Jugadores y técnicos del Mundial claman contra un protocolo que les puede aislar durante varios partidos y que les impide acercarse a los aficionados
En la NBA, una liga que ya sólo hace test a los jugadores con síntomas, un antivacunas declarado, Kyrie Irving, brilla casi cada noche y probablemente será titular en el próximo All-Star. En el pasado Mundial de fútbol, Francia disputó la final con dos titulares, Adrien Rabiot y Dayot Upamecano, que acababan de padecer un tipo de SARS y provocado una especie de brote en la concentración. En la última Vuelta a España, Juan Ayuso dio positivo y no sólo continuó en carrera, si no que terminó subiendo al podio final en Madrid como tercero de la general. El deporte ha superado el covid. ¿Todo el deporte? No, una disciplina, el balonmano, vive todavía en 2020, con sus protocolos, sus reglas y sus restricciones. Sus jugadores empiezan a estar hartos.
Este miércoles comenzó el Mundial de balonmano con un Francia-Polonia y aún se podían ver mascarillas en los pasillos del pabellón, metros de distancia entre jugadores y aficionados y un ambiente de incertidumbre generalizado. ¿Por qué?
Por el trauma vivido hace un año. «La Federación Internacional ha hecho un protocolo basado en situaciones pasadas, en condiciones sanitarias diferentes a las de ahora. Los jugadores están un poco inquietos, con razón. Puedes dar un resultado positivo aún siendo asintomático y eso te condiciona el Mundial», comenta Juan José Muñoz Benito, el médico de España, que debuta este jueves ante Montenegro (20.30 horas, Teledeporte) al completo. Por suerte. Porque justo 72 horas antes del estreno, todo el equipo tuvo que pasar los pertinentes test y esta vez no hubo ningún positivo. Otros conjuntos, como Dinamarca, sí perdieron a referentes, como el central Mads Mensah Larsen. Pero el recuerdo del último Europeo está demasiado vivo en el balonmano.
Entonces se registraron casi 120 positivos entre todos los equipos, un macrobrote en toda regla, y no hubo un partido sin sustos: la selección, por ejemplo, se quedó sin Joan Cañellas e Ian Tarrafeta en la segunda fase y sin Ferran Solé y Sergey Hernández en las semifinales. Posiblemente por culpa de aquello, en este Mundial nuevamente habrá controles antes de la segunda fase y, sobre todo, justo antes de los cuartos de final: un momento decisivo, volverá la tensión. Si entonces aparecen las dos rayitas en el test de Alex Dujshebaev, líder de España, o de Gonzalo Pérez de Vargas, su portero, por poner dos ejemplos preocupantes, éstos deberán aislarse durante cinco días y no podrán jugar como mínimo hasta la final. Una norma rígida, pero no la más polémica.
“Queremos lavar más blanco que el blanco”
El Mundial se celebra entre Polonia y Suecia, dos países con cierta tradición de balonmano, y algunas restricciones, como la que impide que los jugadores se acerquen a los aficionados para hacerse fotos o firmar autógrafos, han escamado. En estos países, de hecho, se ha iniciado una especie de campaña para que la IHF relaje su protocolo anticovid en los próximos días.
«No entiendo por qué ordenan eso. En Suecia el coronavirus ha terminado y ya no se considera peligroso desde el mes de abril. Es una lástima que no podamos vivir el Mundial como vivimos aquí ahora», señaló esta semana el técnico asistente de Suecia, Michael Apelgren, que para nada está solo. Un colega como Guillaume Gille, el seleccionador de Francia, nuevamente la principal favorita, también levantó la voz para quejarse de los límites impuestos: «Queremos lavar un poco más blanco que el blanco y no veo la razón. Nuestro vecino, el fútbol, el deporte más universal, acaba de disputar un Mundial en Qatar y creo que en este mes y medio no he oído ni una sola vez las palabras test covid o pruebas PCR».
De momento, la Federación Internacional no ha respondido a estas reclamaciones, aunque es posible que deba hacerlo si algún jugador decide saltarse el protocolo, como ya se ha amenazado. Unos días atrás, el portero de Islandia, Bjorgvin Gustavsson, apuntó que las normas anti-covid del Mundial de Polonia y Suecia son ilegales y que ya veremos qué hace si por casualidad da positivo y le aislan.
«Las reglas del torneo son más estrictas que las leyes vigentes en los dos países organizadores, por lo que los jugadores somos conscientes de que podemos salir en cualquier momento del aislamiento o negarnos a los test», señaló en un escrito difundido a través de sus redes sociales en el que también apuntó que el aislamiento iría «en contra de la protección a la intimidad y la libertad de trabajo» y que sus compañeros «todavía sienten profundamente el trauma vivido con el covid en el último Europeo». El deporte ha superado la pandemia, pero el balonmano todavía está en ello.