UEFA Nations League
1-2 en La Romareda
Suiza aprovecha dos despistes a balón parado y complica al equipo de Luis Enrique, que deberá ganar en Braga (1-2).
Al igual que ocurrió hace dos años, en la anterior fase de clasificación de la Liga de Naciones, España está obligada a ganarle a la favorita del grupo en la última jornada. En aquella ocasión se la jugó como local, en Sevilla, ante Alemania, y acabó como acabó (6-0). Esta vez el reto parece mayor, pues el choque será fuera de casa (el próximo martes en Braga) y Portugal no parece que vaya a desconectarse como hizo aquella Alemania. No le vale el empate a España porque no fue capaz de ganar a Suiza, un buen equipo, vaya por delante, y porque el equipo luso goleó en su visita a la República Checa (0-4). No perdía España en casa desde hace cuatro años, también con Luis Enrique en el banquillo aquella vez, contra Inglaterra en Sevilla. En Zaragoza volvió a hacerlo, probablemente de una manera injusta, pero volvió a hacerlo.
No debió ser buena idea enfadar a los suizos, que ya venían calentitos en la víspera por las malas condiciones que presenta La Romareda en todas sus instalaciones, también en los vestuarios. Para colmo, saltaron los aspersores en mitad del calentamiento de los helvéticos mientras España ya había vuelto al vestuario. Incrédulos, se dirigieron a todo el que veían con un escudo de la Federación para pedirles que quitasen el riego. No fue posible y aguantaron un par de minutos hasta que paró. Eso terminó de enfadar a lo que por lo demás es un muy buen equipo. El dirigido por Murat Yakin es un colectivo que juega muy junto, presiona bien, corre con sentido y encima es físicamente muy potente, como quedó en envidencia en el gol de Manuel Akanji.
Luis Enrique había apostado de inicio por una sorpresa. Dejó en el banquillo al que había sido su delantero centro titular, e indiscutible, desde hace muchos meses, para meter de falso nueve a Marco Asensio (47 minutos en lo que va de temporada con el Madrid). Escoltado por fuera por dos habituales como Pablo Sarabia y Ferran Torres, el equipo era bastante reconocible, con el trío del Barça en el centro del campo. Sin embargo, la máquina no carburó. Fue una de esas noches espesas que de vez en cuando despacha España, a la que atacar defensas estáticas no se le da bien (a casi ningún equipo se le da bien eso) y que sufre cuando le presionan arriba con el ímpetu que gastaron los suizos.
Atasco y desesperación
La selección de Luis Enrique no tiró entre los tres palos en toda la primera parte. No obligó a Yann Sommer a coger ningún balón que fuera camino de su portería. Si acaso, algún disparo de Sarabia o Ferran que terminaron en córner tras rebotar en algún oponente. Suiza, en cambio, tuvo otra opción bastante clara al margen del gol, que llegó en un córner. Akanji remató con mucha facilidad casi en el área pequeña, una situación que parece inverosímil en un partido de este nivel.
Al margen de ese acierto, Suiza dispuso de un mano a mano de Xherdan Shaqiri que resolvió Unai Simón como pudo. Tras el gol, los visitantes se sintieron definitivamente cómodos y fueron jugando cada vez más con el marcador y con el tiempo ante la desesperación de una atascada España donde Sergio Busquets no consiguió conectar con la gente que tenía por delante.
Ante un buen sistema defensivo, la selección sufrió, y eso que ejecutó casi todo el manual. Pases por dentro para sacar el balón de nuevo fuera, cambios de orientación, circulación de un lado a otro… Pero no hubo manera. El partido pedía a gritos futbolistas capaces de desequilibrar en el uno contra uno. Asensio es uno de ellos, y con un giro maravilloso, una conducción perfecta y un pase estupendo dejó solo a Jordi Alba con Sommer.
Casi sin querer
Era el empate, que sin embargo no duró nada en el paladar de la hinchada de Zaragoza, entusiasta pese a lo que estaba viendo. Tres minutos más tarde, en otro córner, ya no uno, sino dos suizos contactaron con la pelota dentro del área pequeña. El segundo de ellos, Breel Embolo, volvió a poner por delante a los suyos casi sin querer. Como la cosa seguía siendo de desequilibrios, Luis Enrique cambió a todos los de arriba. Entraron Borja Iglesias, Yeremi Pino y Nico Williams, el primero y el tercero debutantes.
Los dos extremos empezaron a encarar y España disfrutó de ocasiones. No muy claras, cierto, pero suficientes para haber empatado. Un balón de Borja al que no llegó nadie, un disparo de Marcos Llorente… En realidad, a efectos de la clasificación, con la victoria de Portugal, daba lo mismo empatar que perder, pero claro, todo el mundo sabe que no es igual.