Una década antes de que Kelvin Kiptum, trágicamente fallecido este domingo a los 24 años, fuera considerado el heredero de Eliud Kipchoge, el nuevo príncipe del maratón, ese puesto tenía otro nombre: Sammy Wanjiru. Enjuto y delgado, nadie corría tan ligero, en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008 ganó el oro levitando, pero su vida también acabó demasiado pronto: en 2011, también a los 24 años, lo encontraron muerto bajo el balcón de su piso. ¿Qué pasó? Todavía hoy no está claro.
Según la investigación policial, Wanjiru, que padecía de alcoholismo, estaba en la cama con una amante, Jane Nduta, camarera de un bar próximo, cuando su mujer, Teresa Njeri, entró en la vivienda familiar. Los pilló, discutieron y después, se precipitó la tragedia. La sentencia judicial concluyó que Njeri encerró al atleta con su querida en la habitación y que éste intentó sin éxito salir por el balcón. La madre de Wanjiru, en cambio, lleva años defendiendo que Njeri arrojó a su hijo contra la acera. En todo caso, Wanjiru falleció y engrosó la larga lista de estrellas del atletismo en Kenia que murieron de manera súbita antes de retirarse. El accidente de coche de Kiptum este domingo, de hecho, fue sólo el último capítulo de esa leyenda negra.
El maltrato a Kirop
Muchos años atrás, en 1995, por ejemplo, Paul Kipkoech, oro en los 10.000 metros del Mundial de 1987, murió a los 33 años por culpa de una malaria cerebral complicada con una tuberculosis. Y en 2001, otro caso, Richard Chelimo, plusmarquista mundial de esos 10.000 metros y plata en el Mundial de Tokio 1991, se fue a los 29 años por un tumor cerebral. Hay otros ejemplos menos conocidos, como el de Benson Masya, campeón del mundo de medio maratón, fallecido a los 33 años en 2003 por motivos desconocidos, y en los últimos meses la mala racha se ha acelerado.
Poco antes de Kiptum, en 2018 murió a los 28 años en otro accidente de tráfico Nicholas Bett, oro en los 400 metros vallas del Mundial de Pekín 2015. Y hace apenas un par de años, a finales en 2021, Agnes Kirop, doble medallista mundial en los 10.000 metros, fue asesinada a los 25 años. La encontraron muerta en su casa con varias puñaladas en el cuello y su esposo, que también era su entrenador, confesó el crimen. Una investigación de la radio pública sueca demostró meses después que su agente, Gianni Demadonna, uno de los más reputados, conocía la situación de maltrato que vivía Tirop y no lo denunció.
El estilo de vida de Kiptum
Aún hoy la policía intenta esclarecer lo ocurrido, como pasa con el reciente accidente de Kiptum. Según el informe de la comisaría del condado de Elgeyo Marakwet, las causas de su desgracia se desconocen porque no había un bache o imperfección ninguna en la carrera. El plusmarquista mundial de maratón conducía su Toyota Premio de vuelta de Eldoret y antes de llegar a su pueblo, Chepkorio, se salió de la autopista, se golpeó contra un árbol y acabó en una zanja. Tanto él como su entrenador, el ruandés Gervais Hakizimana, que iba de copiloto, fallecieron en el acto y una mujer de 24 años, Sharon Kosgei, que iba en el asiento de atrás, está hospitalizada con heridas graves.
Después de batir el récord del mundo de maratón hace apenas cuatro meses en Chicago (queda su marca, 2:00:35), Kiptum se preparaba para superarlo en el maratón de Rotterdam de abril y para un duelo generacional con Kipchoge en los Juegos Olímpicos de París de agosto. Todavía en su región, Keiyo South, de familia ganadera, aprendiz de electricista, el éxito no había hecho que el maratoniano cambiara su estilo de vida, simplemente seguía sumando kilómetros y más kilómetros. De hecho hacía tantos que sorprendía a los expertos, con semanas de hasta 300, cuando los estándares actuales limitan los máximos a unos 220 o 230 para evitar lesiones.
Kiptum estaba llamado a ser el primer ser humano que bajara de las dos horas en los 42,195 kilómetros y era el exponente del nuevo atletismo, el atletismo tecnológico, el atletismo de futuro. Con una técnica perfectamente adaptada a las zapatillas de carbono, su límite era imposible de medir antes de la tragedia de anteayer. Ahora quedarán sus logros, como los de tantos campeones fallecidos que forman parte de la leyenda negra del atletismo en Kenia.
Después de batir el récord del mundo de maratón hace apenas cuatro meses en Chicago (queda su marca, 2:00:35), Kiptum se preparaba para superarlo en el maratón de Rotterdam de abril y para un duelo generacional con Kipchoge en los Juegos Olímpicos de París de agosto. Todavía en su región, Keiyo South, de familia ganadera, aprendiz de electricista, el éxito no había hecho que el maratoniano cambiara su estilo de vida, simplemente seguía sumando kilómetros y más kilómetros. Ahora quedarán sus logros, como los de tantos campeones fallecidos que forman parte de la leyenda negra del atletismo en Kenia.