Sara Khadem, ajedrecista iraní que se negó a jugar con velo el Mundial de Ajedrez Rápido en Kazajistán el pasado mes de diciembre, en defensa de los derechos de las mujeres, recibió la nacionalidad española por carta de naturaleza, tras publicarse el anuncio en el BOE.
Sarasat Khademalsharieh, su nombre completo, tuvo que abandonar Irán junto con su hijo y su marido, el director de cine Ardeshir Ahmadi al ordenar su detención el gobierno iraní. Sara eligió España para seguir su carrera y jugó el pasado mes de mayo sus primeras partidas en Salamanca
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“En atención a las circunstancias excepcionales que concurren en doña Sarasadat Khademalsharieh vengo en conceder la nacionalidad española por carta de naturaleza” a la ajedrecista, señaló la disposición en el BOE firmada por la ministra de Justicia, Pilar Llop.
La decisión fue tomada en el consejo de ministros del ejecutivo de Pedro Sánchez del martes, precisó la disposición oficial.
Dos mujeres iraníes compiten sin velo en el mundial de partidas rápidas de ajedrez
La gran maestra de ajedrez de 26 años, actualmente la 15ª jugadora del mundo según la Federación Internacional de Ajedrez, participó en diciembre de 2022 en el Mundial de Ajedrez Rápido en Kazajistán sin el velo islámico, de uso obligatorio para las mujeres en Irán.
Según señaló en una entrevista a Afp en febrero pasado, lo hizo para no “traicionar” al movimiento de protesta que estalló en Irán tras la muerte bajo custodia policial en septiembre de Mahsa Amini, por incumplir el código de vestimenta que impone llevar velo a las mujeres.
Un conocido suyo le advirtió que sería detenida si regresaba a Irán, por lo que Khadem se fue a España con su marido y su hijo pequeño, donde ha vivido desde entonces.
El ajedrez es un deporte mágico y complejo, también brutal, que se puede decidir en el último segundo, más aún cuando los nervios son el factor esencial. El drama vivido este jueves en Singapur, con los dos grandes maestros llorando por motivos muy diferentes, es el más grande que se recuerda en un Campeonato del Mundo. Como si necesitara aditivos. Gukesh Dommaraju, de 18 años, se ha coronado con una precocidad nunca vista en el tablero, con cuatro años menos que un mito como Garry Kasparov. Para ello tuvieron que ocurrir muchas cosas, que se resumen en una: Ding Liren, el vigente campeón, tiró la corona, la estampó contra el suelo en un único movimiento, cuando menos cabía esperar un desastre así.
Fue un error de principiante, en posición muerta, cuando todos los cronistas y aficionados se relamían ante la emocionante jornada del viernes, que ya nunca veremos, en la que se debían jugar las partidas rápidas de desempate. Nadie pensaba ya en otra posibilidad. La partida 14 transcurría plácida por los caminos esperados: ligera presión de las blancas, conducidas por Ding, quien por supuesto no quiso arriesgar. El gran maestro chino podía verse por primera vez ligeramente favorito en un ritmo de juego que le favorece más que el clásico, donde quizá hay demasiado tiempo para pensar.
Cualquiera que haya jugado al ajedrez sabe lo devastador que es perder una partida por un error tonto. Hacerlo en la partida decisiva de un Campeonato del Mundo supone un dolor inimaginable, sobre el que es preferible no hacer comparaciones porque mucha gente no lo comprendería. Ding Liren reconoció que tardó unos instantes en darse cuenta de su pifia monumental. Todos pudieron entonces ver a un hombre destruido. La partida siguió unos segundos, pero ya no había la menor esperanza para él. «No me arrepiento de nada. Di lo mejor de mí», acertó a decir en la rueda de prensa, de la que salió entre aplausos de admiración y compasión, porque todos intuyen el infierno por el que ha pasado el campeón en los últimos dos años, acosado por problemas de salud mental.
Gukesh: «Ding es un verdadero campeón»
Al otro lado del tablero, el aspirante tardó un poco más en derrumbarse, él de forma incontenible, pero feliz. «Es el mejor momento de mi vida», «el final de un viaje de diez años». Gukesh confesaba que había cumplido su sueño mucho antes de lo que cabía esperar. Hace nada veía estas competiciones desde fuera y, sentirse dentro por primera vez, en la primera partida, ya fue algo muy especial.
Las primeras palabras del indio fueron para reconocer la calidad de su rival, sin embargo: «Todos sabemos que Ding es uno de los mejores jugadores de la historia. Aquí he podido ver cómo soportaba la presión y era capaz de luchar a un altísimo nivel. Es un verdadero campeón. En los últimos meses no estaba en su mejor forma, pero ha venido aquí y ha luchado como un auténtico campeón. Lo siento mucho por él». Un día más, campeón y aspirante, ahora reconvertido también en campeón, han dado una lección de deportividad y de espíritu de lucha, dejando en evidencia a sus detractores.
Fue precisamente esa lucha constante la que le dio el premio inesperado a Gukesh. Él fue quien tuvo más problemas en la partida número 14, como suele ocurrir con las piezas negras. Logró resolverlos y, en lugar de buscar rápidamente las tablas, siguió presionando y haciendo las jugadas que podían prolongar un poco más la batalla, como ha hecho un día tras otro, con una tenacidad y una valentía que a la postre le han dado el título.
A su favor jugó que Ding se mostró demasiado ansioso por llegar al empate, hasta el punto de consentir entrar en un final con peón de menos, sabedor de que las tablas eran cuestión de técnica. Y técnica no le faltó, pero su cabeza, todavía lejos de su mejor estado, lo traicionó cuando parecía imposible que ocurriera. El menos confiado de los ajedrecistas, que siempre se apuraba de tiempo por su empeño en repasar todas las posibilidades, cometió un descuido imperdonable que entra en los libros de historia por la vía directa, sin trámites ni discusiones.
La caída de Ding
Este final del campeonato será aún más recordado que su mayor momento de gloria, aquel final contra el ruso Nepomniachtchi, en abril del año pasado. No han pasado ni dos años, pero en la vida de Ding ha supuesto un viaje mucho más largo que el de Gukesh, del cielo al infierno. Ojalá se recupere y siga jugando, como prometió.
FIDE
Sobre el tablero, si acaso importa un análisis final, Gukesh D fue capaz de hacer las mejores jugadas, pero Ding entendió mejor que el ajedrez es un juego de planes y estrategia. Se vio sorprendido una y otra vez por la preparación de su rival y, sin embargo, fue capaz de desactivarla luego sobre la marcha. No le sirvió de nada, porque en toda competición el mayor nivel intervienen otros factores, pero demostró que, incluso herido, puede competir al mayor nivel.
De Gukesh se esperan ahora grandes cosas e incluso la consecuencia indirecta de poder ver un duelo contra Magnus Carlsen, si el número uno considera que el reto está a la altura. El indio solo tiene 18 años y está aún lejos de su mejor nivel, por lo que quien quiera derrocarlo haría bien en darse prisa. Dentro de dos años sabremos quién es el próximo aspirante para un título que vuelve a la cuna del ajedrez, al lugar donde Vishy Anand, primer campeón indio, creó una tradición que tiene visos de seguir viva durante mucho tiempo.
Los genios del ajedrez suelen llorar sus derrotas de niños y maldecirlas de adultos. En ese dolor insoportable ante la idea de perder reside gran parte de su fuerza. Magnus Carlsen, número uno del mundo, reaccionó este domingo de una manera muy poco deportiva, sobre todo en un juego que solía presumir de ejemplar. El gran maestro noruego dio un puñetazo en la mesa en el momento en el que abandonaba su partida contra Gukesh Dommaraju, campeón del mundo. El joven indio, de 19 años, lograba así su primera victoria en ajedrez clásico contra el mejor jugador del planeta. Era un duelo cargado de morbo, en el que ambos tenían muchas cosas que demostrar.
El propio Gukesh reaccionó con deportividad al feo gesto de Carlsen. "Entiendo su reacción, porque yo mismo he golpeado muchas mesas", disculpó el campeón. Cabe aclarar que el enfado de Magnus estaba dirigido sin matices contra sí mismo, por malograr una clara ventaja trabajada durante horas, con un porcentaje de precisión que poco antes de su pérdida de papeles era del 99 por ciento. Carlsen asestó su puñetazo sobre la mesa, que hizo que las piezas saltaran por el tablero; curiosamente, el rey y algunas piezas del indio fueron las únicas que se mantuvieron en pie. Inmediatamente después, Magnus le dio la mano a su rival, que seguía lidiando con sus propias emociones. Acaba de cumplir 19 años y todavía hay críticos que lo consideran indigno de llevar la corona.
En los vídeos se ve cómo poco después del golpe, mientras Gukesh aún contiene su alegría, el noruego pasa a su lado como un ciclón, pero tiene tiempo de darle un toquecito cómplice en la espalda, casi cariñoso. La relación entre ellos sigue siendo cordial, eso es seguro, y lo único dañado ha sido la imagen del número uno.
Exceso de motivación
En la primera vuelta, el jugador vikingo ya superó al campeón, todavía líder del Norway Chess, el torneo más fuerte del año, ya que participan los cinco mejores del mundo, además del chino Wei Yi, número 19. Entonces publicó un tuit (después de su derrota no ha sido tan rápido en reaccionar) con una frase de la serie 'The Wire': "Si vienes a por el rey, es mejor que no falles". Ganar de nuevo al campeón y colocarle un 2-0 habría supuesto un golpe de autoridad sobre la mesa. Al transformar esa autoafirmación moral en una prueba física de frustración, en un impacto real, Carlsen se coloca a sí mismo en una posición delicada.
Por desgracia para él, es reincidente, ya que no es la primera vez que reacciona airado a alguna derrota inesperada. Algunos grandes maestros, como Ivan Sokolov, se apresuraron a defender su gesto, que en todo caso cualquier ajedrecista puede entender. Hay pocas cosas más duras que dejar escapar una partida importante por un error postrero, después de horas de concentración. "Tuvo una reacción emocional normal después de su error... perdiendo una partida que estaba 'ganando' durante bastante tiempo... Inmediatamente reajustó las piezas. Mostró respeto a Gukesh y salió. No hay nada malo en su comportamiento", explicó el gran maestro neerlandés.
Calma extrema del joven campeón
De Gukesh cabe admirar varias virtudes, no solo la naturalidad con la que entendió el enfado de su oponente. Durante la partida, se vio sometido por una fuerza de la naturaleza, pero nunca se rindió. Primero, tras ser neutralizado en las primeras jugadas, pese a que él llevaba las piezas blancas, tuvo que decidir si seguía jugando a ganar y volvió a apostar por el riesgo, en lo que ya es una de sus señas de identidad.
En el confesionario, una de las aportaciones del Norway Chess al panorama ajedrecístico (la otra es que los duelos nunca terminan en empate), Carlsen ya había comentado esta circunstancia. Conocedor de que Gukesh es "muy ambicioso", incluso contra él, Magnus esperaba que su enemigo jugara a ganar, en lugar de buscar un sencillo empate. Pronto vio que desde un punto de vista objetivo era el camino erróneo, pero el indio no dejó que el arrepentimiento hiciera mella en su voluntad y nunca se vino abajo. Siguió luchando y resistió de forma heroica para mantener la partida viva hasta la fase final, en la que la presión del tiempo se convierte en un factor crucial. Cuando escasean los minutos, y en Noruega se juega a un ritmo más alto de lo normal, los errores empiezan a aparecer incluso cuando el protagonista es Magnus Carlsen, que hasta ese momento había jugado al nivel de las máquinas.
A falta de cuatro partidas, todo está por decidir en la ciudad noruega de Stavanger, pero hay algo que no tiene vuelta atrás. El joven tiburón ha probado la sangre de quien muchos consideran el mejor jugador de la historia. El veterano número uno, dolido y arrepentido, sabe bien que la relación entre ambos ha entrado en otra dimensión. La posibilidad de someterlo en los próximos enfrentamientos está más lejos que antes. Una vez roto el cristal del respeto, este ya no se recompone jamás. Las próximas partidas entre ambos serán un espectáculo de primer nivel. Quién sabe incluso si a Carlsen no le servirá como estímulo para intentar recuperar una corona a la que renunció de forma voluntaria, aburrido de no encontrar enemigos de su talla.
Ding Liren lleva más de dos años deprimido y Gukesh D solo uno, pero lo tiene mucho más reciente. En la primera partida del Campeonato del Mundo de Ajedrez, con las piezas blancas y el viento a favor, el joven y favoritísimo aspirante se estrelló en una piedra pequeña y humilde: la capacidad de resistencia del campeón. Gukesh llegó a Singapur dispuesto a romper el récord de precocidad de Kasparov, pero ahora mismo está un poco más lejos. En todo caso, los dos grandes maestros han demostrado que saben levantarse después de la peor caída; quien mejor domine este arte se llevará la corona a casa.
El espíritu modesto del gran maestro chino no es un tópico. Sus primeras palabras después de su inesperada victoria fueron estas: "Me siento muy bien. Hace mucho que no gano una sola partida de ajedrez clásico y hoy lo logré, pero creo que, para ser justos, tuve mucha suerte, porque fallé en dos detalles tácticos. Por fortuna, resultó que no funcionaban para él".
Dicho esto, Ding Liren mostró a los periodistas las dos combinaciones que se le escaparon en sus cálculos. Incluso en el ajedrez existe la suerte, en este caso la de los campeones, y el ajedrecista chino se salvó porque luego se encontró, como de rebote, sendas posibilidades de escape. Ganar la primera partida no es definitivo, por supuesto. En Singapur se jugarán trece más y la tradición sugiere que empezar perdiendo puede ser bueno. Lo demostró Fischer contra Spassky en 1972, Anand contra Topalov en 2010 y el propio Ding contra Nepomniachtchi hace dos años. Lo que sí altera el resultado del primer asalto, además de destrozar casi todos los pronósticos, son los planes de ambos jugadores.
Lo anunció Carlsen
Para ser justos, Magnus Carlsen, el número 1 ausente, declaró que en las primeras partidas esperaba que Ding tuviera varias oportunidades de ganar y que el resultado final del duelo dependería de su habilidad para convertirlas. La primera fue aprovechada por el ajedrecista chino y coloca a Gukesh ante el abismo de su propia inexperiencia, con solo 18 años. A cambio, el indio tiene a favor otro dato esencial: en el torneo de Candidatos perdió una partida de la manera más cruel, pero luego desató su furia sobre el tablero y ganó la prueba. Gracias a eso está ahora en Singapur, intentando alcanzar sus sueños.
La derrota de Gukesh fue aún más dolorosa e inesperada porque en los primeros movimientos parecía que había sorprendido a Ding en alguna laguna de su preparación y que el campeón seguía sumido en su inseguridad. «El tiempo vuela», se justificó después para explicar por qué en unos pocos movimientos había consumido 45 minutos más que su rival. Parecía pillado a contrapié por la elección de apertura de su rival y las imágenes lo mostraban llevándose las manos a la cara y a punto de llorar. «Odio decir esto, pero no veo cómo Ding puede sobrevivir», aseguraba un analista cuyo nombre omitiremos por piedad.
Pero Ding siguió haciendo buenas jugadas, cada vez más rápido, y llevó al aspirante a una encrucijada, entre los lógicos deseos de ganar y la prudencia de buscar las tablas, que quizás asimiló tarde. Gukesh derrochó su enorme ventaja de tiempo y acabó con menos segundos que su rival para hacer los últimos movimientos, en un desenlace dramático. Luego desveló que la apertura había ido de acuerdo a su preparación, que recordó mejor que el campeón, pero que luego las cosas se torcieron. Ahora deberá replantearse algunas cosas, pero no demasiadas.
Contenido ante los medios
En la rueda de prensa, el indio intentó no exteriorizar su malestar, algo que no consiguió en los últimos minutos de la partida. En un momento dado, empezó a balancearse en la silla, nervioso y preocupado. Hizo muchas cosas bien y pocas mal, y sin embargo no bastó para herir a un ajedrecista que parecía hundido. Veremos cómo afronta el segundo encuentro, 24 horas después. La escuela rusa recomienda frenar la sangría y buscar unas tablas sanadoras, pero cada partida es un mundo e incluso en el transcurso de una sola se pueden escribir varias novelas con distintas tramas y finales, no todos felices.
Ding recalcó que habían pasado dos meses desde que jugó la Olimpiada de Ajedrez, donde ofreció una impresión muy pobre y no ganó ninguna partida. «He tenido mucho tiempo para recuperarme y entrenar, prepararme y llegar al torneo con una apariencia totalmente nueva. Durante la partida pensé que tal vez mi posición no era tan buena, pero encontré una idea para crear contrajuego y crear presión sobre el tablero y en el reloj», dijo feliz.
El campeón también resaltó lo bien que le había sentado la nueva estrategia de no levantarse entre jugadas, lo que le ayudó a concentrarse mejor. Él y Nepomniachtchi hicieron lo contrario en el anterior Mundial. Casi cada vez que movían se iban a su sala de descanso, de modo que el escenario llegó a quedarse vacío durante muchos minutos, lo que daba una pobre impresión. Veremos cómo acaba este campeonato, pero no ha podido empezar mejor.