Las edades de LeBron James: el anotador que no quiso serlo

Las edades de LeBron James: el anotador que no quiso serlo

LeBron James recibe a seis metros del aro, escanea la pista y decide que es el momento. Empieza a medir a su defensor a golpes de hombro derecho. Un. Dos. Tres. Y cuando ha ganado ese palmo que buscaba, lanza el fadeaway a la media vuelta. Bajo el soporte de la canasta está su hijo Bronny, con quien comparte un último sueño: coincidir algún día en la NBA; a su lado, Phil Knight, cofundador de Nike, que apostó 90 millones de dólares por él hace 20 años, cuando aún no había puesto ni un pie en la liga. El único de los centenares que salen en la imagen que no tiene un móvil en las manos para capturar el momento. En la línea de fondo opuesta asiste Kareem Abdul-Jabbar, la leyenda a la que acaba de superar como máximo anotador de la historia de la NBA. Swish.

El hombre al que con 16 años se ungió como ‘Elegido’ en portada de la mayor revista del periodismo deportivo; el jugador de baloncesto más escrutado de la historia (es el precio de ser el rostro de la NBA en la era de las redes sociales), ha superado toda expectativa. Fue todo y más de lo que se exigió de él. Es. Porque a sus 38 años, en su 20ª temporada en la liga, hay que coger el bisturí para buscar las señales de que el final esté cerca. Ya habrá tiempo para buscar su lugar en la historia, que inevitablemente estará en el Monte Rushmore del baloncesto. Porque, como dijo Francisco Ayala, “mientras uno alienta, no cabe establecer todavía el perfil definitivo de la vida”.

Un perfil que ha trazado con líneas propias a pesar de las exigencias que acompañaban ese bautismo. ‘El Elegido’. El día que se convierte en el máximo anotador de la historia de la NBA es el indicado para recordar que LeBron James siempre receló de esa etiqueta. ‘Anotador’. No tanto porque sintiera que no podía anotar con los mejores -varias veces ha confesado su ‘enojo’ por no ver su nombre en esos debates-, sino porque limitaba todo lo que podía hacer en la pista. El qué y el cómo. La visión de juego. La inteligencia táctica. La capacidad de adaptación. LeBron siempre antepuso una visión colectiva frente al baloncesto caníbal que se exigía de un ‘Elegido’,

El pecado del pase

Aunque a la luz de veinte años y cuatro anillos de campeón suene irrisorio, en sus inicios se dudó de la capacidad de LeBron para ser decisivo en los minutos finales. En una visita a Portland en 2006, James renunció al último tiro para pasársela a un compañero mejor colocado. Sus Cavaliers perdieron por dos. Al siguiente partido, en Denver, falló dos tiros libres en los últimos dos segundos. Los Cavs perdieron por uno.

Con esa mochila a cuestas afrontó las Finales del Este en 2007 contra los Detroit Pistons. En un partido propio de aquella NBA de cemento, los Cavs llegaron al último ataque del primer partido perdiendo por dos puntos. LeBron, que llevaba más de seis minutos sin anotar, superó a su defensor y, cuando otros dos rivales le salieron al paso en la pintura, dobló el balón a la esquina para que su compañero Donyell Marshall lanzara un triple completamente solo. Marshall, que había decidido la eliminatoria anterior con su acierto desde fuera, falló.

Los cinco maximos anotadores

La condena a LeBron fue unánime. No se concebía que una estrella renunciara al sagrado último tiro por un compañero mejor colocado. Es parte no escrita de la exigencia. Y parte de la crueldad que tampoco se perdonara el fallo al siguiente partido, cuando se vio en la misma situación y decidió jugársela. No hay mano ganadora cuando la sentencia se lleva escrita de antemano. Pero cómo explicar entonces lo que pasó una semana más tarde en ese mismo escenario.

Con la eliminatoria igualada, los Cavs obligados a ganar un partido fuera, y perdiendo por siete a falta de tres minutos, LeBron desató una de las mayores exhibiciones de los playoffs en la era moderna. James anotó los últimos 25 puntos de su equipo, 29 de los últimos 30, incluidos los 18 de las dos prórrogas. En la acción decisiva, se coló entre los cuatro defensores que se cerraron sobre él en la pintura y, con un rectificado en el aire, anotó la bandeja que enterró a los Pistons. El tipo de actuación sobrehumana que se le exigía.

Con 22 años, LeBron arrastró a aquellos Cavaliers a unas Finales para las que no estaban preparados. Y acaso él tampoco. Porque los Spurs, aplicando con celo el librillo que la liga tenía para frenarlo (cederle la izquierda, forzarlo a tirar) ganaron 4-0. Cuando se cruzaron en los pasillos después del cuarto partido, Tim Duncan ofreció consuelo al joven James. “Algún día esta liga será tuya”.

Cada reto, un salto

Un rasgo que explica la duración del reinado de LeBron James, su vigencia veinte años más tarde en una liga irreconocible con ojos de ayer, es su evolución permanente, su capacidad para sacar de cada desengaño una vía de evolución (un matiz necesario, porque mientras Stephen Curry es un jugador revolucionario, James representa un salto evolutivo).

A esa derrota en las Finales de 2007, y en segunda ronda del año siguiente, responde el verano que pasó junto a Chris Jent -entonces asistente de Cleveland, hoy de los Lakers- reconstruyendo su tiro desde los cimientos, ganando una seguridad con la que seis años más tarde, en las Finales de 2013, mataría el partido decisivo con una suspensión a seis metros del aro. La misma que seis años atrás le concedían sin reparos.

De la misma forma, a la derrota en las Finales de 2011 contra los Dallas Mavericks, el momento más bajo de su carrera, siguió una visita ese mismo verano al rancho que Hakeem Olajuwon había comprado en Tejas para convertirlo en su academia. LeBron pasó tres días aprendiendo el arte del juego a poste junto al gran maestro y estudió los vídeos durante el verano para añadir otro recurso a un arsenal creciente. Su juego al poste sería clave en las Finales de 2012.

Por cada reto, un salto, y ningún desafío mayor en su carrera que el de los Golden State Warriors. De vuelta en Cleveland, aprovechando su conexión con Kyrie Irving, el exterior con quien mejor ha encajado, perfeccionó ambas caras del dos para dos, y lo convirtió en un arma para ‘cazar’ los emparejamientos que más daño hacían a las defensas.

Al mismo tiempo, siguió expandiendo su radio de acción, alejándose hacia el perímetro para adaptarse a esta NBA tan abierta. Y aunque no ha llegado a ser el tirador más fiable sí le ha dado para mantener su vigencia. Incluso en su tercera edad, ya en los Lakers, sigue siendo uno de los máximos anotadores dentro de la pintura, pero esa mejora en el tiro le ha servido para rebajar la exigencia sobre su cuerpo (sobrehumano, pero con 38 años) y adaptarse a un tablero al que han dado la vuelta.

Sin ser un especialista, James es el noveno máximo triplista de la historia (lleva 1.800 canastas menos que Kareem); pero también sin ser un anotador puro es ya el mayor de todos los tiempos. Y un aparte por terminar de números: también es el cuarto máximo asistente de la historia, solo por detrás de John Stockton, Jason Kidd y Chris Paul.

LeBron James ha llevado la carga de ‘El Elegido’ tatuada en la espalda toda su carrera. Una exigencia desmedida que aun así ha superado con creces. Recién superado el récord de Abdul-Jabbar, insistió en que como mínimo se ve jugando un par de temporadas más. Ya llegará el momento de establecer su lugar en la historia, pero hasta entonces solo queda recordar aquel eslogan que le dedicó su marca deportiva, y que dio origen a un mural de 10 pisos que presidió el centro de Cleveland durante cuatro años. “Todos somos testigos”.

kpd