Nadie en el tenis femenino se merecía tanto una alegría este 2024 como Jasmine Paolini. La italiana, una jugadora contracultural, absoluta lucha desde sus 1,63 metros, había perdido en sus últimas finales de Roland Garros y Wimbledon y para más inri en el Grand Slam parisino también cayó en la lucha por el título en dobles. Su oro en el dobles de los Juegos Olímpicos de París 2024 ya fue consuelo, pero si había herida quedó cerrada este miércoles con su primera Billie Jean King Cup.
Como referente de Italia, Paolini venció a Rebecca Sramkova por un incontestable 6-2 y 6-1 y aseguró la victoria en la final de su país sobre Eslovaquia por un también incontestable 2-0. En el encuentro previo su compatriota Lucia Bronzetti superó a Viktoria Hruncakova por 6-2 y 6-4 y dejó a Paolini a un paso de la cima. En semifinales, ante Polonia habían superado el principal escollo al título: este miércoles todo parecía más sencillo.
La afición italiana presente en el Martín Carpena de Málaga se lanzó a una celebración que puede ser muy larga. Si entre 2006 y 2013 la generación que encabezaba Flavia Pennetta ya sumó cuatro títulos, ahora con Paolini habrá indudablemente más alegrías. A sus 28 años, después de mucho trabajo para alcanzar la cima, tiene varias temporadas de éxitos por delante. Como la tienen sus compatriotas.
En la Copa Davis, después de la victoria de este miércoles de Alemania sobre Canadá por 2-0, este jueves le toca el turno a las mejores eliminatorias de cuartos de final, con el duelo entre Estados Unidos y Australia -con Taylor Fritz y Alex de Miñaur sobre la pista- y especialmente con la ronda entre Italia y Argentina. El número uno del mundo, Jannik Sinner, entrará en acción bien acompañado por Lorenzo Musetti, pero enfrente tendrá la pelea de Sebastián Baez o Francisco Cerúndolo.
«Cuando hemos cruzado la meta, Diego [Domínguez] me ha dicho: 'Somos bronce'. Y yo no me he atrevido a contestarle. Hemos estado ahí mirando la pantalla durante horas, deben haber sido segundos, pero a mí me han parecido horas. Y nos han colocado cuartos. Bufff, menudo bajón. Sólo hemos dicho: 'Hostia'. Pero luego han rectificado y el subidón ha sido el doble», relataba Joan Antoni Moreno sobre la medalla española más ajustada de estos Juegos Olímpicos de París: el bronce en el C2-500. Al contrario de lo que ocurrió en el K4-500 que lidera Saúl Craviotto, la pareja sobre la canoa salió por detrás, cruzó el ecuador de la prueba en cuarta posición, pero fue remontando y... a la foto-finish.
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Al acabar, sólo había un puesto claro: el oro para China, que voló, con el dúo formado por Hao Liu y Bowen Ji. El resto de las embarcaciones se quedaron mirando las pantallas gigantes que desvelarían la clasificación. Primero se aclaró la plata: para Italia, con Gabriele Casadei y Carlo Tacchini. Y luego hubo un lío incomprensible
En un primer momento, los jueces dieron el bronce a Hungría y colocaron a España en cuarto lugar. Ahí hubo el chasco, los brazos caídos. Después situaron a ambos países empatados, dos bronces, y empezó la celebración de Domínguez y Moreno. Y finalmente los españoles acabaron solos en el tercer puesto del cajón. Hasta seis barcos acabaron en el mismo segundo. Una locura. «¡Buah! Yo no sé cómo voy a acabar el día con esta voz», aseguraba Domínguez ya completamente ronco apenas media hora después de subir al podio. Era el peaje a pagar por la celebración con sus familias -«¡Campeones, campeones, oeoeoé!», en las gradas- y sobre todo con su entrenador, Kiko Martín, que rompió a llorar.
El recuerdo de Benavides y el madridismo de Domínguez
Martín había dirigido la carrera de Sete Benavides que fue bronce en Londres 2012, pero no pudo vivirlo en el momento: se le entregó la medalla nueve años más tarde después del positivo por dopaje del lituano Jevgenij Shuklin. Esta vez sí, el técnico pudo disfrutar de ver a sus pupilos en el podio.
Ebrahim NorooziAP
De alguna manera, para todos fue una sorpresa. De 24 y 21 años, la pareja de Joan Antoni Moreno y Diego Domínguez, uno mallorquín y procedente de la gimnasia y el otro madrileño iniciado en el lago de la Casa de Campo, andaban sin proyecto olímpico hasta que el pasado octubre se unieron en el C2-500. Bastó una reunión y la apuesta de Domínguez por abandonar la capital de España e irse a vivir a la isla con Moreno y Martín. Clasificarse para los Juegos de París parecía una quimera porque en su categoría ya estaban Tano García y Pablo Martínez, campeones del mundo en 2022, pero los derrotaron en el duro selectivo español, los volvieron a derrotar en la última prueba de la Copa del Mundo y se convirtieron en olímpicos contra todo pronóstico.
«Nadie creía en nosotros, pero nosotros sabíamos de qué éramos capaces. ¿Has visto los bíceps de mi compañero? Estábamos convencidos de que podíamos estar aquí y conseguir una medalla», desvelaba Domínguez, el más hablador, tan madridista que aseguraba que su regata había sido «100% ADN Real Madrid, hasta el final». «A ver si Florentino nos ha visto y nos llama. Sería bonito presentar esta medalla en el Bernabéu, ¿no?», preguntaba con intención el ya medallista olímpico.
"Al principio intenté escapar. Es algo instintivo, natural, es imposible no hacerlo. Escarbé y escarbé, pero no conseguí nada. Después de unos segundos, como conocía el protocolo de aludes, intenté calmarme, relajarme, ahorrar oxígeno. No podía moverme, la nieve me aplastaba y, al orinarme por el pánico, me di cuenta que me había quedado del revés, con los pies arriba y la cabeza abajo. Acepté que no iba a sobrevivir, que apenas me quedaban unos minutos de vida. Me despedí de todos y me desmayé".
El 4 de abril de 2023 la snowboarder Núria Castán fue víctima de un terrible alud en la montaña del Bec des Rosses, cerca de Verbier, en los Alpes suizos. Cuando se dirigía a la salida de una prueba de la Copa del Mundo de Freeride (FWT), la nieve la desplazó unos 400 metros ladera abajo, la enterró por completo y la dejó sepultada durante casi 12 minutos. Como la zona supuestamente no era peligrosa, no tenía activado el airbag de su mochila y la compañera con la que subía, la local Celina Weber, también quedó atrapada. El rescate fue un milagro. Castán volvió a nacer. Aunque luego empezó lo más difícil.
¿Cuánto le afectó el accidente?
Al principio no mucho. Estaba neutra, no sabía ni cómo me sentía. Recuerdo que la gente me decía eso, que había vuelto a nacer, que valorara la vida, pero yo estaba en shock. Sufría estrés postraumático, tenía miedo, estaba todo el día alerta. Lo que más me costó procesar es que estaba viva. Ya me había despedido, había aceptado la muerte. Ahora estoy sanada, he superado el trauma gracias al trabajo con una psicóloga, pero he cambiado. No sé explicarlo muy bien, pero soy otra.
E.M.
El proceso de recuperación de Castán no fue sencillo. La semana posterior al accidente intentó seguir con su vida, viajó a Noruega para participar en un evento de su patrocinador, Head, pero acabó presa de los ataques de pánico. Luego, en verano, se pasó tres meses sin hacer deporte, una auténtica rareza en su vida. Y cuando volvió el invierno, ya bajo terapia, optó por afrontar lo ocurrido de golpe. Con pocos entrenamientos, antes de empezar la temporada, volvió a Verbier, al punto exacto del Bec des Rosses donde la nieve se la comió.
Su regreso al lugar
"Sabía que, si quería seguir haciendo freeride, tenía que volver allí porque es la meca de mi deporte. Allí se disputan las finales de la Copa del Mundo, por ejemplo. Tengo una amiga que vive cerca, Tiphanie Perrotin, y le pedí que me acompañara a donde fue el alud. Necesitaba procesar todas las emociones, cerrar aquel episodio. La verdad es que me impactó porque lo recordaba todo. Lloré, grité, reí, lo dejé todo. Y ya está. Me sentó muy bien, superbien", rememora Castán y tan bien le sentó que ganó en su primera competición allí.
E.M.
Por culpa de la falta de nieve en los Pirineos, la Copa del Mundo de Freeride (FWT) tuvo que celebrar su primera prueba del curso en Verbier y la española, para sorpresa de todo el mundo, brilló. Volvía entre interrogantes y se marchó entre exclamaciones. De hecho, la temporada recién finalizada fue la mejor de su vida con el subcampeonato en la FWT y la elección como 'rider del año' por parte del público.
Una fiesta con colores y fuego
¿Hizo algo especial el pasado 4 de abril, primer aniversario de su accidente?
Esa semana estuve un poco nerviosa porque no sabía qué ánimo tendría el día 4, era una sensación rara. Pero al final me lo pasé muy bien. Organicé una fiesta para celebrar la vida. Fui con mis amigos a la montaña todos vestidos de colores chillones y luego por la tarde monté una barbacoa e hice un show de acrobacias con fuego. Me gustó que no fuera algo solo para mí, que fuera para todos.
Castán empezó a hacer snow a los ocho años y lo normal hubiera sido que, como mucho, hubiera sido un simple hobby para ella. De Almoster, al lado de Reus y Tarragona, para llegar a los Pirineos -a Cerler o a Andorra- necesitaba tres horas de coche. Pero se le metió entre ceja y ceja y no abandonó pese a que, cuando tenía 17 años, su gran ídolo, la suiza Estelle Balet, murió sepultada por una avalancha y le mostró el peligro de su especialidad. Ahora, después de lo superado, la española, también diseñadora gráfica, se imagina en el circuito de freeride "hasta los 40 años" con la misma filosofía. "Hay que disfrutar de la vida, vivir con intensidad", proclama.