Tour de Francia
Etapa 10: Vulcania – Issoire
El vasco del Bahrain logró el triunfo de su vida tras rematar la escapada en una jornada loca bajo el calor. Ya es quinto en la general.
Cinco años tuvieron que pasar, una sequía sin esperanza, una frustración permanente, la de España enfurruñada con el Tour. O viceversa. Tuvo que acudir Pello Bilbao, uno de los ciclistas más infravalorados del pelotón nacional, para la victoria de una vida a los 33 años, en Issoire, donde amenazaban nubes negras en lontananza de una tormenta bajo el calor de los volcanes. [Narración y clasificaciones]
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Rompió el maleficio el de Gernika, puso a España donde ya nadie recordaba, lejanísimo ya aquel triunfo de Omar Fraile en el aeródromo de Mende. Los brazos al alto, la rabia desatada de un tipo hecho a sí mismo, siempre en la sombra de los grandes, mortal en las llegadas. Pello sabía que era su día y no iba a dejar pasar la oportunidad. En la enorme recta de meta, tras una agónica persecución a Neilands, el del Bahrein salió a cada dentellada de sus compañeros de fuga -entre los que estaba el Movistar Antonio Pedrero-, y en el mano a mano con Zimmermann y Ben O’Connor hizo valer ese colmillo con el que ya ganó dos etapas en el Giro de 2019.
Pello siempre fue el más activo, atento desde el arranque. Y eso que su situación en la general le hacía incómodo para todos. Con el salto de este martes, ya es quinto, a poco más de dos minutos del podio. Cuando finalmente ya se confirmó que el ganador estaría en la escapada, secundarios despellejándose por conseguir un bingo que les cambie la vida, sólo el despiste con el letón Neilands, que intentó sorprender en el quinto y último puerto del día, estuvo a punto de arruinarlo todo.
Pero los cinco perseguidores se entendieron. Fueron recortando los casi 40 segundos de los que gozó el del Israel. Con una emoción tremenda. Sólo a falta de tres kilómetros fue atrapado Neilands. Y ahí ya se relamía Bilbao, aunque tuviera que volver a secar a cada uno de sus rivales. Más justo iba Pedrero, sin opciones. Un triunfo con la memoria de su compañero Gino Mader, fallecido recientemente, y para coronar una etapa que fue una montaña rusa.
Porque fue un inicio inexplicable, como si la locura se hubiera adueñado del pelotón, como si los ciclistas corrieran afectados por el calor y el día de descanso, por el influjo de los volcanes cercanos. En el Col de la Moréno, nada más partir del parque Vulcania, Pogacar y Vingegaard se colaron entre los intentos de escapada del día. Y fueron bastantes minutos de desconcierto hasta que el Ineos puso orden por detrás. Todo esa batalla con cuatro más ascensiones por delante, más de 3.200 metros de desnivel acumulado hasta Issoire, ya para siempre en la historia del ciclismo español, el lugar de la reconquista.