Militó en el conjunto andaluz desde 1994 a 1999, bajo las órdenes Javier Imbroda, disputando un total de 213 partidos
Babkov en su etapa de jugador.RAFA CASAL / MARCA
El ex baloncestista ruso Serguei Babkov, dos veces subcampeón del Mundo con su selección y que jugó durante varias temporadas en el Unicaja Málaga y también recaló en el Joventut y en la Liga alemana, ha fallecido en su país de forma repentina a los 56 años, informó el club andaluz en un comunicado.
Babkov, militó en el Unicaja desde 1994 a 1999, cuando dirigía al equipo cajista Javier Imbroda, disputando en ese periodo un total de 213 partidos con una media de 16.6 puntos y un 38% en triples.En 1995 fue subcampeón de la Liga ACB con el Unicaja en esa antológica final contra el Barcelona que necesitó cinco partidos para dilucidar el campeón.
El jugador ruso jugó en su país y en la Liga alemana antes de dar el salto al Unicaja y concluir su periplo en España en el Joventut, para regresar de su nuevo a la Liga rusa donde se retiró en 2001.Fue internacional con Rusia 32 partidos, logrando dos medallas de plata mundiales y una plata y un bronce en distintos Campeonatos de Europa.
Serguei Babkov estuvo el pasado mes de mayo en Málaga presenciado uno de los partidos de semifinales entre el Unicaja y el Barça.El Unicaja lamentó el fallecimiento en sus redes sociales con un mensaje: “Hoy estamos de luto. Ha fallecido Serguei Babkov. Se va una leyenda del Club y una persona muy querida. Desde Unicaja Baloncesto mandamos un abrazo muy fuerte a su familia y allegados. Descansa en paz, Serguei”.
Se van agotando las fechas y crece el sentido de urgencia y necesidad en muchos de los partidos de la ACB, llegando la tensión a su máximo, en la jornada de ayer, con el último partido, el de Málaga: tras haber vencido el Real Madrid en Zaragoza por la mañana, el Unicaja debía ganar para recuperar el primer puesto de la clasificación, pero aún llegaba con mayor presión el Baskonia, noveno y amenazado de exclusión de los 'playoffs', algo inusitado
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El peor comienzo de temporada que se recuerda en el Real Madrid necesitaba un electro-shock, tan temprano. No hay resquicio para la duda en un club con semejante exigencia y el tiempo dirá lo que da de sí este proyecto remozado como nunca, pero ante el Panathinaikos, la revancha de la final de Berlín, los de Chus Mateo mostraron coraje y atisbos del nivel de baloncesto que pueden alcanzar. Un triunfo coral, 40 completísimos minutos en los que sobrevivieron con carácter a los lógicos vaivenes, para derrotar al campeón y despejar, de momento, marejadas. [90-86: Narración y estadísticas]
El Panathinaikos era una terapia de choque de la que salir impulsado de la mini crisis (cinco derrotas en ocho partidos) o acabar aún más hundido. En cualquier caso, un desafío intenso a estas alturas de curso, tan pronto y con tantas alarmas. Es probable que no muchos se acuerden luego en mayo de estos amaneceres trémulos. El caso es que, para mayor aliciente, el Madrid estaba obligado, a ganar y a mostrar otra cara ante el campeón de Europa. Los cinco primeros minutos fueron como descorchar champagne.
Pura efervescencia, el Madrid atinó con cinco de sus seis primeros triples, defendió como si le fuera la vida (Eli Ndiaye como ariete), cuando Abalde cometió la segunda apareció Hugo González con el mismo colmillo y barrió al Panathinaikos (19-5). Bien es cierto que Ergin Ataman ni se inmutó, como si supiera lo que iba a suceder. Mandó a Lorenzo Brown y Cedi Osman, sus dos fichajes estrella, al banquillo (el internacional español ya ni volvió a pisar la cancha) y con la sabiduría y la experiencia de Sloukas, un extraordinario Juancho Hernangómez (11 puntos al descanso) y Papapetrou, capeó el temporal.
Abalde celebra una de sus canastas ante el Panathinaikos.Juanjo MartínEFE
Empezó a jugar su partido, intentando adueñarse del escenario poco a poco. En los cinco primeros minutos del segundo cuarto, sólo permitió dos canastas al Madrid, una racha que rompió Llull con un triple a tabla. Ibaka volvió a mostrar que anda despistadísimo (cometió la tercera infantilmente por una técnica al encararse con Yurtseven) y Rathan-Mayes hizo pequeños méritos para escapar del halo de sospecha que le rodea.
El fogonazo del comienzo necesitaba refrendo y lo tuvo, aún más contundente, tras la vuelta de vestuarios. Pese a los dos triples de Nunn, emergió un Madrid ardiente y corajudo repitiendo quinteto inicial. Cinco tipos a los que les falta ir con ropa de camuflaje. Musa enhebró siete puntos seguidos y apareció el mejor Abalde que se recuerda, con 12 puntos de carrerilla, el jugador que siempre pareció que iba a ser. Enrabietado. Con Tavares y Ndiaye dueños de la pintura y Campazzo reinando, se dispararon los blancos (66-49) para labrar su triunfo.
Empezó a ser un ejercicio coral majestuoso, con el acierto de vuelta, y los que ahora aparecían desde el banquillo manteniendo la pujanza. Y elevando la temperatura de un WiZink que necesitaba algo así, un motivo para creer, un subidón de adrenalina. Y nada mejor que ante un campeón de Europa que apenas se sostenía por el talento individual de Kendrick Nunn.
Agarrados al ex de los Heat, los griegos buscaron una reacción desesperada y hasta se arrimaron (78-70). Pero Campazzo (y un par de tremendos tapones de Tavares), con las piernas frescas de su obligado descanso en Vitoria por sanción, no estaba dispuesto a dejar que el duelo se le desmelenara. Agarró la noche por la pechera y condujo al Madrid a un triunfo terapéutico, un F5 desde el que empezar a crecer. El domingo, ante el Girona de nuevo en el WiZink, debe llegar la prolongación a corroborar con la primera victoria fuera de casa que sigue en el debe.