La Undécima de Llull y una canasta para la eternidad

La Undécima de Llull y una canasta para la eternidad

Los nombres propios de 2023 (VI)

Actualizado

El Real Madrid conquistó la Euroliga en Kaunas tras una auténtica gincana de asombros coronada con el tiro épico del balear: superó lesiones clave y una eliminatoria imposible contra el Partizán

Llull y la canasta final ante el Olympiacos.EFE

«Sergi, ¿la quieres tú?». La pregunta tenía respuesta obvia, pero en ese frenesí de pulsaciones a mil, Chus Mateo no dudó en pronunciarla en el tiempo muerto previo a una de las grandes heroicidades de la historia de la Euroliga. Pero antes de que Sergi Llull agarrara, como no podía ser de otra forma, la responsabilidad de la jugada final, conviene rebobinar. La Undécima Euroliga del Real Madrid fue quizá la más asombrosa de todas. Unas semanas antes de la gesta del Zalgirio Arena nadie se hubiera jugado un duro por un equipo que debía remontar una eliminatoria imposible ante el Partizan de Zeljko Obradovic y que acababa de protagonizar una de las tanganas más lamentables y violentas que se recuerdan.

Que la vergüenza no confunda. «Sin la pelea, también habríamos remontado contra el Partizán», ha dicho estos días Vincent Poirier lo que nadie puede saber. Lo cierto es que los blancos viajaron a Belgrado con un 0-2 en contra nunca antes levantado y con una ristra de sancionados por ambos equipos que acabó por perjudicar más a los inexpertos serbios. La remontada de las remontadas, 18 arriba el Partizán en el WiZink en el quinto ante un Madrid que había igualado la eliminatoria pero que parecía morir en la orilla. Y ahí emergió Sergio Rodríguez, veteranos a la vanguardia de los valientes, como lo había sido Rudy Fernández y como lo iba a ser Llull: «los que transmiten cómo funciona esto».

El Madrid se plantó en la baloncestística Kaunas sin el lesionado Gaby Deck y sin el sancionado Yabusele -el más violento de la pelea en el Palacio, con su brutal llave a Dante Exum-, con el Barça aguardando en semifinales y sin ya nada que perder. Superó a los de Jasikevicius y Mirotic y ante el Olympiacos tenía aún más épica que añadir, pues ningún ganador de un clásico en la Final Four había conquistado después el cetro europeo. Pero, después de todo, quedaban 12 segundos, hacía un par de minutos caía por seis, y el equipo de Bartzokas se empeñaba en temblar y en conceder oportunidades al insaciable grupo salvaje de Chus Mateo.

“La canasta de mi vida”

12 segundos y en el corrillo del tiempo muerto, Mateo trataba de pintar algo de orden en su pizarra. Pero Llull, que había aceptado el envite, ya no escuchaba. De banda sacó Causeur y el balón fue a parar al balear, que detuvo el tiempo. Se fue sin pensar demasiado a por el gigante Fall (218 centímetros) y ejecutó un lanzamiento parabólico, inolvidable, eterno, elevadísimo, que entró a falta de 3,2 segundos para poner por delante al Madrid y otorgarle un título asombroso. «Es la canasta de mi vida, de mi carrera. Esta le pasa por la derecha a la de Málaga (final de Copa de 2014). Aquella fue más cerca del final, pero esta es para ganar una Euroliga, algo increíble», comentaba después, en las entrañas del Zalgirio Arena, entre abrazos y júbilos el héroe Llull.

En el año uno después de Pablo Laso, en el de los fichajes de Dzanan Musa y Mario Hezonja, en el del borrón copero en la Copa de Badalona ante el Unicaja, en el de la pelea del WiZink y la zona defensiva ante el Partizán para remontar, Chus Mateo alzó una Euroliga insospechada, pura reivindicación de un técnico de perfil bajo que aguantó el chaparrón de la crítica y que tuvo el más emocionante de los homenajes de parte de uno de sus pupilos, hasta hacerle saltar las lágrimas. El MVP, sin pregunta previa, inició su discurso en inglés con un alegato en favor de su técnico. Y sus palabras no fueron ni breves ni impostadas. Sin pregunta previa en la rueda de prensa, Edy Tavares habló: «Mi enhorabuena a Chus, que ha sufrido más que todos para que pudiéramos lograr todo lo que hemos conseguido. Estamos aquí por él, porque ha creído en nosotros y ha tenido mucha confianza. Muchos tenían que pedirle disculpas, porque ha habido muchas críticas. Él es el jefe, cuando se habla del Madrid, hay que hablar de él. Se lo merece más que nadie porque es una de las mejores personas que he conocido y ha sabido gestionarlo todo». Palabra de gigante.

La resaca de aquella Euroliga, de aquella canasta jordanesca de Llull, fue dura. El Madrid, exhausto de fuerzas y motivación, perdió la final de la ACB contra el Barça. Y, sin embargo, el verano y la vuelta de Facundo Campazzo tras su aventura fallida NBA y el breve paso intermedio por el Estrella Roja fue un chute de energía. Un inicio de curso arrollador, campeón de la Supercopa, líder incontestable en España y en Europa… Un 2023 que superó su récord de victorias (72 a estas alturas aún con partidos por resolver) y que eleva el listón para el desafío de 2024:alzar, 56 años después, dos Copas de Europa consecutivas.

kpd