A Londres se va por París. Ese es el consuelo que le queda a un PSG humanizado y huérfano de Mbappé que fue incapaz de golpear a un siderúrgico Borussia Dortmund cuya perfecta maquinaria alemana sigue asustando en esta Champions. Van a sufrir aún más los franceses para doblegar a un rival descarado y eficaz que siempre tuvo un plan.
Le bastó un destello, una imagen que bien podría ser un souvenir del fútbol alemán, para inclinar el partido. Un balonazo larguísimo de Schlotterbeck desde la defensa para que Füllkrug, aprovechando la salida de Marquinhos, cogiera la espalda de Lucas Hernández y, tras un control celestial, batiera a Donnarumma.
Ese gol fue un martillazo en el ánimo de los parisinos que, además, perdieron a Hernández por lesión. Había avisado más el Dortmund empujado por la enloquecida grada. Adeyemi le mostró a Achraf Hakimi que no iba a poder subir la banda con alegría y Sabitzer se aprovechó de un error de Nuno Mendes para plantarse en un mano a mano, muy escorado, eso sí, ante el guardameta italiano. No estaba cómodo el PSG, con Mbappé deambulando por el campo sin apenas entrar en juego.
Quiso estirar al equipo Dembélé con dos disparos en el área sin demasiado peligro a los que respondieron los alemanes enseñando las uñas. Empezaban a empujarles hacía la portería de Kobel, pero tenían capacidad para dar zarpazos. Eso hizo Brandt desde la frontal para estrellarse en la cabeza de Marquinhos.
Asfixiado sin poder mover la pelota con comodidad, las recuperaciones de Vitinha no llevaban con fluidez a las bandas, donde Barcola apareció sin ventaja ni espacios que atacar. El Dortmund les estaba conteniendo de manera agresiva y con ayudas solidarias a sus laterales. Los dos equipos sabían cuáles eran sus debilidades y se protegían.
Luis Enrique quería más circulación de pelota para encontrar la grieta en el muro alemán, esa por dónde Mbappé, otra vez como delantero centro, pudiera asestar el mazazo. Edin Terzic quería anular eso y sacar provecho de la falta de firmeza de un rival que le han marcado en todos los partidos de Champions. Con la pelota en los pies y mirando hacia adelante, es temible. Sin ella, sus jugadores se humanizan y Donnarumma tuvo que emplearse para atajar otro ataque de Sabitzer antes de que el PSG se reseteara en el vestuario.
Dos palos
Volvió al césped con más velocidad y más descaro. Un remate Barcola fue el preludio de la primera aparición peligrosa de Mbappé. Buscándose el hueco escorado a la izquierda armó un disparo que estrelló en el palo largo y el rechazo lo envió Achraf Hakimi a la cepa del potro poste. Se crecía el PSG conforme se hacía más imprevisible para el Dortmund. Aceleraba Barcola y hasta Marquinhos tiró de jugada ensayada para colocar un balón al punto de penalti donde apareció para cabecearlo sin fortuna Fabián.
Necesitaban reaccionar los alemanes y eso provocó que el duelo se enloqueciera y se volviera de nuevo más amarillo. Un veloz desborde de Jadon Sancho acabó con un paso atrás del inglés que dejaba en clara ventaja a Füllkrug, que no pudo rebañar ese balón. El delantero, quebradero de cabeza de la defensa francesa, reclamó incluso un penalti de Nuno Mendes.
El PSG volvía a languidecer, incapaz de presionar, recuperar y jugar. Por eso Luis Enrique echó mano de Kolo Muani para permitir más movilidad a Mbappé. Aunque los ataques eran trastabillados, volvió a aparecer para atraer a tres defensas al borde del área pequeña y dejar a Dembélé un remate que, pese a ser forzado, salvó la mano de Kobel. Si encontraban a su mejor recurso aún había alguna esperanza de igualar aunque fuera a trompicones.
Eso pensó Vitinha al ver escaparse a Hakimi por la banda. Lo buscó y el marroquí asistió a Dembélé en el punto de penalti, pero su disparo fue a la grada. Estaba siendo extraño que el PSG no fuera contundente, como si le pesara demasiado la responsabilidad y sin ni siquiera poder morir acosando. Y es que los alemanes no se agarraban al marcador y Sancho buscaba una y otra vez cómo quebrar más al rival. Sabían que la renta puede ser corta ante un apurado PSG. Si reaparece.