En Gdansk, una ciudad tomada por los daneses, y con el cansancio del milagro ante Noruega, la selección busca la final del Mundial ante un rival más que conocido
«Va a ser un partido especial, teníamos 5.000 entradas y hemos pedido 3.000 más», anunciaba un técnico de Dinamarca en el Mercure Posejdon de Gdansk, el hotel que compartió ayer con España antes de las semifinales de este viernes (18.00 horas, TDP). En Polonia, uno de los dos países sede de este Mundial, alucinaban en la previa con el poco público que mueve la selección -apenas un centenar de aficionados- y esperaban un desembarco de daneses nunca visto. «Hay muchos vuelos de Ryanair y Wizz Air y aquí la cerveza es 10 veces barata que allí», analizaba una encargada de la organización. Gdansk, a orillas del Báltico, es una ciudad de veraneo para los escandinavos y por eso, según comentaban taxistas y camareros, querían que Noruega venciera a España en cuartos de final para alcanzar la plena ocupación. No pudo ser.
El equipo de Jordi Ribera obró el milagro aunque este jueves éste pesaba. En el mismo hotel en el que los daneses paseaban livianos, los españoles se mostraban fatigados. Había sido muy difícil dormir después de tanta guerra, de tanta emoción, admitían algunos. Pero nadie descartaba repetir gesta.
Al fin y al cabo ya lo hicieron un año atrás. España y Dinamarca llevan toda la vida enfrentándose, pero en los últimos tiempos esa tendencia se ha exagerado. ¡Jugarán su cuarta semifinal en sólo tres años! En el Mundial de 2021 (33-35) y los Juegos Olímpicos de Tokio (23-27) venció Dinamarca, pero en el Europeo de 2022 lo hizo España (29-25). Como siempre, al menos desde aquella final del Mundial de 2013, el objetivo será frenar a Mikkel Hansen y derribar el muro de Niklas Landin en la portería, pero últimamente hay una amenaza incluso mayor: el joven lateral Mathias Gidsel, un portento.
«Son muy buenos, son los favoritos. Han ganado los últimos dos Mundiales y en este no han estado aún contra las cuerdas. Nuestro objetivo es apretarles para que noten la presión», anunciaba Joan Cañellas, quizá uno de los más frescos a sus 36 años. «Han tenido un campeonato fácil, con una buena rotación de todos los jugadores. Es muy importante para el partido que nosotros nos recuperemos bien», analizaba Jordi Ribera, que también departía sobre la otra semifinal, Francia contra Suecia (21.00 horas, TDP). Con el público en contra y muchos golpes en todo el cuerpo, España intentará lo imposible: repetir lo irrepetible.