Nina Zhivanevskaya: “En Rusia los niños entrenábamos menos de lo que entrenan ahora los niños en España”

Nina Zhivanevskaya: "En Rusia los niños entrenábamos menos de lo que entrenan ahora los niños en España"

Mundial de natación


Entrevista

Actualizado

Hace justo 20 años hizo historia para España con el oro en los 50 espalda del Mundial. Ahora sigue viviendo en la Costa del Sol, donde entrena a niños -entre ellos, sus hijos- para intentar resucitar la natación española. “Aquí la natación no suele gustar”, reconoce

Zhivanevskaya, tras su victoria en el Mundial.EFE

Retumbó el Palau Sant Jordi cuando Nina Zhivanevskaya remontó desde el sexto puesto y, codo a codo con la checa Ilona Hlavackova, se llevó el oro en los 50 metros espalda del Mundial de Barcelona. Era el 27 de julio de 2003, pronto hará 20 años. Zhivanevskaya ya había conquistado al público con un bronce en los Juegos de Sidney 2000 y una biografía curiosa, pero aquella victoria fue el culmen de su carrera como española. “Fue mi mayor logro. Las medallas olímpicas fueron importantes, pero ganar en casa, con todo el público apoyándome, fue muy especial. Era la primera final de la tarde y había un ambiente distinto, como si todo el mundo ya se esperara que yo ganase”, recuerda la ex nadadora en conversación telefónica con EL MUNDO. La rusa que llegó a la Costa del Sol buscando motivación para seguir nadando y se enamoró de un entrenador español, Francis Medina, sigue viviendo allí entre Torremolinos y Alhaurín de la Torre, donde tiene un club y busca el más difícil todavía: la resurrección de la natación española.

¿Qué ha hecho desde su retirada?
Trabajar en mi club y en el Ayuntamiento de Torremolinos. Doy clases a los niños y las niñas. Me hice una casita en Alhaurín y me mudé allí, pero sigo trabajando cada día. Con la natación gané un dinero, pero nada espectacular, no me daba para retirarme ni mucho menos. De hecho, me costará jubilarme porque empecé a cotizar cuando me retiré en 2008.
Su hija Nina y su hijo Francis, de 18 y 12 años, han sido campeones de España y Andalucía en categorías inferiores. ¿Qué les dice?
Que disfruten, que creen amistades, que se esfuercen, pero que no sacrifiquen su vida por la natación. Que lo importante son los estudios y la salud mental. ¿Te explico una cosa? En Rusia, en mi época, los niños entrenábamos menos de lo que entrenan hoy en España. Es demasiado. Por eso España saca resultados en los Mundiales junior y después nadie es capaz de dar el salto al Mundial absoluto. A los nadadores españoles de 17 o 18 años les hacen entrenar cuatro horas diarias, sin ayudas, y ahí se queman. Si mi hija me dice que deja de estudiar para dedicarse a la natación, yo sólo le puedo decir ¿A ti qué te pasa?¿De qué vas a vivir?
Sorprende escuchar sobre la falta de entrenamiento en Rusia.
No era poco entrenamiento, era distinto. Dependía del deporte. Cuando yo tenía nueve años fui un día a probar gimnasia rítmica y cuando vi los estiramientos que hacían, cómo sufrían las niñas, me fui y no volví más. Pero la natación era otra cosa. Nos insistían mucho en la técnica, en la base. No hacíamos tantas horas. También es algo cultural. La natación no es un deporte divertido y aquí en España eso es importante.
¿Qué quiere decir?
Para sacar un medallista olímpico, necesitas que naden 10.000 o 20.000 niños. Eso en España es complicado por la cultura. Lo veo en el club. La natación es apreciada por abogados, por empresarios, por profesores, por adultos que buscan relajación, silencio, un momento para pensar. Pero no suele gustar a los niños. Aquí los niños siempre buscan los deportes colectivos, estar con los amigos, compartir, otra experiencia. Eso es bueno, pero así es más difícil que salgan medallistas. Hay una cuestión económica, como te decía, y cuestiones técnicas o de instalaciones, pero ya matemáticamente a España le cuesta.
¿A usted le divertía nadar de pequeña?
Era parte de la educación, no era algo divertido. En Rusia si te apuntabas a un deporte, hacías lo que te decían. Quizá repetías muchas veces un ejercicio y no lo cuestionabas.
Con Rusia, a los 15 años, fue medallista en los Juegos de Barcelona 1992 y aguantó hasta 2008, hasta los 31 años. Es raro en la natación. ¿Cómo lo hizo?
En ningún momento me planteé una carrera tan larga, pero fue saliendo así. Me ayudó que tuve un par de parones y no estuvo todo el tiempo enfocada a la competición, al entrenamiento, al sacrificio. Cuando cambié de Rusia a España estuve dos años fuera y, después, cuando nació mi hija mayor, otra temporada.
¿Ganó todo lo que quería ganar?
El deporte de élite hace que siempre quieras más. En los Juegos de Sidney 2000 gané el bronce en los 100 espalda y no paraba de pensar que días después tenía el 200. ¿Y qué pasó? Que no subí al podio. Y que me fui de allí decepcionada. Eso siempre pasa. Pero vista en perspectiva creo que tuve una carrera buena.
Sigue en la Costa del Sol, donde se instaló hace ya casi 25 años. ¿Alguna vez ha sentido que España sea un país racista?
Nunca. En ningún momento me he sentido apartada, excluida, siempre he tenido apoyo de mi pueblo, de la Federación. Antes la gente me paraba más por la calle y era muy amable conmigo. Ahora sólo me reconoce alguien de vez en cuando, me llama algún periodista o me encuentro deportistas de mi quinta y me pregunta cómo estoy.
¿Mantiene relación con Mireia Belmonte? De alguna manera, fue su mentora cuando empezaba.
Bueno, yo sólo la intenté ayudar. La conocí cuando acababa de ganar el Mundial junior y precisamente estaba sufriendo en ese salto que decía antes, de junior a absoluta. Le di algunos consejos. Me agrada mucho que después su carrera haya sido tan buena y que se desarrollara tanto como nadadora.
¿Ahora sigue viendo la natación?
Sí, sí. Me gusta ver las mejoras que se van haciendo. Los bañadores, por ejemplo, son muchos mejores. O las salidas en la espalda. Cuando yo competía siempre tenía miedo a resbalar al principio. Ahora les ponen una barrita chiquitita y se pueden impulsar. Me parece un detalle clave, que ha mejorado mucho los tiempos.

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