En el hospital de Tortone falleció el Campionissimo consumido por la malaria. El de 2 de enero de 1960 toda Italia lloraba por el adiós de Fausto Coppi. El ídolo murió por una infección contraída en Alto Volta (ahora Burkina Faso), donde fue invitado a participar en un safari y a correr un critérium. Allí también acudieron Jacques Anquetil y Raphael Geminiani. El fino ciclista, que fue descubierto por el masajista ciego Biagio Cavanna, sólo tenía 40 años y había dejado un legado formidable, con la conquista de cinco Giros, dos Tours, un campeonato del mundo y un récord de la hora.
El Tour, en su trayecto por Italia, no podía dejar de homenajear a Coppi, por eso el pelotón transitó ayer por la localidad de Tortone, donde muchos recordaban las hazañas y leyendas que envuelven al mito. Certezas y fabulaciones que fomentan el misterio. Un monje destinado en Burkina Faso aseguró que el corredor nacido en 1919 en Castellania no falleció por los efectos de la malaria, sino por consumir una mezcla de hierbas preparada por unos nativos. Un relato que seguramente desconoce Biniam Girmay, el velocista eritreo ganador de la tercera etapa del Tour, con salida en Piacenza y meta en Turín. Es el primer ciclista del África negra que se anota un triunfo parcial en la ronda francesa. No es el primer africano, antes ya lo hicieron el keniano-británico Chris Froome y los sudafricanos Robert Hunter y Daryl Impey.
África, 64 años después de la muerte de Coppi, vuelve a acaparar protagonismo y esta vez no es por un suceso luctuoso. Al contrario, un acontecimiento repleto de felicidad. Todos los honores para Girmay, nacido el 2 de abril del año 2000 en Asmara, la capital de Eritrea, país situado al noreste de África y que comparte frontera con Sudán, Etiopía y Yibuti. Cuando era un crío, su padre (carpintero) le compró una bicicleta y desde ese momento su vida cambió. Como demostró buenas condiciones, se marchó a Europa y pronto sorprendió por su facilidad en el sprint. El velocista del Intermaché se formó en la escuela de Alto Rendimiento de la UCI en Aigle (Suiza). A los 17 años, en una de sus primeras carreras júnior, derrotó a Remco Evenepoel. En 2022 se convirtió en el primer ciclista del África negra que ganaba en una clásica: la Gante Wevelgem. Ese mismo año también se anotó la primera etapa en el Giro de Italia. Entonces, en el podio, descorchó una botella de prosecco (vino espumoso italiano), con tan mala suerte que el tapón le impactó en el ojo izquierdo y fue traslado a un hospital. «Quiero dar las gracias a mi familia, a mi esposa, a todos los eritreos, a todos los africanos, a todos los que me ayudaron. Ahora somos parte de esta gran carrera. Éste es también vuestro éxito, este es vuestro momento», exclamó ayer antes de subir al podio de Turín.
Girmay se consagró en la etapa maratón de este Tour. Un interminable trayecto de 230,8 kilómetros por la campiña del Piamonte que castigó a unos corredores que avanzaron agrupados hasta la ciudad de la Sábana Santa. La intentona de escapada de Fabian Grellier (Total Energies) fue lo más reseñable.
La jornada estuvo controlada por los rodadores del Lidl, que trabajaron a los órdenes de Mads Pedersen; y del Alpecin, volcados con Jasper Philipsen, pero todo saltó por los aires en los últimos metros con caídas que afectaron a Philipsen y a Van der Poel y que favorecieron a Girmay. El nuevo líder (por puestómetro) es Richard Carapaz, que está empatado a tiempo con Pogacar, pero que llegó antes a la meta. El ecuatoriano fue 14º, el bicampeón del Tour, 38º.
Fue una etapa diseñada para que los sprinters mostraran sus condiciones, víspera de la primera gran criba de la prueba. Y es que la alta montaña llega este martes, en la cuarta etapa. Los favoritos exhibirán sus intenciones muy pronto. Los colosos de los Alpes pondrán a prueba la ambición de Pogacar, el verdadero estado de forma de Vingegaard y las opciones de podio de Evenepoel, Carlos Rodríguez, Primoz Roglic o Richard Carapaz.
La jornada es tremenda. Arranca en Pinerolo y finaliza en Valloire, con un trazado quebrado de 138 kilómetros, que incluye el ascenso a emblemáticos puertos que fracturarán en mil pedazos al pelotón. El primero es la estación de Sestriere (casi 40 kilómetros, al 3,7% de desnivel), el segundo el col de Montgenèvre (8,3 kilómetros al 5,9%) y el tercero el icónico Galibier (23 kilómetros, al 5,1%). La cima de la última cúspide alpina se encuentra a sólo 19 kilómetros de la meta, el descenso hasta Valloire será frenético. Aceleración de las pulsaciones y ciclismo del bueno.