Uno de los grandes misterios de la historia del ajedrez es la muerte de Alexander Alekhine, en 1948. La autopsia del cuarto campeón mundial asegura que se atragantó con un trozo de carne cuando comía solo en su habitación de hotel, en Estoril. El genio nacido en Rusia se llevó a la tumba el título y el secreto de su final. Si sufrió un infarto, no había motivos para inventar otra variante. Se cree que fue envenenado o incluso que lo asesinaron de algún modo más violento.
Lo único seguro es que la fotografía prefabricada de su cadáver ante un tablero de ajedrez es tan falsa como la versión oficial de las autoridades portuguesas. Como en el caso de Samuel E. Ratchett, protagonista de ‘Asesinato en el Orient Express‘, la novela de Agatha Christie, había demasiada gente interesada en darle jaque mate, del KGB a la Resistencia francesa.
Los médicos que atendieron a Umayganat Osmanova, de 30 años, tienen menos dudas sobre las causas que llevaron a la ajedrecista rusa a sentir mareos y náuseas durante una partida del Campeonato de la República de Daguestán. El diagnóstico fue claro: los síntomas eran compatibles con un envenenamiento, por lo que el árbitro principal del torneo decidió revisar las grabaciones registradas por las cámaras de seguridad.
Las imágenes muestran el momento en que su rival de ese día, Amina Abakarova, de 40 años, se acerca al tablero donde ambas debían sentarse 20 minutos después. Sin demasiado disimulo, la entrenadora y jugadora rusa impregna con alguna sustancia el rey blanco y el borde del tablero más cercano a su oponente. Una vez comprobados estos hechos, el árbitro llamó a la Policía, que detuvo a la ajedrecista. Antes, el responsable del torneo guardó en una bolsa los restos de la sustancia sospechosa, todavía visibles. En los primeros análisis se confirmó que entre sus componentes destaca el mercurio, probablemente procedente de un termómetro.
Grabada por las cámaras
Se sabe también que antes de llevar a cabo su acción, Abakarova preguntó si las cámaras estaban todavía apagadas. Por error o por lo que fuera, le dijeron que sí. Resulta evidente que el talento de la acusada como asesina no es mucho mayor que como jugadora.
En efecto, la presunta envenenadora tiene 1.776 puntos Elo, una calificación inferior a la de numerosos aficionados. Las máximas autoridades de la Federación Rusa de Ajedrez consideran “incomprensible” lo ocurrido en una competición relativamente menor. “Lo que hizo podría haber tenido un resultado muy trágico, amenazando la vida de todos los que estaban presentes, incluida ella misma. Ahora deberá responder ante la ley”, aseguró la ministra de Deportes de Daguestán, Sazhida Sazhidova.
En realidad, lo que estaba en juego en la Casa del Ajedrez de Majachkalá, capital de Daguestán, iba más allá de lo deportivo. Abakarova confesó antes de ser arrestada que su intención era asustar a su oponente y “apartarla del torneo”, pero que en ningún caso pretendía causarle daño y mucho menos matarla. Entre ellas hay viejas rencillas. Se conocen desde hace años y se han enfrentado en muchas ocasiones. La detenida dijo que su enemiga había hablado mal de ella en público. El colmo de la ofensa fue quedar por delante unos días antes, en el Campeonato de Ajedrez Rápido de Daguestán.
Posible cárcel
Andrey Filatov, presidente de la Federación Rusa, confirmó que Amina Abakarova se enfrenta a una probable sanción de por vida. Eso puede ser la menor de sus desgracias; la prensa británica comenta que podría ser castigada hasta con tres años de cárcel.
La víctima describió su experiencia como “terrible” y afirmó que cuando supo el motivo de su malestar se sintió “repugnante y moralmente deprimida”. Según su versión, otro jugador y un miembro de la organización también enfermaron por culpa de la sustancia tóxica utilizada por Abakarova.
“Todavía me siento mal”, añadió a Russia Today. “En los primeros minutos, sentí falta de aire y sabor a hierro en la boca. Tenía que pasar unas cinco horas en este tablero. No sé qué me habría pasado si no lo hubiera visto antes”.
Dentro de lo que cabe, la historia tuvo un final feliz. Osmanova pudo recuperarse y terminar el torneo, en el que acabó logrando la medalla de plata.