El balear, tras trabajar con especialistas del Movistar, se ha desprendido de los temores que agarrotaban en el Tour y ahora se atreve a luchar por lo máximo
Agarrotado en el manillar, esquivando la mirada de los precipicios del Galibier para no ser atrapado por el vértigo. Eusebio Unzué, en el coche, suplicándole que no se bajara de la bici, que descendiera trazando las curvas sin miedo. La psicosis de las caídas paralizaba a Enric Mas. El balear se sentía fundido en las jornadas clave del pasado Tour. Bloqueo absoluto de un corredor que llegó a plantearse si merecía la pena tanto sacrificio. Decepción absoluta al término de la última ‘Grande Boucle’.
Enric regresó en la Vuelta y parecía otro. Más agresivo en la carretera y más calmado fuera. «Enric, paquete», le espetaban los aficionados que acudían a la ronda española porque era incapaz de presentar batalla a Evenepoel, pero él sonreía sin el enfado e impotencia de anteriores temporadas, cuando también le reclamaban rendimientos para los que no estaba preparado. El insoportable peso de ser el heredero de Alberto Contador.
Tras la catarsis emocional y psicológica del Tour, Enric ha experimentado una metamorfosis que ahora le permite soñar en amarillo. Ha sabido superar sus temores para mostrar un perfil más valiente. «Quiero el maillot amarillo del Tour», exclama.
El escalador del Movistar trabajó con los especialistas del equipo para ganar confianza y desprenderse del estrés. «En verano me dieron muchos palos porque no estaba en mi sitio. Luego todo cambió, y en ese cambio Eusebio Unzué fue muy importante, me llamaba cada dos días. La ayuda del grupo ha sido fundamental. Hubo un cambio de chip», dice en la presentación del nuevo curso de la escuadra telefónica.
Unzué reconoce que la reconversión de Enric Mas fue un proceso complejo y que fue fundamental la labor del corredor: «Lo que hizo Enric en sólo 25 días, resucitar después de hundirse, es una lección de fortaleza».
Mas huye del dolor del pasado. «Desde pequeño me inculcaron las ganas de seguir trabajando. Mi objetivo para 2023 es el Tour. Este año la carrera empezará en casa [en Bilbao] y eso me da una motivación especial. Quiero vestir el maillot amarillo. Sería un sueño. Ojalá que esta nueva temporada comience como finalicé la anterior. Espero que este sea el año de mi consagración en el Tour», explica un corredor que en 2023 contará con nuevos compañeros: el sprinter colombiano Fernando Gaviria (28 años, ex compañero de Tadej Pogacar), el escalador portugués Ruben Guerreiro (28) y el prometedor contrarrelojista español Iván Romeo (19).
Sin Alejandro Valverde, el mallorquín asumirá el liderato absoluto del grupo, algo que le enorgullece: «Tomar el relevo de Alejandro es una responsabilidad y una presión. Es un líder al que vamos a echar de menos, en todos los sitios recibía el cariño del público, hasta en las recepciones de los hoteles de Japón la gente le recibía gritando. Es triste no poder estar con él, pero estoy seguro de que nos ayudará en todas las carreras, ya sea desde el coche o desde donde sea. Yo busco que en el grupo siempre haya buen rollo, que seamos como una gran familia».
Valverde, con lágrimas en los ojos, en la presentación del Movistar 2023, asegura que seguirá trabajando con el equipo desde el autobús o desde los despachos: «Quiero ayudar en la mejora del equipo. Hacer unión. El secreto de seguir tantos años es sentir pasión por lo que haces. A mí no me supone un esfuerzo levantarme para ir a entrenar. Siempre fui un corredor con mente joven». Un espejo en el que ahora se refleja un renacido Enric Mas.