Antes que lo hiciera Valentín Vacherot, hace ya casi 30 años un español vivió una historia de película de esas que tanto gustan en el tenis: procedente de la previa y situado en el puesto 146 del ranking ATP, ganó el Masters 1000 de Hamburgo en 1996 tras derrotar a un futuro número uno, Yevgueni Káfelnikov, y a un futuro número dos, Álex Corretja. Era Roberto Carretero.
Apenas tenía 20 años. Antes ya había sido campeón júnior de Roland Garros y su físico imponía: era una bestia, bombardeaba con la derecha. Nadie dudaba sobre su futuro. Pero ahí acabó su carrera. En las temporadas posteriores, una mezcla de lesiones, frustraciones y fiestas lo llevaron a una retirada temprana. Por suerte, supo reciclarse como comentarista en Movistar, donde ya acumula 18 años. Y también, por suerte, cuenta su experiencia con humor en el libro El tenis desde dentro. Del vestuario a la cabina: un viaje al corazón del tenis, recientemente editado por Mauri Spagnol.
- La mayoría de aficionados al tenis le conocen como comentarista y apenas le recuerdan como tenista.
- Es normal. Han pasado muchos años y antes era muy complicado conseguir visibilidad. No se emitían todos los partidos, ni siquiera todos los torneos. Y era imposible entrar en la Copa Davis, que era la competición más seguida, porque había 14 españoles en el Top 100 de la ATP. Siempre hay algún tuitero que dice: “¿Éste con quién ha empatado?”. Pero la mayoría del público es más amable y cambia la pregunta: “¿Qué te pasó?”.
- ¿Y qué le pasó?
- Tenía mucho potencial, y lo sabía, pero necesitaba tiempo y no supe dármelo. Me falló la cabeza. Tuve lesiones, especialmente en el hombro, y las lesiones siempre son difíciles, pero eso es solo una excusa. Era muy blando mentalmente. Con las derrotas me fui desinflando, y mi cabeza dijo basta muy pronto. A día de hoy todavía quiero las cosas cómodas, lo quiero todo fácil. Con los años he ido curando la frustración por no haber alcanzado mis objetivos, pero en su momento fue duro.
- Póngase en valor.
- En mis tiempos había muy pocos jugadores que jugaran con mi explosividad, que saltaran para pegar, que golpearan tan fuerte. Hoy se juega más recto, pero yo jugaba con mucha velocidad pese a usar parábolas y efectos. Quizá me parecía a Fernando González. Me da apuro, pero a veces me comparo con Carlos Alcaraz. Me veo reflejado en su tenis: la derecha, los apoyos, las dejadas… aunque mi revés era mucho peor que el suyo y mi físico… bueno, yo estaba todo el día lesionado.
- También es cierto que entrenaban como burros. En el libro cuenta que llenaban carros del Pryca con bolas y que golpeaba más de 200 derechas seguidas con una tensión en la raqueta de 40 kilos. Es una animalada.
- Nací antes de lo que me tocaba. Con mi físico -pesaba 92 kilos y no era muy alto- necesitaba entrenar menos y hacer más prevención de lesiones. ¿Cómo iba a aguantar mi cuerpo machacándome así? A mí el tenis me reventó. A día de hoy me levanto y me duele todo. Estoy jodido por todos lados. Y eso que ahora me cuido. El problema es que, como jugador, no me cuidaba nada.
- Alcaraz no se inventó la fiesta.
- Alcaraz es un amateur de la fiesta comparado con lo que salíamos en nuestra época. En aquellos tiempos también estaban Pato Clavet o Beto Martín, que se cuidaban muchísimo, pero el resto… Se salía más que ahora, eso está claro. Si estábamos en casa, en Barcelona, salíamos cada semana, cada sábado, era una rutina. Y si estábamos fuera, los propios torneos organizaban fiestas. Alcaraz saldrá seis o siete veces al año, se tomará un par de copas y se lo pasará en grande. Pero lo nuestro era otra cosa. La diferencia es que antes no se hablaba, y ahora él lo muestra en un documental. Me parece fantástico que lo haga.
- Habla en el libro de la soledad del tenis.
- Hay muchos viajes, muchas noches de hotel… tienes que estar muy bien rodeado. A los 20 años mandas sobre tíos de 50: entrenadores, preparadores físicos o fisioterapeutas. Tú les pagas, tú eres el jefe, y dependen de ti. Eso no pasa en otros deportes. Si destacas en el fútbol o el baloncesto, el que manda sigue siendo el entrenador.
- Es un deporte para quien sabe sufrir.
- Totalmente. Y eso es muy duro. Te paseas por los clubes y apenas ves a niños disfrutando. Todos están cabreados. Y lo mismo pasa con los veteranos. En cambio, pasas por las pistas de pádel y la gente se lo pasa bomba. En el tenis te enseñan a jugar con amargura, a sufrir, a pasar penas. Espero que eso cambie algún día. Alcaraz me parece un pionero en ese sentido: ojalá normalice sonreír en la pista.