La Colina de Henman, así bautizada en los años noventa en honor al tenista británico Tim Henman, se convirtió en la finalísima de Wimbledon en ‘la colina de Carlitos’. Los gritos de “¡Vamos!” en la pista central encontraron un amplio eco en lo que la escocesa Ami McQuarrie rebautizaba también como “el anfiteatro de Alcaraz”, por el clamor popular a favor del español, pese al viento en contra que se coló por los resquicios del All England Club en el arranque del partido.
“Es excitante verle jugar con esa energía y con tantas expectativas puestas él”, admitía Ami. “Yo creo que la mayoría de los británicos ha estado con él durante todo por esa combinación de juventud y humildad, por su condición de “no favorito” frente a Djokovic y el reto coger la antorcha de la nueva generación”, añadía.
Acompañaban a Ami la también escocesa Lindsay Archibald (fan de Alcaraz) y Liz Wayner, americana afincada en Londres, que se desmarcaba de sus amigas treintañeras y confesaba su debilidad por el serbio, impacable en la primera media hora de juego.
Las tres se lavantaron a las cuatro de la madrugada para apuntarse a la cola de entradas para el día (hacían el número 250) y lograr, por ocho libras, un puesto privilegiado ante la pantalla gigante instalada en el exterior de la pista número uno y a los pies de la legendaria colina, donde la tradición manda comer fresas.
“Este es el momento en que debería producirse el relevo”, apuntaba Lindsay. “Creo que estamos ante un tenista que hará historia en los próximos diez o quince años. A mí me impresionan sus derechazos y su saque, pero creo que es también una cuestión de actitud y personalidad. Tiene algo que aún no tienen sus compañeros de generación, aunque los hay muy buenos”, valoraba.
En el papel de aguafiestas, Liz Wayner reconoció que Djokovic puede resultar a veces “arrogante”, y que eso le predispone contra el público. “Pero siempre he admirado su manera de jugar al tenis… De hecho, tuve durante un tiempo el corazón partido entre él y Federer, que para mí siguen siendo los más grandes”.
Dentro de la pista central, sufriendo como todos los españoles en los primeros lances, estuvo el rey Felipe VI. En la Royal Box apareció por primera en el torneo el príncipe Guillermo, arropando a la ubicua Kate Middleton y a sus hijos George y Charlotte. Brad Pitt, Daniel Craig, Rachel Weisz y Guy Ritchie completaron el plantel de estrellas en la final.
La pista central estalló en un clamor de “¡Carlos, Carlos!”, en las dos últimas bolas del segundo set, cuando Alcaraz logró darle la vuelta al “tie break”. Brad Pitt se unió a la fiesta aplaudiendo a rabiar al español, que se llevó la mano a la oreja tras rematar la segunda tanda y ante la algarabía general.
Durante su “semana grande” en Wimbledon estuvieron viendo a Carlitos nada menos que la reina Camila, Shakira, David y Romeo Beckham, Emma Watson, Cara Delevinge, Jon Bon Jovi y Orlando Bloom entre otros. Alcaraz no pudo sin embargo culminar el sueño de ver a su ídolo Roger Federer en las gradas, aunque lo tuvo bien cerca (fue homenajeado en la pista central el mismo día en que el español se estrenaba en la pista número uno).
Con el 15/15 inicial y con la primera bola de “break” de la que dispuso el español, quedó patente el favor del público, aplacado durante gran parte del primer ser, pero redimido cuando el español logró finalmente romper el servicio a Djokovic y encauzar (temporalmente) la segunda tanda a su favor.
El espectro de Rafa Nadal, y su épica victoria sobre Federer en el 2008, pululó también por la colina de Carlitos, donde estuvieron también desde bien temprano el asturiano Miguel Olay (con la camiseta del Sporting de Gijón) y su hijo Ricardo. “Para mí que Alcaraz es más polivalente que Rafa“, revelaba Miguel. “Saca mejor y tiene muchos puntos fuertes, y aún le quedan años por delante”, comentaba.
“Va a ser uno de los mejores tenistas de la historia”, vaticinaba entre tanto su hijo Ricardo, que no pudo creerse la suerte de haberle visto calentar a primera hora de la mañana en una de las pistas aledañas y haber estado “a dos metros de Alcaraz y a uno de Djokovic”.
Padre e hijo se encontraban haciendo un cursillo de inglés y la familia con la que pasan estos días les aconsejó que se levantaran temprano e hicieran cola para poder ver el partido: “Esto es algo que quizás podremos contar dentro de unos años. Siempre podremos decir: ‘Estuvimos allí'”.
Alcaraz despertó pasiones no solo entre el público y entre los periodistas deportivos, también en cronistas de sociedad como Jane Fryer, que le dedicó uno de los elogios más encendidos de la prensa local: “¡Vamos Carlitos! El nuevo titán del tenis es una “supestar total”.
“Le comparan con Federer por su asombroso movimiento de pies, con Nadal por su habilidad para cubrir la pista y con Djokovic por capacidad de concentración”, escrie Fryer. “Ha nacido ganador… ¿He mencionado que es un tipo increíblemente agradable, con los pies en el suelo y con la mejor sonrisa del mundo?”.
Adam Jones, tenista profesional y número 1.150 en el ranking, tuvo también la ocasión de intercambiar golpes de calentamiento con los dos finalistas. “La manera en que golpeo la bola no es muy diferente de como lo hacen ellos”, reconoció después de la doble experiencia. “Aunque hay muchos otros factores que les hacen muy buenos”.
De Alcaraz destaca su juego explosivo y su variedad de golpes, de Djokovic se queda con su flexibilidad y con su entereza mental que le hace superar los momentos bajos: “He notado que cuando pierde una bola al servicio, respira hondo, y asumo que visualiza que puede hacer mejor, hace exactamente el saque que ha planeado y no para hasta que lo consigue”.