No nos engañemos. Las mujeres siguen muy lejos de los hombres en los tableros, pero lo que ocurrió este jueves en la pequeña localidad de Wijk aan Zee (Países Bajos) puede explicar buena parte del problema. Allí se celebra uno de los grandes torneos del calendario, un clásico que nació en 1938 y que es conocido como el Wimbledon o el Roland Garros del ajedrez. En sus pistas se produjo el jueves un pequeño milagro, que al final fueron dos. El número 6 del mundo fue derrotado por una mujer. Han pasado ya 22 años desde que Judit Polgar venció a Garry Kasparov en 2002 y apenas habíamos visto nada igual desde entonces.
En esta edición, entre los participantes en el torneo principal del Tata Steel (el grupo empresarial indio que está detrás, dedicado al acero, es otra señal de por dónde soplan los vientos) destaca una rareza. La china Ju Wenjun, campeona del mundo, gran maestro absoluto y hasta el jueves número 3 de la clasificación femenina, ‘solo’ tiene 2549 puntos Elo. Solo en España hay 15 jugadores con mayor puntuación. Parece que se ha colado a una fiesta en la que 10 de los 14 ajedrecistas tienen más de 2700 puntos y otros tres más de 2600. Wenjun es claramente la perita en dulce, el punto que, salvo contratiempos en forma de tablas, todos intentan asegurar.
Los tiburones huelen la sangre y la china empezó perdiendo contra el ganador del año anterior. El neerlandés Anish Giri es uno de los mejores del planeta. Nada que objetar. Después, alternó sus dos tablas con otra derrota, en un camino que ya se sabía duro. Por eso no hay tantas jugadoras dispuestas a exponerse así en torneos de primer nivel. O puede que no las inviten nunca. Wenjun es casi un experimento sociológico, para comprobar qué ocurriría si…
Lo que pasó es que en la quinta ronda la campeona mundial derrotó con brillantez al número 6 de la clasificación absoluta (ahora 7), el francés Alireza Firouzja. Todos consideran al jugador nacido en Irán un genio de talento incomparable. El propio Magnus Carlsen lo señaló como su probable e incluso deseado sucesor. El chico se clasificó en el último momento para el torneo de Candidatos que se jugará en abril, con lo que podría hacer realidad la predicción.
La partida fue una historia que hemos visto mil veces: la jugadora más débil logró ventaja y la estrella sufrió en busca de una escapada salvadora. La película siempre termina con final feliz para el gran maestro de élite y a partir de la jugada 40 la carita de Wenjun se amoldaba al guion. ¡Lo había tenido tan cerca! Otra historia que contar a los nietos. En esa situación, lo más frecuente es desmoronarse e incluso perder, pero la jugadora de 32 años también sabe lo que es agarrarse al tablero y siguió apretando, hasta que el francés se rindió en la jugada 64. Seguramente escuchó la vocecita de Judit Polgar felicitándola por el logro conseguido. Quién sí la animó en público fue su hermana mayor, Susan Polgar, otra excampeona mundial que escribió feliz: «¡Buen trabajo, chicas!».
Hans Niemann, segunda víctima
El uso del plural aludía a otra victoria poco común. En el torneo B de Wijk aan Zee, una modesta maestro internacional de solo 2381 puntos Elo, la neerlandesa Eline Roebers, remataba la faena y derrotaba al gran maestro Hans Moke Niemann (2692), un tipo que parece capaz de cualquier cosa por salir en los titulares. Muchos lectores recordarán sus disputas, legales y sobre el tablero, con Magnus Carlsen, que en su día lo acusó de hacer trampas y que luego firmó las paces con la letra pequeña cuando el estadounidense lo demandó por 100 millones de dólares.
Aquella historia está casi olvidada, pero seguro que Magnus y más de un colega también celebraron ayer la derrota de Niemann, quien casualmente nunca escribe en las redes sociales cuando sufre un revés. Cuando gana, su frase favorita es: «El ajedrez habló por sí mismo». Este jueves el ajedrez habló en Países Bajos, con voz de mujer.
Jennifer Shahade es una mujer sonriente. La gran maestra femenina es, de hecho, una de las ajedrecistas más alegres del circuito. Su simpatía es tan desbordante que sorprende incluso a quienes no conocen su historia personal. Nacida en Filadelfia el último día de 1980, no sólo es famosa por ser la primera mujer que ganó el Open de Estados Unidos y por haber logrado dos veces el campeonato de su país. Por desgracia para ella, también es conocida porque jugó un papel capital en la caída del capitán de la selección femenina, Alejandro Ramírez. Sahade sufrió dos ataques sexuales, pero no lo denunció hasta que varias mujeres más, algunas menores de edad, le contaron que también habían sufrido agresiones del gran maestro nacido en Costa Rica.
Abrir la puerta del infierno no acabó con el sufrimiento. El presidente de la Federación de Estados Unidos no sólo no ayudó a la víctima, sino que intentó desacreditarla cuando renunció como directora del programa de apoyo al ajedrez femenino. El depredador acabó perdiendo su empleo, el zorro ya no siguió a cargo del gallinero, pero Shahade tuvo que pagar un alto precio. La iniciadora del #MeToo del ajedrez perdió «incontables amigos y oportunidades».
La entrevista con Jennifer Shahade tiene lugar en Mónaco, donde participa en el European Poker Tour de Montecarlo. La cabeza pelirroja de la ajedrecista se ha convertido en una imagen habitual en los tapetes verdes: el contraste cromático ayuda a destacar su presencia. Unas horas antes de la conversación, Shahade participa en el torneo femenino del EPT, popularmente conocido como el ladies. Muchos se preguntan por qué existen los torneos femeninos, si mujeres y hombres pueden competir de igual a igual. "En primer lugar, son muy divertidos y es una forma excelente para que las mujeres, que tienen una presencia muy minoritaria en el póker, al igual que en el ajedrez, tengan la oportunidad de aficionarse y de aprender a ser más competitivas. También consiguen conocerse mejor unas a otras y, además, el precio de la inscripción suele ser más bajo, por lo que es una buena forma de conocer este mundo sin gastar demasiado".
Las heridas por el caso de Alejandro Ramírez están todavía abiertas, pero Jennifer Shahade accede a hablar de las enseñanzas extraídas de todo lo vivido. "Son muchas, pero sobre todo he aprendido la importancia de decir la verdad. Hay una cita famosa que dice que en el tablero no existen la mentira y la hipocresía, porque llevan a la derrota. Creo que es importante decir la verdad y escuchar a la gente que la dice. A veces es más fácil no escuchar, la gente quiere que todo sea maravilloso, pero a veces hay que enfrentarse a las cosas malas para mejorar el mundo. Esa es la primera conclusión. Luego, me hace sentir solidaridad con la gente del pasado y de la actualidad que ha hecho el esfuerzo de contar la verdad, porque muchas veces no se aprecia al mensajero".
P. ¿Quién le falló más cuando decidió contar la verdad?
R. "¡Ha sido tanta gente! Es difícil nombrar a una sola persona. Por supuesto, Alejandro es de quien más me puedo quejar, pero luego hay demasiadas personas que me dieron la espalda. Dado que estamos en el EPT de Montecarlo, te diré que esta comunidad me salvó. El póker me permitió refugiarme, porque la mayoría de la gente me ha apoyado. Es un buen ejemplo de cómo tienes más libertad en la vida si haces al menos un par de cosas diferentes y tienes más de un trabajo".
P. Igual que el ajedrez está cambiando, ¿también lo ha hecho el mundo del póker?
R. "Creo que sí. Todavía no hay muchas mujeres, pero en general la prensa está más centrada en cómo juegan y no en su aspecto. Creo que hemos mejorado de este error del pasado. Es parte de la naturaleza humana interesarnos más en las personas hermosas, ya sean hombres o mujeres, pero sobre todo es algo que ocurría con ellas".
P. ¿Y alguna vez conseguiremos que haya más mujeres en los tableros y en las mesas?
R. "Estoy convencida. Hay muchas oportunidades en ambos juegos, pero es difícil porque en los dos reciben a veces demasiada atención. Algunas personas simplemente quieren disfrutar, sin la presión añadida de estar en el centro del foco. Es complicado, porque gracias a eso surgen oportunidades, pero al mismo tiempo muchas quieren pasar inadvertidas y simplemente disfrutar. Tenemos que descubrir cómo conseguir que sea una buena experiencia para ambos tipos de personas".
Un guion sobre su vida
P. ¿No ha pensado en escribir un guion sobre su vida?
R. "Quizá no de mi vida, pero definitivamente pienso escribir un guion. Mi marido también trabaja en el mundo del cine y quiero hacer una película o una serie sobre algunos de los asuntos más interesantes que ocurren en el ajedrez".
Jennifer Shahade sigue hablando de sus sueños, de su fundación Nine Queens, que ayuda a convertirse en reinas a simples peones. "Es una utopía, pero quizá algún día se haga realidad". Entretanto, no ha dejado de trabajar en el ajedrez y en sus libros «para hacer que sea un mundo más seguro para las mujeres». ¿Siente que tiene una misión en la vida? «Definitivamente. Ahora creo que por fin he encontrado mi misión, eso seguro. Quiero que las partidas sean más inclusivas y seguras y acogedoras para todos, pero en estos dos años he pensado que hay que aún más allá y mostrar la verdad completa del ajedrez. Sí, siento que tengo esa misión."
P. Quizá eso le dé sentido a todo lo sufrido.
R. "Sí, pero quizá no todo, porque a veces ocurren tragedias sin sentido que no puedes explicar, a menos que creas en Dios. En mi caso, ahora siento que con suerte todo va a ser para bien y que todavía tengo una oportunidad. Así que voy a luchar por ello, para que al final todo tenga sentido y sea bueno".
Shahade viene de una familia de ajedrecistas. Su padre era maestro FIDE y su hermano mayor, Greg, es maestro internacional. Cuando este último empezó a jugar también al póker, ella decidió probar. "Después de escribir mi primer libro, Chess bitch, decidí darle una oportunidad y mi hermano me ayudó, pero al principio el juego no me sedujo. Sólo un poco más tarde, cuando me vi más involucrada con PokerStars y a acudir a eventos como este en Montecarlo, empecé a apreciar su cultura. No es sólo el juego, sino todo lo que lo rodea. Se parece mucho al ajedrez".
Escuelas
Graduada en Literatura Comparada, Shahade prepara ahora otro libro, Thinking Sideways, que trata "sobre algunas de las habilidades de la vida real que se pueden aprender con el ajedrez y el póker". "También de la forma de pensar de los jugadores, no sólo los mejores, y de qué podemos aprender de algunos incidentes recientes, como los casos de abusos y de trampas".
¿Podemos aprender más del ajedrez o del póker? "En términos económicos, el póker es un microcosmos financiero que te enseña que debes aceptar ciertos riesgos si no quieres perder tu dinero lentamente, aunque si te arriesgas demasiado lo perderás rápido. El póker es casi un curso de economía en miniatura. Las lecciones del ajedrez son más filosóficas, pero no menos importantes, sobre la importancia de estar concentrado, analizar tus opciones y ser flexible. Un problema habitual es que la gente tiene un plan y se aferra a él. Nadie quiere desviarse de su ruta, cuando necesitas reevaluar constantemente qué camino deberías tomar y por qué".
Sobre su amado ajedrez, Shahade tiene algunas quejas, no únicamente personales: "Los niños no pueden jugar al póker, pero a veces pienso que el ajedrez se concentra demasiado en ellos y deja un poco de lado a los adultos. Se fomenta la idea de que es un juego para los más jóvenes y olvidamos que se puede disfrutar a cualquier edad, aunque quienes lo practican no tengan opciones de convertirse en campeones del mundo. Si a cierta edad no tienes determinado nivel, se fomenta la idea de que ya no tiene sentido que sigas jugando. Sin embargo, hay grandes historias y oportunidades para el desarrollo y la cultura a cualquier edad".
Por otro lado, el ajedrez también puede ser un ecosistema peligroso para los más débiles. "Tenemos que hacer todavía un gran trabajo para asegurarnos de que aprovechamos todo lo bueno que tiene y apartamos las negativas. Queda muchísimo por hacer, pero al menos ahora la gente se ha dado cuenta de la entidad del problema. A partir de ahí, sólo tenemos que ir paso a paso", afirma la jugadora estadounidense.
Este domingo terminó la Olimpiada de Ajedrez, una competición por países con casi 200 participantes, aunque nueve de ellos no movieron ni un peón. Por un motivo u otro, les resultó imposible llegar a Budapest, como al primer conjunto de refugiados acogido por la Federación Internacional (FIDE), que tiene más voluntad que recursos. La victoria final, incontestable, fue para India. España brilló como nunca, sobre todo el equipo femenino. El ajedrez solo ha formado parte de los Juegos Olímpicos en contadas ocasiones y a modo de exhibición -como el skateboard en París-, pero tiene su propia Olimpiada. A lo largo de 11 jornadas, se jugaron casi 4.000 partidas entre ajedrecistas de todos los niveles: del número uno, Magnus Carlsen, a los niños que se cuelan en las alineaciones. Faustino Oro, El Messi del ajedrez, debutó con 10 años, como capitán del equipo argentino. Él no jugó, pero otros más pequeños sí lo hicieron
LA ERA INDIA. India, cuna del juego, demostró su superioridad en las dos competiciones, femenina y absoluta. Ellas lograron el primer puesto y se llevaron dos oros individuales. Los chicos ganaron 10 encuentros y empataron uno, contra Uzbekistán, que presentó otro equipo jovencísimo y acabó en tercera posición. En las 44 partidas disputadas, India solo perdió una. Es el legado de Vishy Anand, ex campeón del mundo (2007-2013) y todavía un top 10, con 52 años.
LA MEJOR ESPAÑA. Como nunca. España cosechó tres medallas a título personal y, por equipos, la clasificación combinada indicó un quinto puesto, solo por detrás de India, EEUU, Armenia y China. En la selección femenina se notó la incorporación de Sara Khadem, una de las mejores del mundo, que eligió España tras abandonar Irán por los problemas que le ocasionó jugar el Mundial de Kazajistán sin velo, en 2022. Khadem empezó tímida, pero completó una actuación magnífica en el primer tablero, que le permitió ganar la plata. No menos brillante fue el torneo de Sabrina Vega.
La canaria también es un ejemplo fuera del tablero. En 2018 ganó el Premio Nacional del Deporte y en 2021 el Reina Sofía tras renunciar a jugar un Mundial en Arabia Saudí, en protesta por el trato que reciben las mujeres. Después de ganar su última partida, Sabrina no pudo contener las lágrimas, extenuada y con una emoción contagiosa. Vega (plata) fue el motor del equipo, la única pieza que el capitán, Iván Salgado, no quitó nunca del engranaje.
En las 11 partidas disputadas, sumó 9,5 puntos, los mismos que la ganadora del oro, la india Divya Deshmukh. Completaron el equipo Marta García, Ana Matnadze y Mónica Calzetta. Esta última, campeona del mundo de veteranos, volvió a la selección después de alguna ausencia polémica. La selección masculina terminó en el décimo puesto. El jugador que más brilló fue Alan Pichot, quien cambió de bandera hace unos meses por desavenencias con la Federación Argentina. Logró la medalla de bronce y sumó victorias vitales. David Martínez, capitán del equipo, creó el ambiente necesario con la colaboración y los puntos de Alexei Shirov, David Antón, Paco Vallejo y Jaime Santos.
CARLSEN, SIN EQUIPO. La importancia de tener un buen equipo puede comprobarse con ejemplos como el del noruego. El número uno, Magnus Carlsen, volvió a quedarse lejos de lograr el único trofeo que le falta, el oro olímpico por equipos. Noruega es sexta del mundo y debió terminar por delante de España, pero acabó con un punto menos, en el puesto 14.
Magnus dormía en otro hotel, separado de su equipo, e incluso llegó un par de veces tarde a sus partidas, que estuvo a punto de perder sin jugar. Al final solo disputó ocho. Su resultado no fue malo, pero perdió contra el esloveno Vladimir Fedoseev y tampoco superó sus expectativas. Carlsen triunfó al menos en el campo de la diplomacia, un terreno de juego que no es su fuerte. Cuando recogió el premio como mejor jugador del siglo -la mejor jugadora, indiscutible, fue Judit Polgar-, aprovechó su discurso para mostrar su oposición al levantamiento de las sanciones a Rusia. Otro ejemplo de equipo disfuncional fue el de EEUU, el más fuerte sobre el papel, pero es una suma de individualidades sin un objetivo común. Sería más poderoso con Hikaru Nakamura, número dos del mundo, que no quiso jugar. A las puertas se quedó el discutido Hans Niemann.
TORNEO DESCAFEINADO. Una de las imágenes tristes de la Olimpiada fue la actuación de Ding Liren, campeón del mundo. Con problemas de salud mental que no termina de superar, fue incapaz de ganar una partida. En el encuentro decisivo contra India, no jugó. Todo es posible en el ajedrez, pero sólo quedan dos meses para que Ding y Dommaraju Gukesh se jueguen el título mundial en Singapur. Nadie quiere apostar por el gran maestro chino y los expertos no imaginan que pueda presentar batalla.
LOS AMIGOS DE GUKESH. Gukesh, o Gukesh D, como le gusta aparecer, ya era favorito para arrebatar la corona a Ding Liren antes de la Olimpiada. Con 18 años, el indio se perfila como el campeón más joven de la historia. En Budapest firmó una actuación de más de 3.000 puntos Elo, una cifra reservada a las máquinas y 200 puntos por encima de Carlsen. Es el número 5 del mundo y está cerca de los 2.800, una barrera sólo superada por 15 ajedrecistas en toda la historia. Lo mejor para el ajedrez indio es que en el mismo equipo jugaba Arjun Erigaisi, que ha tardado un poco más en explotar -ahora tiene 21 años- pero que está por delante de su compatriota. Semidesconocido para el público, sin invitaciones para jugar los grandes torneos, Erigaisi ha escalado puestos y ya es el número 3, por detrás de Carlsen y Nakamura.
RUSIA, DIVIDIDA. Otra lección aprendida en la Olimpiada es que el lema de la FIDE, Gens una sumus (Somos una familia o somos una nación), está más desfasado. En Budapest se celebró una asamblea de la FIDE convulsa, en la que se vivió una votación de los delegados que obligó a su presidente, Arkady Dvorkovich, a pedir perdón: aparecieron 50 votos de más, que no cuadraban con el número de delegados. Fue el preludio del punto más controvertido del orden del día: debatir si se levantaban las sanciones a Rusia y Bielorrusia por la invasión de Ucrania. Tras algunos movimientos en la sombra, la Federación Internacional salvó la cara con una tercera vía. Recordemos que el presidente de la FIDE es ruso, ex ministro y hombre bien visto por el régimen de Vladimir Putin. Al final, se decidió levantar el castigo sólo a los niños y a los ajedrecistas con discapacidad en las competiciones internacionales.