Mundial de atletismo
Entrevista
Cinco años después del susto de su vida, de correr a urgencias, de olvidar cómo caminar, el ex plusmarquista de los 200 y los 400 metros atiende a EL MUNDO en Budapest, donde ejerce de comentarista para la BBC
Michael Johnson pasea erguido por el anillo interior del National Athletics Center de Budapest, qué porte, qué figura. Da la impresión de que en cualquier momento bajará a la pista y correrá los 200 metros en menos de 20 segundos. Como comentarista de la BBC, de hecho, podría participar en la carrera para periodistas, un 800 festivo que se disputó este martes, pero se niega en rotundo. «No es para mí, no es para mí, de verdad», comenta a EL MUNDO mientras se ríe con la ocurrencia. Hace justo cinco años, en agosto de 2018, quien fuera el hombre más rápido del planeta sufrió un ataque isquémico transitorio, también conocido como mini-ictus, y tuvo que aprender a andar de nuevo, poco a poco, muy poco a poco, muy muy poco a poco. Hoy está plenamente recuperado y, además de hablar de atletismo, dedica su tiempo a concienciar sobre los accidentes cerebrovasculares, la necesidad de identificarlos rápido y de actuar aún más rápido.
- ¿Le cuesta hablar sobre lo que le ocurrió?
- Para nada. Al principio sentía mucha rabia, no entendía por qué me había tocado a mí, pero ahora me siento afortunado. Superé un problema de salud muy serio sin secuelas. Realmente soy un afortunado. Ante un ictus hay que reaccionar muy rápido para que el afectado sobreviva y para que lo haga con la mejor calidad de vida posible.
- ¿Cómo reaccionó usted?
- Estaba en el gimnasio de mi casa y empecé a sentir debilidad en el lado izquierdo. Pensé que quizá era un calambre, algo así. Pero al cabo de un rato fue a peor, avisé a mi mujer y fuimos al hospital. No sufrí un dolor agudo, nada especialmente preocupante. Ahí reside el peligro. Llegué caminando a urgencias y con el paso de los minutos fui perdiendo fuerza hasta que ya no pude caminar. Me asusté.
- ¿Ahora debe tomar precauciones?
- No recibí un diagnóstico específico, el motivo de mi ictus sigue siendo desconocido y es difícil saber qué cambiar. En estos casos los médicos aconsejan a los pacientes que sean activos, que rebajen su tensión y su colesterol, que no fumen, que no beban, que coman sano, pero yo ya hacía todo eso antes. No puedo hacer mucho más para prevenir otro problema. Igualmente cuando tienes mayor riesgo de sufrir un segundo ictus es en los primeros seis meses y en mi caso ya han pasado cinco años. Estoy lejos de peligro, aunque soy consciente de que debo cuidarme.
- ¿Ha vuelto a correr?
- No, pero antes del ictus tampoco lo hacía. La velocidad no es algo divertido. No corres un 200 para pasar el rato, de manera recreativa. Siempre me ha gustado el senderismo, lo practicaba durante mi carrera y lo sigo practicando ahora. También voy al gimnasio. Y con eso me mantengo. En los últimos 20 años no me he calzado unos clavos. Cuando mi hijo [Sebastian, ahora músico de jazz] era pequeño y corría, le acompañe alguna vez, pero no, no volveré a competir en una pista.
- Un maratón popular, una carrera de trail. ¿Nunca le apetecería?
- Ni lo más mínimo. Algunos amigos míos han seguido compitiendo, en campeonatos de veteranos o simplemente contra ellos mismos, pero yo nunca he estado interesado en ello. Disfruté de empujar mi físico hasta sus límites, pero ya no puedo hacerlo. Entonces, ¿Qué sentido tiene competir?
- ¿Disfruta como comentarista en televisión o es un trabajo más?
- Disfruto mucho, aunque me costó trabajo hacerlo. Antes de retirarme ya hice televisión. En el Mundial de 1999 y en los Juegos Olímpicos de 2000 colaboré con la NBC. Pero necesité un tiempo para estar cómodo. Consulté a expertos y seguir sus consejos para estar relajado y decir las cosas exactamente como las pensaba.
Cuando fue el más rápido del mundo
- Aquel Mundial de 1999 fue en Sevilla precisamente. Allí batió el récord del mundo de los 400 metros. ¿Qué recuerda de esos días?
- Realmente lo que más recuerdo es la emoción por haber batido el récord. Te hablaría de la ciudad, pero estaba tan concentrado… Cuando llegué al Mundial ya había decidido que me retiraría el año siguiente en los Juegos de Sídney y pensaba que posiblemente era mi última oportunidad para batir el récord. Estaba muy motivado, llevaba muchos años detrás de ese objetivo.
- También batió el récord de los 200 metros, se colgó cuatro oros en Juegos Olímpicos y otros ocho en Mundiales. ¿Aquel récord de los 400 metros fue el mayor logro de su carrera?
- Cuando pienso en mi carrera me quedó con todo, la verdad. ¿Fue más difícil batir el récord de los 200 metros o el récord de los 400? No lo sé. Lo más difícil, seguro, fue mantenerme campeón durante tantos años, del Mundial de 1991 a los Juegos de 2000. Estoy orgulloso de haber sido tan consistente durante tanto tiempo.
- ¿Qué victoria le costó más?
- Te hablaría del relevo 4×400 de los Juegos de 1992 porque estaba enfermo [sufrió una intoxicación en un restaurante de Salamanca y cayó eliminado en el 200] o del doblete 200-400 de los Juegos de Atlanta 1996, pero seguramente fue el oro en los 400 del Mundial de 1997. Llegué lesionado, mi médico me recomendó que no corriera, me dijo que no podría ganar, que iba a arriesgar para nada e igualmente vencí.
- ¿Pensó alguna vez en dominar también los 100 metros?
- ¿Y por qué no los 1.500 o los 10.000 metros? A veces me plantean estas cosas y me sorprende. En el atletismo no valen sólo los deseos. No podía decir: «¿Sabes qué? Hoy voy a ganar los 100 metros de los Juegos Olímpicos». No, no va así. Es muy difícil ser bueno en una sola distancia, muchísimo. Imagínate en dos. Yo corría los 200 y los 400 metros, eran mis distancias y me centraba en ellas. Así conseguí lo que conseguí.
- ¿Ve muchas diferencias entre usted y los velocistas actuales?
- No muchas. En mis tiempos todo el mundo quería ser el mejor, correr lo más rápido posible y eso sigue siendo así. Lo único que veo es que la actual generación es más agresiva en términos de comunicación, de marca. Gracias a las redes sociales, pueden modular su discurso, crear su imagen, escribir su propia historia. Parece que no, pero es una gran diferencia con mi época. Nosotros teníamos que seguir los canales tradicionales y no mandábamos sobre nuestra propia figura.
- Ahora calzan unas zapatillas mágicas, con placa de fibra de carbono. ¿Qué podría haber hecho usted con ellas?
- No lo sé, de hecho no las he probado ni las he estudiado de cerca. En maratón entiendo la ventaja que suponen, pero en la velocidad no lo comprendo. En todo caso, creo que mi carrera hubiera sido la misma. Mi primer objetivo era ganar a mis rivales y si todos hubiéramos llevado las zapatillas actuales lo hubiera conseguido igualmente.
- Existe otra gran diferencia entre el atletismo actual y el atletismo de hace 20 años: la tolerancia ante problemas de salud mental.
- Es cierto, es un cambio, es obvio. Ahora todos los atletas están más seguros hablando sobre ello y eso es bueno. La sociedad es más receptiva. Pero realmente creo que en la pista el trabajo es el mismo. Ser atleta es muy difícil porque todo el mundo está mirándote, todo el mundo espera cosas de ti y tú debes responder en sólo 20 segundos. Eso era así y eso sigue siendo así. En mi opinión, igual que hay condiciones físicas innatas, hay condiciones psicológicas innatas: hay atletas que naturalmente pueden manejar la presión y el estrés mejor que otros. Creo que a mí me ocurría.
- Hablaba el otro día en la BBC de la crisis del atletismo.
- Tenemos que modernizar nuestro deporte. Tenemos que entender qué esperan los jóvenes de nosotros, qué les interesa, qué necesitan, cómo innovar… En definitiva, cómo llevar un deporte tan tradicional al futuro. Hay que reunir a un grupo de expertos, analizar en profundidad y tomar las decisiones adecuadas. Será imposible contentar a todo el mundo, pero hay que hacerlo. En el atletismo actual cocinamos para nosotros mismos, ponemos la sal que nos gusta, el picante que nos gusta, pero tenemos que pensar que siempre cocinamos para otros. Hay que pensar en los que están al otro lado.