Contaban los profesores del colegio Ciudad de la Paz de El Palmar que muchas veces su alumno, Carlos Alcaraz, se despistaba y se dejaba los libros. Contaban sus entrenadores en el Club de Campo de Murcia que en sus partidos de adolescencia se llegaba a olvidar del tanteo. Contaba este miércoles por la mañana su actual técnico, Juan Carlos Ferrero, sus ejercicios de calentamiento en la Philippe Chatrier y tenía que recordarle: “¿No te olvidas de restar?”. “Ah, sí, sí, me olvidaba”, contestaba el número tres del ranking mundial. Muchas veces ha admitido Alcaraz que es un tipo despistado, como tantos otros virtuosos, y en determinadas ocasiones ese rasgo de su carácter se refleja en la pista.
Ocurrió este miércoles en segunda ronda de Roland Garros ante Jesper de Jong: se abalanzaba sobre la victoria después de dos sets a muy alto nivel y, de repente, se distrajo. Se fue del partido. Estaba, como él mismo reconoció después, “en otro mundo”. En el tercer set cometió numerosos errores y tuvo que trabajar para cerrar el marcador en 6-3, 6-4, 2-6 y 6-2 y clasificarse para tercera ronda donde se encontrará con el ganador del duelo entre el estadounidense Sebastian Korda y el coreano Soon-Woo Kwon.
“No me dolía nada, he notado el brazo bien. Es verdad que las condiciones [lluvia, pista tapada] no ayudaban, que costaba hacer winners y los puntos eran muy largos, pero no achaco mi bajón a nada. Lo achaco a mí”, admitía Alcaraz. Nadie se conoce mejor que uno mismo. Y de ese autoconocimiento nace la solución.
- ¿Qué hace cuando ve que ha salido del partido?
- Intento mantener la actitud positiva, poner buena cara, sonreir, pensar en cosas positivas. A veces cuesta bastante. Son momentos complicados. Pero sé que cuando estoy en otro mundo, cuando antes vuelva, mejor. Que no me cueste un set y, si me cuesta un set, que no me cueste dos. Sé que mi tenis va a volver si la predisposición es buena.
Los despistes de Alcaraz, por lo general, le juegan en contra, pero hay algunos que pueden celebrarse. Este miércoles, antes de medirse a De Jong, el español se frenó un momento y pensó: ¿Qué me estoy dejando? ¡La malla protectora! Había saltado a la pista sin la protección que le acompaña desde hace dos meses, había incluso realizado el sorteo de saque sin ella y sólo se acordó al colocarse para golpear las primeras bolas. Un lapsus esperanzador. Muy buena señal.
El brazo, sin dolor
Porque, más allá del susto del tercer set, la conclusión del partido de Alcaraz es esa: el maldito edema muscular de su brazo derecho es pasado, todo vuelve a ser posible. Si en primera ronda ante el peculiar J.J. Wolf, Alcaraz tiró de inteligencia y oficio para golpear al máximo sólo unas cuantas bolas, ante De Jong soltó valiente su derecha. Volvió a sacudir la bola, a empujarla, a acelerarla, a empotrarla contra el muro del rival a toda velocidad. Dos meses después de la aparición del dolor, el español parece haberlo olvidado. Ahora sólo le falta apuntar.
Quizá por la falta de competición en los últimos dos meses, quizá por los muchos entrenamientos sin poder practicar el ‘drive’, cometió muchos más errores no forzados de lo normal (47), la mayoría con su mejor golpe. Tuvo mérito también De Jong, un jugador mejor de lo que señala su ranking, capaz de superar a Alcaraz en el intercambio de dejadas, pero Alcaraz deberá afinar más con su derecha para seguir adelante y poder levantar su primer Roland Garros. ¡Ah!, sí, y evitar los despistes.