En su debut en Roland Garros, Novak Djokovic hace una dejada y el juez de línea grita: «¡Out!». La bola se ha ido fuera. El juez de silla advierte la marca de la pelota sobre la tierra batida, baja a asegurarse y rectifica a su colega: ha botado sobre la lateral, ha entrado dentro. El rival afectado, Mackenzie McDonald, se queja, el árbitro da explicaciones, Djokovic interviene y se desata una discusión. ¿Fuera o dentro? La escena es tan típica que los aficionados ni atienden, pero en realidad debería sacar todos sus cámaras e inmortalizar el momento: quizá nunca más vuelva a ocurrir.
Roland Garros es el último torneo grande que renuncia a la tecnología de arbitraje y mantiene sus jueces de línea, aunque no por mucho tiempo. La Galia está acorralada. El Grand Slam francés recibe presiones para adaptarse a los tiempos y entregarse al llamado Electronic Line Calling Live (ELC Live), la evolución del Ojo de Halcón. 18 cámaras que siguen la bola y, en sólo una décima de segundo, generan con Inteligencia Artificial una imagen en 3D para avisar si va fuera. ¿Cómo resistir al avance? Pues hay motivos. Y de todo tipo.
La petición de Djokovic
«Nuestra voluntad es mantener a los jueces de línea el mayor tiempo posible. Pero son los jugadores los que deciden. Si mañana vienen y nos dicen por unanimidad que no jugarán sin la tecnología tendremos que ceder a sus exigencias», reconocía el presidente de la Federación Francesa de Tenis (FFT), Gilles Moretton, que remataba: «Pero, de momento, eso no pasa. Los jugadores no han expresado una única opinión».
Algunos como Djokovic han pedido que Roland Garros dé el paso que dieron el US Open y el Open de Australia en 2020 y que dará Wimbledon este mismo 2025. «Estoy a favor de la tecnología. Es más precisa y ahorra tiempo. Ha habido muchas ocasiones en las que los jugadores han chocado con un juez de línea» comentaba sin especificar que varias de esas ocasiones las protagonizó él, como aquel pelotazo en el US Open de 2020. Pero otros tenistas han defendido que se mantenga la presencia de los árbitros en las pistas del Bois de Boulogne. «Las dos opciones son buenas, pero en tierra batida prefiero que haya jueces porque se puede valorar el bote de la bola, dialogar con el árbitro», respondía Alcaraz este miércoles a pregunta de EL MUNDO. «La precisión de la tecnología no es la misma en tierra batida. No estoy seguro de que esté totalmente perfeccionada en esta superficie, añadía el francés Ugo Humbert y abría el debate.
AFP
En raras ocasiones el ELC Live ha recibido quejas en los torneos de pista dura en los que se utiliza -la primera prueba fue en las Next Gen ATP Finals de 2017-, pero sobre arcilla ha generado malestar. El hecho de que la pelota deje una marca visible sobre la superficie siempre invita a la reclamación. Pero hay más razones. En tierra batida, la pelota se mancha, eso dificulta la correcta calibración del sistema, y hay más errores.
La foto de Zverev
En el Mutua Madrid Open, en su partido ante Alejandro Davidovich, Alexander Zverev protestó por un bote que el sistema señaló como dentro mientras la marca estaba claramente fuera. Para mostrarlo al mundo, llegó a sacar su teléfono, hacerle una foto y colgarla en Instagram. Ante el evidente fallo, la ATP se vio obligada a investigar lo ocurrido y aceptar que el ELC Live tiene «un margen de un milímetro de error». «Un mismo tiro puede dejar marcas diferentes dependiendo de las condiciones de la superficie, como la humedad, la densidad del suelo y cuándo se barrió la cancha por última vez», reconoció entonces Ali Nili, responsable de los árbitros del circuito, que luego sacó pecho: «Este año se ha utilizado el ELC Live en seis torneos de tierra batida, con 486 partidos, más de 75 000 puntos y más de 300.000 botes. Sólo en 76 casos un jugador cuestionó la marca, con pocas controversias».
En la eliminación de los jueces de línea también hay que contar con un posible fallo del sistema, que obligaría a cancelar los partidos, y con los puestos de trabajo que se perderían. En este Roland Garros hay 320 jueces, la amplía mayoría locales. La FFT defiende que muchos se convertirán en jueces de silla y que, sin ese paso intermedio, es posible que el tenis se quede sin árbitros. De momento Roland Garros resiste, pero el avance de la tecnología, con todo lo que conlleva, parece imparable.