Desde los once metros, después de evitar el hundimiento del Titanic mientras chocaba con cientos de icebergs y le golpeaban disparos de granizo sin cesar, en otro ejercicio de supervivencia tan extrema como inexplicable, el Real Madrid se metió en las semifinales de laChampions en el estadio del actual campeón, superado físicamente durante gran parte del choque. Como si necesitara nuevas historias para contar a sus nietos. En esta última el héroe será Lunin, ucraniano, que detuvo dos penaltis para entregar a Rüdiger el tanto decisivo.
El Etihad abucheó el himno de la Copa de Europa antes del pitido inicial y el Madrid, como si le hubieran golpeado donde más le duele, le respondió con un gol que hizo tambalear los cimientos de la dinastía de Abu Dhabi en Manchester. A los 12 minutos, Rodrygo culminó lo que Ancelotti había trazado en la pizarra del vestuario. Un balón largo a Bellingham, una descarga para Valverde, un pase a Vinicius al espacio, un toque atrás para Rodrygo y un 0-1 que cambió la dinámica del partido y metió un rato a los blancos en las semis.
Hasta el tanto del brasileño, el Madrid había sido valiente. Tuvo coraje y personalidad, lo que le había pedido Carletto unas horas antes. Pero también fútbol. Apretó al City en su propia área, gastó oxígeno en intentar robar en salida y tuvo paciencia con balón, acumulando posesión durante varios minutos mientras su rival corría. Todo lo que no pudo hace un año.
De una eliminatoria a otra, Ancelotti cambió a Modric por Camavinga y a Benzema por Bellingham, y el equipo lo notó en sus piernas. El francés y el inglés, junto a Valverde, Vinicius y Rodrygo, fueron la primera línea de presión, con Kroos resguardando sus espaldas. El plan estaba claro: morder hasta marcar.
Guardiola, ya con Walker en el lateral, recuperó a De Bruyne, haciendo Akanji labores de mediocentro en ataque. Las inesperadas arrancadas del suizo desequilibraron el muro del Madrid y provocaron las mejores ocasiones locales, como el cabezazo al larguero de Haaland, que siempre buscaba emparejarse con Nacho.
El Madrid tuvo pulmones para meter miedo en alguna contra, con un disparo de Carvajal y una arrancada de Valverde como opciones, pero el paso de los minutos le entregó el balón y los ataques al City, incapaz de superar a Lunin, sobresaliente. El duelo pasó del fútbol al balonmano, con los de Guardiola colocados en campo rival, moviendo la pelota de un lado a otro y encontrando oportunidades sin parar. Haaland, De Bruyne y Grealish pudieron empatar, pero entre Lunin y Rüdiger, imperial saliendo al corte de un disparo del inglés, salvaron la ventaja.
El asedio 'citizen'
El guion no cambió tras el descanso. El Madrid encerrado en su propia casa, con el cerrojo de la puerta echado, las persianas bajadas y, por si acaso, una silla bloqueando el pomo de la puerta. Así de extrema era la situación en un Etihad eléctrico, ahora sí.
Lunin sacó una volea de Grealish en el 46, Nacho salvó una carrera de Haaland en el 51, el ucraniano detuvo un disparo de Foden en el 52, Akanji remató alto en el 57, Grealish se encontró con el portero en el 69... La corriente citizen empujaba y el dique madridista comenzaba a perder agua, falto ya de pulmones después de correr una hora detrás del balón. El gol le dio ventaja, pero el partido le entregó un sufrimiento físico extremo que terminó pagando.
En el 75, en su único error en meses, Rüdiger le dejó en bandeja el empate a De Bruyne. Doku, aire fresco que Guardiola introdujo por Grealish, encaró a Valverde y puso un pase atrás que el central alemán despejó mal, a los pies del belga, que en área pequeña no perdonó.
El City quiso más durante más tiempo y mostró la ambición y el fútbol que el Madrid sólo entregó durante el tramo inicial de la primera parte. Vacío de aire e ideas, el conjunto de Ancelotti no hiló dos pases en ataque en la segunda parte y fió toda su suerte continental a la falta de acierto del campeón de Europa y a algún pelotazo que pudieran cazar Vinicius o Rodrygo a la contra. Mucho esfuerzo defensivo, pero poca madera para semejante obra.
Caos y penaltis
Sin tiempo para reflexionar, De Bruyne envió incomprensiblemente al cielo un pase de la muerte que parecía la culminación de la remontada. El Madrid no respondía, pero el minuto 90 aterrizó en el Etihad para darle a los blancos una prórroga que seguro firmaban antes del inicio.
En el tiempo extra, el campo siguió inclinado hacia Lunin, pero el City, también castigado, golpeó menos y el Madrid llevó su barco hasta la última orilla: los penaltis. Ederson le paró uno a Modric, pero Lunin detuvo dos a Silva y Kovacic para que Rüdiger marcara el quinto y escribiera una nueva novela madridista.