El ex presidente del Elche Diego Quiles ha muerto este domingo a los 84 años, según ha confirmado el club ilicitano en una emotiva carta en la que recuerda que bajo su dirección logró, durante dos etapas, tres ascensos: dos a Segunda y uno a Primera División.
Quiles, que también fue fundador de la marca deportiva Kelme, es especialmente recordado por los aficionados ilicitanos por haber salvado a la entidad en un momento crítico, durante una asamblea de socios celebrada en el Gran Teatro, en la que dio un paso al frente para evitar el descenso administrativo del club por deudas.
El empresario fue vicepresidente del Elche entre 1973 y 1976, en la etapa del histórico presidente Manuel Martínez Valero. Ya como máximo dirigente de la entidad, cargo al que accedió en 1983, Quiles condujo al equipo a Primera en la temporada 1983-84.
Tres lustros después, y tras regresar a la presidencia entre 1994 y 2000, también lideró dos ascensos consecutivos a Segunda cuando el equipo había caído por dos veces en Segunda B. Diego Quiles impulsó además la conversión del club en Sociedad Anónima Deportiva.
Kelme, la empresa que fundó junto a su hermano Pepe, patrocinó clubes como el propio Elche CF y el Real Madrid, entre otros. Además vivió los años dorados del equipo ciclista en el que militaron corredores como los españoles Vicente Belda, Álvaro Pino, Fernando Escartín, Roberto Heras y Alejandro Valverde, y los colombianos Fabio Parra, Martín Farfán, Santi Botero, Félix Cárdenas y Hernán Buenahora.
El Elche se despidió este lunes de su expresidente y anunció que el equipo lucirá brazaletes negros en señal de duelo en el partido de Copa ante Los Garres y en el de Liga ante el Barcelona, además de celebrar varios actos de homenaje en el próximo encuentro en el Martínez Valero ante la Real Sociedad, el 7 de noviembre.
Volvió el frío al Metropolitano. Cayó de golpe el invierno y las bufandas rojiblancas dejaban de ser cosméticas en los penitentes que transitaban desde la plaza de Grecia. Domingo de puente, pero más de 60.000 almas apoyando al Atlético frente al renovado Sevilla. Ocho victorias animan mucho, nueve, enloquecen. Y así terminó el Metropolitano, loco. El gol postrero de Griezmann calentó a la parroquia y lanzó al Atlético. [Narración y estadísticas, 4-3]
El partido empezó raro, con un equipo, el de Pimienta, más defensivo sobre el papel, pero con ganas de presionar arriba y con buen pie. Sin embargo, Griezmann y De Paul, decidieron golpear primero. El francés avisó con dos disparos, uno a la cruceta y otro bien respondido por Fernández, tras buenas combinaciones de este nuevo Atleti. Pero fue De Paul el que acertó tras un córner sacado en corto. El argentino metió un chutazo desde el pico del área para colarse por el palo más alejado del portero sevillista. Como en un juego de espejos, Lukebakio decidió responder apenas unos minutos después. El delantero sevillista, también a la salida de un córner, hizo una bicicleta para dormir a Griezmann y Julián, que le miraban de lejos, y metió un puntapié al primer palo.
Los jugadores del Sevilla celebran en el Metropolitano.JAVIER SORIANOAFP
El partido salió despedido como el balón en ambos goles. No hubo ni periodo de tanteo. Fútbol de ataque. ¿Qué le diría el Cholo de 2013 a éste? Quizás no se lo creería. Pero este Atlético funciona como un reloj con un 4-4-2 ofensivo con laterales muy largos. Especialmente cuando quiere. En Cáceres le costó querer, en casa lo busca desde el inicio. Pero este Sevilla no es el del inicio de la temporada, el que tardó cinco jornadas en ganar. Renovaron al técnico en la segunda victoria y el equipo se cuadró. Faltaba gol a este Sevilla, solo Lukebakio cumplía en esa faceta como también mostró el domingo, pero Isaac Romero quiso reivindicarse en el mejor de los escenarios. Una contra en tres pases maravillosos sirvió el balón al canterano sevillista mano a mano con Oblak. No perdonó pese al esfuerzo del esloveno, que llegó a tocar el balón.
En este caldo, De Paul es el rey. Disfruta el argentino de la fase ofensiva y de electrones que se muevan por delante a los que filtrar un pase. Giuliano es el máximo exponente en esas lides, pero Julián y Griezmann también disfrutan. Si encima le pones escuderos al campeón del mundo como Barrios y Gallagher ya le tienes como un cochino en un charco de barro. El pase que le metió a Julián para el empate del Atlético fue un escándalo. Sólo que el VAR no quiso concederlo por media bota de Giuliano.
Solo que el equipo también debía cerrarse atrás. Suerte que este año vuelve a dominar para gloria del Cholo de antes y el de hoy. «Un equipo no es campeón sino cierra la valla», llegó a decir el argentino y este año era el menos goleado de la liga en solitario pero con los tres del domingo se queda empatado con la Real.
Pudo hacerlo antes del descanso con un mano a mano de Gallagher tras una maravillosa asistencia de Griezmann más la anulada de Julián. El dribling del inglés no pudo concretarse en gol tras mediar un pequeño agarrón que Alberola Rojas no consideró punible. El Sevilla se iba contento con medio partido al descanso, pero quedaba mucho.
Show de Griezmann
Salió de los vestuarios Giuliano como un toro abandona los toriles y su pujanza casi le da el empate a los rojiblancos. Pero quien golpeó de nuevo fue el Sevilla. Un buen centro de Kike Salas al segundo palo, encontró a Juanlu solo que fusiló a Oblak. Se hubiera complicado más la cuesta sino fuera porque Griezmann quiso recortar distancias menos de cinco minutos después. Tocaba zafarrancho con Sorloth de estilete de proa.
Pero el delantero tenía uno de esos días. Tres cabezazos y medio suyos francos y sin oposición fueron para el muñeco. No hay zafarrancho sin sangre y el noruego es de hielo. Quien sí la tiene fue Lino. Incómodo con sus minutos este año, pero sus actuaciones no justificaban mucho más. El brasileño se quiso reivindicar a golpe de martillo. Y uno con la derecha desde 25 metros supuso el empate. Y entonces llegó Griezmann, cuántas veces hemos mentado su nombre y cuántas más se mentarán... El francés será eterno en el Metropolitano como lo es Luis Aragonés. De estatua, seguro.
Kylian Mbappé dio un paso de gigante para llevarse la Bota de Oro en la tarde en la que el Santiago Bernabéu despidió con grandes honores a Luka Modric y Carlo Ancelotti. El futbolista y el entrenador con más títulos en la historia del Real Madrid fueron recibidos con sendas ovaciones antes, durante y después del duelo y con dos pancartas gigantes en los fondos que rezaban "Gracias, leyenda" y "Gracias, Carletto". Sobre el césped, Mbappé empujó al equipo para vencer a la Real Sociedad, marcó dos tantos, superó a Gyokeres y Salah necesitará tres este domingo para empatarle.
La emoción de la tarde en Chamartín dejó paso a un encuentro relativamente cómodo para los blancos. Imanol realizó rotaciones en su equipo, mientras que Ancelotti sólo realizó un cambio en la portería, dando minutos a Lunin y descanso a Courtois. Por lo demás, con Bellingham sancionado por acumulación de amarillas y Vinicius en el banquillo tras recuperarse estos días de unas molestias en el tobillo, estuvieron todos. Incluido Modric, capitán y timón del juego del Madrid junto a Güler.
El turco encontró a Mbappé dos veces en los primeros minutos del duelo, pero el galo se encontró con Marrero y con su propia poca fortuna. En el área propia, Sergio Gómez perdonó en el ocho un mano a mano ante Lunin tras una indecisión entre el portero y Lucas Vázquez.
El Madrid dominó la posesión con facilidad mientras la Real buscaba alguna contra. Ninguno se jugaba nada, así que tras el arreón inicial el juego bajó unas marchas y se empezaron a acumular los errores individuales en el pase y en los controles, algo típico en este momento de la temporada donde la mente ya está puesta en otras situaciones.
A la media hora, Sucic definió desviado tras un pase de Muñoz y Marrero salvó de nuevo un lanzamiento de Mbappé, el más incisivo del conjunto blanco por la necesidad de marcar para ponerse primero en la Bota de Oro. Al galo se le encontró algo agobiado por momentos, pero encontró premio en el minuto 38, cuando el VAR avisó a Melero López sobre una mano en el área de la Real. El colegiado fue a verla, observó que el balón había impactado en el brazo de Marín tras un sombrero de Güler y pitó penalti.
El público pidió que lo lanzara Modric, pero Mbappé cogió el balón sin dudar para lanzó. Marrero adivinó su intención, pero el delantero aprovechó el rechace para hacer el 1-0 y superar a Gyokeres en la Bota de Oro. Fue su gol número 30 en Liga y el 42 entre todas las competiciones en su primer año como jugador del Madrid.
Tras el descanso, momento para las emociones. Mbappé siguió buscando el gol mientras el Bernabéu despidió con una ovación importante a Lucas Vázquez, que aunque el club no lo haya anunciado, parece que no continuará en el Madrid.
En el 82, Mbappé sentenció el duelo tras una buena asistencia de Vinicius y el partido quedó rendido a Modric, que recibió el cariño de la grada, de sus compañeros y rivales durante tres minutos cuando se anunció su sustitución. Incluso bajó al césped Toni Kroos, sorprendiendo a su amigo.
A veces apelar a la historia y a la nostalgia funciona. Kompany, con poco de eso como entrenador, pero mucho como jugador, llamó a filas a Müller, el goleador en la ida, el perro viejo, para obrar el milagro en la vuelta. Pero el Inter es viejo por decreto. Sabe jugar cientos de partidos, porque los ha jugado todos. No siempre los gana, pero nunca los regala y, si le espolean, te mata. Como hizo ayer al ex rodillo alemán.
Los primeros minutos fueron de tanteo, aunque se jugó a lo que quiso el Inter, con ventaja en la eliminatoria. Aparecieron sus estrellas de manera esporádica, casi siempre a la contra y con un Lautaro Martínez que es un jugador diferente y que organiza el ataque como nadie y, en muchas ocasiones, también lo finaliza. Aunque fue una falta la primera gran ocasión del encuentro que marró Thuram tras una prolongación de Darmian. Respondió el Bayern con una doble ocasión que terminó desbaratando Sommer. Poco más reseñable en una primera mitad soñada y planteada por los italianos.
Y cuando nada había pasado y cuando el Bayern menos lo había merecido, Kane se inventó un gol para pelear contra su maldición y contra el tiempo. Los alemanes metían la historia en la balanza y el británico, en sus hombros. Pero ese tanto despertó la voracidad italiana. Así, Lautaro comenzó el arreón y Pavard lo continuó para poner patas arriba el Giuseppe Meazza. Ambos tantos de córner, la supuesta fortaleza alemana. Ambos errores defensivos alemanes.
En otro error, este italiano, llegó el empate del Bayern. Lo hizo Dyer al segundo palo para poner algo de picante en la eliminatoria. Hubo otro intento de Olise y varios córners en los que el público local contuvo la respiración, pero el oficio de los transalpinos en estos menesteres es complicado de igualar tengas la historia que tengas.