perder cuatro litros: «La cuestión es estresar al cuerpo. Al principio, a la media hora te dan ganas de morirte. Espero que valga la pena».
«Saldré a por todas. Aunque, para quitarle hierro al asunto, yo pienso que es un triatlón más. Lo único que, si en un ironman te puedes encontrar gente buena, aquí están todos los que han ganado, lo mejor de lo mejor», dice Benito, quien, en sus redes sociales, ha ido contando con su inconfundible humor manchego sus andanzas en la isla donde se inventó el triatlón.
Lucas Sáez-BravoEnviado especial MálagaEnviado especial MálagaActualizado Viernes,
16
febrero
2024
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23:19El partido trampa lo fue. El último envite de...
En Belgrado, allá donde el Unicaja inauguró su palmarés europeo -la Copa Korac de 2001-, Alberto Díaz levantó al cielo para el club malagueño la Basketball Champions League, otro título continental, el tercero de su historia, para consolidar el estupendo proceso de renacimiento en el que transita el equipo que dirige Ibon Navarro. El 'Plan de Ibon' se impuso a la experiencia del Lenovo Tenerife (no pudo ampliar su cuenta, campeón del torneo en 2017 y 2022), repitiendo el guion de la Copa del Rey 2023 en Badalona. [75-80: Narración y estadísticas]
Pase lo que pase, histórico será ya este 2024 para Unicaja. Líder de la Liga Endesa a estas alturas y con una corona europea en sus vitrinas (y los 600.000 euros de premio de la FIBA que se lleva el campeón). Un estado de euforia, de permanente tensión competitiva, de volver a las raíces de un club que siempre tuvo mucho que decir en el baloncesto español. Le costó sufrir (como en semifinales contra el UCAM Murcia), evidentemente, en la finalísima ante el Tenerife, ese querido enemigo de tantas batallas recientes. Pero la defensa y el temple en los minutos decisivos, cuando los aurinegros intentaban la remontada, con Kendrick Perry asumiendo la responsabilidad, le dio la gloria que tanto perseguía, esa que le esquivó en la Final Four del Carpena hace un año.
El Unicaja fue un roca 40 minutos. Ya se fue con la máxima ventaja al descanso (27-38), tras un canastón en jugada individual de Kendrick Perry. Era su noche y sería nombrado MVP. Su plan de partido empezaba ya a dar frutos, cuando la calidad de sus estrellas salía a relucir. Antes habían sido los destellos de Tyson Carter, pero la clave de todo fue la defensa ideada por Ibon Navarro, intensidad, agresividad en primera línea, asfixia sobre Marcelinho Huertas, que es el principio y el final del Tenerife.
Los jugadores del Unicaja celebran la victoria en Belgrado.ANDREJ CUKICEFE
La distancia había tardado en ponerse de manifiesto, pero ya daban pistas las recurrentes pérdidas del colectivo de Txus Vidorreta, algunas suicidas en primera línea, especialmente torpe en el amanecer Kyle Guy. Tras el desacierto inicial de ambos, llegaron los triples malagueños y el Unicaja se fue sintiendo cómodo en Belgrado, tan espectacular como desangelado el Stark Arena.
Los tres triples a la vuelta de vestuarios de Nihad Dedovic abrieron más la herida insular. Pese al ímpetu de Marcelinho, la sensación pronto comenzó a ser de frustración, de querer y no poder. Aunque hubo reacción, porque la experiencia y el ardor competitivo de los aurinegros no es baladía. Un parcial de 14-3 para volver a meterse en el duelo, encontrando a Shermadini en la pintura y aprovechando algunos resquicios en la concentración malagueña.
Kendrick Perry, en acción ante el Tenerife.Darko VojinovicAP
Siguió empujando Tenerife, con el ímpetu de un Guy en búsqueda de redención, de su versión de semifinales contra el Peristeri (34 puntos), pero cada vez que se arrimaba respondía con fiereza Unicaja. Ya en el último acto, Perry enhebró cinco punto seguidos de puro genio (un triple lejano y una contra tras otro robo), más otro triple después, asumiendo la responsabilidad en el momento más caliente y mostrándose como el tipo más decisivo de la noche en Belgrado. Lloraba después el base estadounidense, toda la emoción que conlleva estos cielos, los que alcanzó el histórico Unicaja.