Nuevo debut con victoria para la delegación española. Liliana Fernández (Benidorm, 37 años) y Paula Soria (Orihuela, 31 años), pareja en voley playa, se han llevado la victoria en su debut en el los Juegos Olímpicos ante las italianas Marta Menegatti y Valentina Gottardi por 24-22, 9-21 y 16-14.
En un encuentro muy disputado desde el inicio, la pareja española comenzó muy sólida, con un gran bloqueo de Fernández. Aun así, las italianas pronto cogerían el ritmo para ponerse por delante, pero una serie de errores en los servicios permitió a las valencianas equilibrar de nuevo el marcador. Una buena defensa y varios bloqueos espectaculares de Soria impidieron a la pareja italiana cerrar el primer set y todo se quedó con un ajustado 22- 22 en el luminoso. La balanza podía caer de cualquier lado, pero un error de las italianas lo aprovechó España para llevarse finalmente la primera manga por un 24-22.
El segundo set comenzó de nuevo con ventaja para Italia, que pronto se situó con un parcial 19-8. Con todo de cara, bastó con un saque de Menegatti para igualar de nuevo el encuentro (21-9).
Un regalo al sacrificio
Todo se decidía en el último parcial, que comenzaría muy disputado ambos países. Con empate a 12 en el marcador, Fernández puso por delante a España con un decisivo remate. Solo quedaba entonces cerrar el partido con un preciso toque y un buen saque que la pareja italiana no pudo defender.
Tras la victoria y en lo que son sus cuartos Juegos Olímpicos, Liliana Fernández ha declarado que no quería retirarse de competición sin ver a su compañera competir en París. “Estoy muy feliz por Paula y por mí. Este es un regalo al sacrificio de estos últimos años. No me quería retirar sin que Paula viviera esto, y hoy cumplimos ese sueño juntas”, ha afirmado.
Además, también quiso destacar el nivel de las italianas y la importancia de mantener la calma: “Entre el segundo y el tercer set, hablamos de tranquilizarnos y jugar nuestro juego y eso fue clave para darle la vuelta al partido“.
Entre las cientos de páginas que el baloncesto español ha escrito para la historia, quizá ninguna aventura fue como la de esta noche de verano en el corazón de París, en la Plaza de la Concordia, donde Maria Antonieta pasó por la guillotina. Cuatro jugadoras ya para el recuerdo, talento, coraje y osadía para lograr una plata olímpica en una disciplina con tan poca tradición como espectáculo y garantía de porvenir. Sandra Ygueravide, Juana Camilión, Vega Gimeno y Gracia Alonso de Armiño son subcampeonas olímpicas tras perder en la final contra Alemania (17-16) en la agonía de un último tiro que no entró.
Bien entrada la noche, resultó una final vibrante. Fue un arranque de nervios. De nuevo a remolque, con tres canastas seguidas de una Alemania que ya había derrotado a las españolas en el último partido de la fase de grupos. Pero la reacción fue preciosa. Un parcial de 3-10 en el que la selección se adueñó de la pista, manejando las puertas atrás y los pick and rolls, especialmente acertada Gracia de Armiño.
Pero esa energía no la puedo mantener después la selección, pese a los dobles de Camilion. Fue otro triple de la gigante Brunckhorts el que iba a ser el mazazo, pese a que España tuvo 7,8 segundos para la oportunidad final que no fue.
Aun así, es el éxito del baloncesto español en su especialidad más callejera y novedosa, al que supo conectarse con un programa desde la Federación que no se vio interrumpido pese a quedarse dolorosamente a las puertas de la clasificación en Tokio, donde se estrenó en el programa olímpico. Con Anna Junyent a los mandos y jugadoras tan experimentas como Nuria Fernández, que se ha pasado cada madrugada viendo vídeos de las rivales en su hotel de París. Y con otras jugadoras que fueron clave por el camino, como Aitana Cuevas o Paula Palomares.
El camino al oro fue tan caprichoso como aquella canasta de Gracia en Debrecen. El cuarteto que maneja Junyent se había clasificado directo a semifinales tras una carambola. Después de una primera fase de vaivenes, en la que ganó cuatro partidos (entre ellos a la anfitriona Francia) y perdió tres (uno contra EEUU, 11-17), las españolas evitaron la ronda de cuartos de final y empezaron a soñar con una medalla que ya es realidad.
Felipe VI aplaude al equipo español tras perder ante Alemania en la finalMiguel TonaEFE
Porque, con su majestad el Rey Felipe vibrando en primera fila de la cancha situada al comienzo de los Campos Elíseos -a su lado, Alejandro Blanco, la ministra de Educación y Deporte, Pilar Alegría y el secretario de Estado para el Deporte, José Manuel Rodríguez Uribes (también Dirk Nowitzki, Jorge Garbajosa o Carmelo Anthony, las chicas de la selección 5x5 que este miércoles juegan su partido de cuartos)-, la selección dio la sorpresa (16-18) ante el USA Team en un partido eléctrico y emocionante. Puro rock and roll.
El dominio físico del equipo americano, que comenzó mandando (9-4), le permitió adueñarse del rebote. Pero también se cargó pronto de faltas, algo que en el 3x3, con sus reglas propias, es pecado mortal: a la sexta, la selección rival goza de dos tiros libres. Oro puro para España, que no tembló en ese abismo. Un triple (dos puntos) de Camilión fue clave para contrarrestar los tantos de Van Lith, la jugadora más pequeña del USA Team, un tormento con sus penetraciones. Entonces, en la hora de la verdad, Ygueravide tomó la responsabilidad. Iba a anotar las cuatro canastas finales de España, cuatro puntos para el recuerdo.
Primero, para empatar a 15 a falta de 32 segundos. Poco más tarde, a falta de cinco segundos, la del 16-16, precioso aro pasado, para llevar el duelo a la prórroga. Una especie de tie-break en el que gana quien mande por una ventaja de dos. Allí, la posesión inicial fue para España, que en vez de ir a por el triple, anotó con una penetración de Ygueravide. Falló después USA, que en la siguiente posesión empujó a la estrella española para condenarse. Una falta que dio dos oportunidades a la selección para acceder a la final. Sandra (nueve puntos en total, la mitad) no iba a fallar con el primero.
Dos finales olímpicas perdidas no son cualquier cosa, no es algo que se vaya así como así de los pensamientos de un deportista profesional cuando la vida le ha dado la oportunidad de regresar al lugar de sus pesadillas, pero también de sus anhelos.
Lo han ganado todo, también Mundiales y Europeos, pero Londres y Tokio no se olvida.
En La Défense, es el partido de sus vidas. Aunque suene tópico.
Lo es para las jóvenes, lo es para las que cayeron hace tres años por primera vez, pero, sobre todo, lo es para las cuatro veteranas de un colectivo para la historia del deporte español. Pili Peña, Maica García, Laura Ester y Anni Espar. Su tercera final olímpica de cuatro oportunidades. También para Miki Oca. Y esta vez no está EEUU enfrente, con la que ya saldaron cuentas tras 11 años de derrotas en la primera fase. Igual que con los Países Bajos en esa semifinal taquicárdica en la que Martina Terré paró un penalti con el alma en la tanda.
Había sonrisas y rostros de confianza antes del comienzo, el trabajo hecho, la fe en sí mismas. También en Australia, la sorpresa del torneo, una rival que ya fue campeona olímpica en Sidney 2000, aunque que llevaba seis años sin derrotar a España. Pero el primer acto en La Défense fue áspero, como si en vez de en agua avanzaran en barro. Ambas porteras, Terré y Gabriella Palm, eran las absolutas dueñas de la piscina. Un tanto en escorzo de Paula Leitón desde la boya igualó el penalti inicial de Alice Williams, la misma que en el último segundo hizo el 2-2.
El turno de Bea Ortiz
Sin perder la paciencia, pero la selección estaba enredada en la tela de araña aussie. Estuvieron 11 minutos las de Oca sin marcar, cada ataque un naufragio. El momento crítico. Hasta que Maica García rompió la racha. El suyo fue el único gol de todo el segundo cuarto; Australia tampoco estaba para fiestas.
Pero tras el descanso, el cuchillo. Era la hora de la verdad, el momento tan esperado. Tomó las riendas Bea Ortiz, que enhebró tres goles de carrerilla, tres disparos que elevaron a España.
Las jugadoras de España celebran el oro.AFP
Ya nada las podía parar. Ni las remontadas pretéritas de una Australia que tampoco sabía lo que era perder en estos Juegos. Y eso que un gol sin ángulo, en el último segundo de la posesión, de Sienna Hearn, arrimó a las de Bec Rippon (6-7). Pero esta final la iban a ganar. Y de nuevo la heroína de La Défense, Bea Ortiz. Y después Maica, y Anni Espar. Y las lágrimas cuando todavía faltaban dos minutos y Terré seguían parándolo todo (hasta 15 intervenciones) y ya sabían que toda esta espera había merecido la pena.
En 1996, Miki Oca, el primer español ya en tener un oro olímpico como jugador y entrenador, había ganado un oro en Atlanta para el waterpolo nacional. Pero faltaban ellas, una selección que ya era leyenda y que en París 2024 lo corroboró a lo grande.
Por las que llevan años aguardando y por las jóvenes que llegan. Miki Oca no se dio ni un gramo de importancia en un oro para la historia del deporte español. Para desesperación de los periodistas, el seleccionador, en el cargo desde 2010, sólo hablaba de ellas. "¿Pero no habéis visto el partido, quién lo ha ganado?", despejaba. Ellas, un grupo tan cohesionado que ríen y celebran juntas, que bailan al ritmo de la DJ, la boya Paula Leitón, Hay Lupita y Potra Salvaje son sus himnos en el autobús.
Desde la concentración, ya en junio, en el CAR de Sant Cugat. Después en la altura de Sierra Nevada, un éxito a fuego lento. "Desde entonces ellas sólo me repetían que querían ganar el oro", admite Oca. Que mira a su lado a Bea Ortiz y sus cuatro goles, tres decisivos a la vuelta de vestuarios, y Martina Terré, y tampoco quiere personalizar. Porque "lo llamativo son sus paradas, pero sin el trabajo del resto..." Pero la protagonista es la portera, sin duda.
Una chica de 21 años con la timidez lógica de su edad. Que arruinó a los Países Bajos con una espectacular parada a su lado derecho en la tanda de penaltis. Y que en la finalísima fue una absoluta pesadilla para Australia: 15 intervenciones nada menos, un asombroso un 83% de acierto bajo los palos. Y todavía se lamentaba de las que no atajó. "Me estudio a todas a las rivales. Y mira, estoy pensando que hay algún gol que podría haber parado, que iba al sitio donde sabíamos y no lo he parado", se lamentaba con su afonía.
"Les entraba el ansia de chutar"
Ahí, en su voz rota, está otro de los grandes secretos de este oro logrado en el inmejorable marco de La Défense, repleto de banderas rojigualdas. Una de las grandes novedades introducidas por Miki Oca y su cuerpo técnico es la de contar en voz alta los 10 últimos segundos de cada posesión. Y esa tarea recae en Martina. "A la primera posesión ya pierdo la voz: 10, 9, 8, 7, 6... que me tiene la garganta...", admite la catalana, a la que cuesta hacerse oír en el estruendo del pabellón. "Antes sólo hacíamos el 10 y el cinco y les entraba un poco el ansia de chutar cuando decías el cinco. Esto gasta la voz, pero sirve. Porque hoy hemos hecho algún gol al final del tiempo. Así que estoy contenta", reconocía.
Terré irrumpió en la portería de la selección en el último Europeo, del que fue MVP. Fue desplazando poco a poco a una mítica como Laura Ester. Y esa convivencia es la que emociona a la joven de Barcelona, a la que se le saltan las lágrimas en zona mixta. "Laura, para mí, es algo muy grande. Tenerla a mi lado, como compañera de equipo, una mujer con tanto palmarés, tantos partidos jugados...", enumera la guardameta del Sant Andreu.
Martina Terré, en acción.Luca BrunoAP
Terré fue, junto con Elena Ruiz -otra perla que con 16 años debutó en Tokio 2020- campeona del mundo júnior en 2021, en Netanya. Allí estaban también Nona Pérez y Marta Camus, el relevo generacional. Y esa sangre nueva es, para ella, la que ha posibilitado el éxito, ese maleficio olímpico después de dos finales perdidas (Londres y Tokio, fueron quintas en Río), el colofón a un equipo de leyenda.
"Las jóvenes aportamos la inocencia de no haber jugador finales, de no tener dolores de cabeza, de saber que hemos perdido. Intentamos aportar ese momento de disfrutar, de jugar como sabemos, sin que nos tiemble nada. A veces se hace como un muro delante a las más veteranas. Nos dan la tranquilidad de saber que es una final y nosotras el empuje para ir a por todas", razonaba Martina, que estudia en la Universidad Pompeu Fabra y desde ayer es leyenda del waterpolo. Y que quita mérito a sus intervenciones felinas, porque "con lo bien que defiende mis compañeras es fácil encontrar los huecos para parar. Me dejan mi lado y ya está". Y ya está.