“Deporte sí, genocidio, no” rezaba una de las pancartas. Pero, no, el baloncesto no salió indemne en el Roig Arena. El partido entre el Valencia Basket y el Hapoel Tel Aviv se jugó en un recinto casi fantasmal, blindado por un dispositivo de seguridad de 500 agentes que protegieron al equipo israelí hasta detrás del banquillo. 11.000 abonados del conjunto taronja se quedaron sin poder alentar a su equipo, aunque alguno lo dio por bien empleado y acudió a las concentraciones con la camiseta y la bufanda entrelazada con la bandera palestina.
La protesta tomó las calles aledañas para clamar por la libertad de Palestina y el apoyo al pueblo de Gaza, durante mucho tiempo de manera muy pacífica, pero sin poder evitar que las protestas más enérgicas de un pequeño grupo que invadieron la calzada con la intención de cortar el Bulevar Antonio Ferrandis acabaran provocando una carga policial, dejando cinco detenidos y una mujer herida trasladada en ambulancia. No fue una batalla campal, pero los ánimos por momentos estuvieron encendidos. Y es que la protesta contra “un partido que blanquea un genocidio” congregó a mucha más gente que la manifestación convocada en el centro de Valencia. Antes de que arrancara el partido a las 20.30, la Policía lanzó varias salvas al aire y la concentración se dispersó.
Los colectivos propalestinos habían pasado dos horas apostados en las cuatro esquinas de la nueva casa del Valencia Basket desde primera hora de la tarde con balones pintados de rojo simulando la sangre, con banderas palestinas al viento y de “Israel asesina, basket patrocina”, que mutó después la coletilla final para convertirla en “Roig patrocina” o “Europa patrocina”. Las consignas llamando a la resistencia al pueblo de Gaza y los ataques verbales a Netanyahu fueron una constante. Pero el Hapoel ni los vio ni los escuchó.
Pocos minutos antes de las seis de la tarde, el equipo accedió directamente en autobús a las entrañas del Roig Arena sin que casi nadie lo percibiera. Un acceso pensado para estrellas del rock acabó convirtiéndose en su refugio. Fue el mismo trayecto que hicieron a las 12 de la mañana para entrenar en una cancha que nunca han visitado porque está de estreno.
Arena desierto con barreras antiavalancha
Para entonces, el perímetro del arena estaba blindado. La tienda del equipo y los restaurantes de los anillos exteriores tuvieron que cerrar y hasta el entrenador del Valencia Basket Femenino, Rubén Burgos, tuvo que suspender la rueda de prensa previa a su partido de Euroliga de este jueves. Nadie podía entrar en el Roig Arena y hasta las alcantarillas fueron revisadas minuciosamente por los cuerpos y fuerzas de seguridad. Tampoco los gritos se filtraban porque si de algo presume la casa del Valencia Basket es de una insonorización casi absoluta.
Concentración propalestina junto al arena del Valencia Basket.EFE
Sin público -lo que provocó las protestas de las peñas-, el dispositivo se centraba en controlar que nadie pudiera irrumpir en el recinto, donde en cada puerta de acceso se colocaron barreras antiavalancha y la seguridad privada se reforzó. Una de las razones que llevó al club a cerrar las gradas fue la amenaza de sanciones de la Euroliga si el partido tenía que suspenderse en algún momento por razones de seguridad.
En la cancha, nada ocurrió más allá de los gritos de un speaker que nadie podía alentar. Hapoel, a diferencia de lo que ocurrió con Maccabi hace dos años, cuando lució camisetas pidiendo la liberación de los rehenes de Hamas, y una gran bandera de Israel en el banquillo. Eso no se repitió. Se vistió de normalidad un partido anormal.